De la Belle Époque a los locos años 20
Juan Manuel Bellver (corresponsal) | París
Tamara de Lempicka (1898-1980 ) fue una de las mujeres más bellas, libres y modernas de su época, además de una artista excepcional que se inspiró de los lenguajes más innovadores del siglo XX: fotografía, grafismo, cine, moda...', explica la italiana Gioia Mori, comisaria de la exposición retrospectiva que la Pinacoteca parisina dedica a la indiscutible reina del Art Decó.
Hasta el 8 de septiembre, este museo privado situado en una esquina de la muy turística la Place de la Madeleine acoge la muestra sobre la vida y obra de la fascinante Lempicka en su sala 2 y propone, en paralelo, un exhibición dedicada al Art Nouveau en su sala 1. Por 18 euros el billete conjunto, el visitante puede descubrir la primera antológica dedicada desde los años 60 en la capital francesa a este movimiento decimonónico y su evolución hacia el Art Decó a través de uno de los iconos del cambio de siglo.
Burgués el uno, libertario el otro, París fue el centro en el que ambos estilos gravitaron sucesivamente, antes de que la capital francesa cediera a Nueva York el testigo de metrópoli preponderante en las artes planetarias. Y París es la ciudad que hoy les rinde homenaje, a través de estas dos exhibiciones donde el antagonismo de otros tiempos se torna complementariedad un siglo después.
El Art Nouveau nació a finales del siglo XIX,
en plena Belle Époque, como el canto del cisne de una era en la que se mezclaban la revolución industrial con el positivismo y una estética arquitectónica y decorativa de líneas curvas y caprichosas formas arabescas, devota del hierro forjado de Eiffel y el modernismo de Gaudí, donde las vidrieras y las lámparas Tiffany imponían su estilo en los elegantes cafés y brasseries, mientras en los cabarets triunfaba el cancan y los impresionistas daban sus últimos coletazos.
Acogido desde sus inicios como un "arte total", que cubrió la mayoría de los dominios (pintura, música, arquitectura, interiorismo, cristalería, joyería), sus abanderados forjaron una imagen idílica de la sensibilidad femenina y la naturaleza que incorporaron a soportes tan variados como el hierro forjado o el vidrio, la madera, el mural, el cartel publicitario, la ilustración de revistas y libros o las joyas.
Así, en 'L’Art Nouveau: la révolution décorative', los coloristas jarrones de Hector Guimard, Daum Frères o René Lalique se mezclan con imponentes muebles de Emile Gallé o Louis Majorelle, esculturas simbolistas de Hector Lemaire y affiches de Eugène Grasset o Paul Berthon, que nos trasportan a los tiempos de la Exposiciones Universales o del Salon des Cents.
"Este movimiento destilaba un ambiente respetable combinado con un perfume de escándalo, como un tío abuelo que esconde un pasado lascivo" , ha explicado a Efe el comisario de la muestra, Paul Greenhalgh. "Los artistas exploraron la feminidad de una manera insólita hasta el momento, representando la liberación y la confianza de una mujer que empieza a modificar su posición en la sociedad europea". Además, la muestra dedica salas al papel de la naturaleza, la exaltación de la sensualidad o el misticismo en el mundo moderno.
El viaje en el tiempo da un salto para esquivar la Gran Guerra y se traslada al vecino espacio expositivo de la rue Vignon, para descubrir una sociedad menos encorsetada, que bailaba al ritmo del jazz, y una estética de elegantes líneas geométricas que anticipa el fauvismo y el cubismo, con el crack del 29 como horizonte fatal.
En 'Tamara de Lempicka: la reine de l’Art Déco', se realiza un recorrido cronológico y temático por la obra de esta "artista sensual y brillante", como la describe AFP, a través de salas que corresponden a distintos periodos y llevan títulos significativos como 'La década de la ilusión', 'Tamara, refugiada rusa', 'Una curiosa mezcla de extremo modernismo y pureza clásica' o 'La garçonne'.
Lempicka fue un personaje inclasificable que llevó una vida cosmopolita de auténtica película. Nació en Polonia, vivió en Rusia, estudió en Italia, emigró a París, luego a Nueva York y pasó los últimos años de su vida retirada en Cuernavaca (México), donde murió. Por expreso deseo suyo, sus cenizas fueron arrojadas sobre el volcán mexicano de Popocatépetl.
Mujer ardiente y volcánica, se casó dos veces con hombres muy ricos y jamás ocultó sus inclinaciones bisexuales. De ahí que en la presente muestra abunden esos retratos llenos de luces y sombras de mujeres sofisticadas que tanto le gustaban en todos los sentidos. Fugitiva de la revolución bolchevique, deslumbró con sus cuadros vanguardistas al beau monde de los locos años 20 y hoy esos lienzos, impregnados de erotismo y sensualidad transgresora, han vuelto a la ciudad de la luz para dar testimonio de su actitud creativa y vital eminentemente moderna.
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