domingo, 20 de febrero de 2011

Taller - De discurso directo a indirecto, por Andrea Lajaunie.

Sir Henry Clitherong comenzó a hablar de que el año anterior había estado en Saint Mary Mead  pero de pronto se calló. Mrs Bantry, su anfitriona, le miraba con curiosidad. Sir Henry, excomisionado de Scotland Yard , estaba pasando unos días en casa del Coronel Bantry  y su esposa, que vivían cerca de Saint Mary Meads.

Mrs Bantry, a punto de hacer la lista de convidados y teniendo en cuenta que Sir Henry conocía a la gente del año anterior, le pidió consejo sobre
  las personas que podía invitar  a cenar esa noche.

Sir Henry le preguntó si conocía a Miss Marple y ella quedó sorprendida de que él la conociera.  Mrs Bantry describió a Miss Marple como la típica solterona de las comedias, encantadora pero pasada de moda.  E insistió en que Sir Henry le confirmara que le gustaría tener a esa dama en la cena.

Mr Bantry manifestó su sorpresa. Le costaba entender que alguien como Sir Henry conociera a Mis Marple.

Sir Henry dio una explicación bastante sencilla. Cuando el año anterior estuvo en Saint Mary Mead se reunía con un grupo de seis personas, entre las cuales estaba el novelista Raymond West. A propuesta de éste, solían discutir sobre casos reales y misteriosos. Cada uno debía contar una historia de la que conociera el desenlace y los demás debían ejercer sus facultades deductivas para proponer el desenlace que más se aproximara al verdadero.

Mrs Bantry quería saber más. Sir Henry prosiguió diciendo que apenas habían notado la presencia de Miss Marple entre ellos, pero que se mostraron amables y la dejaron participar en el juego para no herir sus sentimientos. Pero, para sorpresa de todos, Mis Marple ganó todas las veces.

Mrs Bantry no lo podía creer. Sir Henry le aseguró que iba directa a la verdad como una paloma mensajera de regreso al palomar. Aún así se mostró sorprendida de estas habilidades en una persona que no había salido nunca de Saint Mary Meads. Según Sir Henry, la propia Miss Marple atribuía su éxito a sus ilimitadas oportunidades de observar la naturaleza humana, casi al microscopio.

Miss Bantry asintió. Argumentó que realmente es inevitable que se llegue a conocer el lado mezquino de las personas pero no creía que en Saint Mary Meads hubiera criminales mundialmente conocidos. Propuso a Sir Henry que después de cenar le contarían la historia del fantasma de Arthur.

Sir Henry se mostró sorprendido de que Arthur creyese en fantasmas, cosa que Mis Bantry negó rápidamente. Añadió que la historia del fantasma le ocurrió a un amigo, George Pritchard, que era una persona sumamente prosaica y que, en realidad, fue para él una situación muy trágica. Dudaba de si la historia era cierta o...

Sir Henry preguntó si sospechaba que se la había inventado...

Texto base:
Agatha Christie, Miss Marple y trece problemas (1933)

Cuando estuve aquí el año pasado... -comenzó a decir sir Henry Clithering, pero se detuvo. Su anfitriona, Mrs. Bantry, le miraba con cu­riosidad. El ex comisionado de Scotland Yard se ha­llaba pasando unos días en casa de unos viejos ami­gos suyos, el coronel y Mrs. Bantry, quienes vivían cerca de St. Mary Mead.
Mrs. Bantry, con la pluma en ristre, acababa preci­samente de pedirle consejo sobre a quién invitar a cenar aquella noche.
-¿Sí? -le dijo Mrs. Bantry animándole-. Cuando estuvo usted aquí el año pasado...
-Dígame -preguntó sir Henry-, ¿conoce a miss
Marple?
Mrs. Bantry se sorprendió. Era lo último que hu­biera esperado.
-¿Que si la conozco? ¡Y quién no! Es la típica sol­terona de las comedias. Encantadora, pero pasada de moda. ¿Quiere decir que le gustaría que la invitara a cenar a ella?
-¿Le sorprende?
-Un poco, debo confesarlo. Nunca hubiera dicho que usted... Pero supongo que debe de haber una ex­plicación.
-La explicación es bastante sencilla. Cuando estuve aquí el año pasado teníamos la costumbre de discutir casos misteriosos que habían ocurrido. Éramos cinco o seis. Raymond West, el novelista, fue quien lo pro­puso. Cada uno de nosotros debía contar una historia de la que conociera la solución y los demás debían ejercitar sus facultades deductivas para ver quién se aproximaba más a la verdad.
-¿Y bien?
-Pues, igual que en esa vieja historia, apenas nos dimos cuenta de que miss Marple estaba entre noso­tros, pero nos mostramos muy amables y la dejamos participar en el juego para no herir sus sentimientos. Y ahora viene lo mejor. ¡Ella nos ganó todas las veces!
-¿Qué?
-Se lo aseguro, iba directa a la verdad como una paloma mensajera de regreso al palomar.
-¡Es extraordinario! ¡Vaya, si la anciana miss Mar­ple apenas ha salido de St. Mary Mead!
-¡Ah! Pero según ella ha tenido ilimitadas oportu­nidades de observar la naturaleza humana, práctica­mente al microscopio.
-Supongo que tiene razón -concedió Mrs. Bantry-. Es inevitable que se llegue a conocer el lado mezqui­no de las personas. Pero no creo que tengamos crimi­nales interesantes en este rincón del mundo. Después de cenar le contaremos la historia del fantasma de Arthur. Le agradecería que encontrase la solución.
-No sabía que Arthur creyese en fantasmas.
-¡Oh! Claro que no cree. Eso es lo que más le pre­ocupa. Y le ocurrió a un amigo suyo, George Prit-chard, una persona sumamente prosaica. En realidad fue bastante trágico para el pobre George. O bien su extraordinaria historia es cierta o bien...-,
-¿O bien qué?

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