Poco tiempo antes del nacimiento de Cristo, en una época violenta y desquiciada, el poeta romano y filósofo epicúreo Lucrecio escribió una obra maestra monumental titulada De Rerum Natura (“De la naturaleza de las cosas”). Uno de sus objetivos era liberar a la humanidad de las supersticiones religiosas que impedían lograr la verdadera paz del alma y la felicidad, según creía el poeta. En el libro que presentamos -The End of Faith: Religión, Terror and the Future of Reason [El final de la fe: religión, terror y el futuro de la razón]- Sam Harris juega el papel de un Lucrecio actual. Estudió filosofía en Standford y actualmente es candidato a obtener un doctorado en neurociencia. Harris es muy consciente de que un libro sobre los daños inherentes de la religión institucionalizada y dogmática pueden despertar muchas controversias; pero escribió su libro con una sensación de urgencia ante lo que considera la mayor amenaza actual. En el libro es una argumentación sobre el carácter dogmático de la fe en contraposición con el misticismo, sobre el papel que juega la razón en el lenguaje civil y su esperanza de que los humanos logren superar su propensión a la violencia religiosa, antes de que sea demasiado tarde
- Es obvio que hay algo en la arquitectura cognitiva humana que nos lleva a albergar creencias sobre un ser trascendente. ¿Cómo puede explicarlo, teniendo en cuenta su propio trabajo en neurociencia?
No tengo noticia de ningún resultado de la neurociencia que hable directamente de este tema. Pero hay ciertas características de la mente humana que claramente son relevantes para explicarlo. Nacemos perfectamente equipados para vivir en nuestro mundo circundante. Salimos del útero materno listos para percibir los rostros como rostros, para adquirir el lenguaje y gradualmente comenzar a reconocer que estamos en presencia de otras mentes similares a la nuestra. La preeminencia del animismo entre nuestros ancestros primitivos –y su persistencia en algunas tribus primitivas- demuestra que tendemos a otorgar cualidades humanas a los procesos naturales. Sólo cuando logramos un conocimiento más profundo de los procesos causales que ocurren en el mundo (con la ayuda de la ciencia) estamos en condiciones de comprender, por ejemplo, que las nubes de tormenta no son dioses enojados, y que las enfermedades no son el resultado de una posesión demoníaca. Es difícil decir en qué lugar debemos trazar la línea entre el bagaje genético y la herencia cultural, y por cierto ambos operan en el caso de las creencias religiosas. Pero lo más importante es que es evidente que tenemos una marcada disposición para proyectar nuestra propia subjetividad en el mundo. De hecho, el Dios bíblico es celoso, colérico e insoportablemente neurótico. Y los dioses griegos eran como adolescentes que se quedaban solos en la casa paterna de fin de semana. Sin embargo, del hecho de que tengamos una predisposición para concebir el universo en términos antropomórficos no se sigue que estemos condenados a hacerlo de esa manera.
¿Podría explicarnos el mix de biología y cultura dentro de este fenómeno que Ud. describe? Por ejemplo, ¿qué piensa Ud. de los argumentos de Dean Hamer en “The God Gene”? Si existe una fuerza biológica que nos lleva a tener fe, ¿cómo damos cuenta de la enorme diferencia cultural que divide al monoteísmo occidental y el misticismo oriental?
Probablemente sea inútil intentar explicar los rasgos cognitivos superiores en términos de genes individuales. Pero sea cual fuera la historia en el nivel genético, la biología sólo determina vagamente cada uno de los procesos culturales. Necesitamos comer, pero no necesitamos comer pasta. Tenemos una propensión a sentir celos, pero esta emoción puede manifestarse a la manera de un Cary Grant o de un Mullah Omar. La misma biología y una cultura diferente. Si bien gran parte de nuestro comportamiento como seres humanos deriva de nuestra biología, si se conserva con sus rasgos originales es porque no hemos experimentado una presión suficiente que nos obligue a cambiarla. La cultura no mejora de manera sistemática el diseño de sus productos (tampoco lo hace la biología). Entonces, si bien podemos observar diferencias importantes en las distintas culturas, es posible que esas diferencias sólo sean el reflejo de que las comunidades tienden a usar las herramientas que han encontrado mientras les son útiles, y no necesitamos pensar que esas diferencias reflejan algo más profundo sobre nosotros y nuestra constitución humana. Consideremos las diferencias entre la medicina oriental y occidental. ¿Tienen ambas un valor de uso equivalente? Pues no. ¿La medicina oriental es mejor para los orientales? No. Si bien la medicina oriental puede ser útil para tratar algunas enfermedades -e incluso es posible que en algunos casos sea mejor que la medicina occidental- simplemente no resisten comparación. Ninguna persona sensata que sufra de apendicitis, de un aneurisma o un cáncer de pulmón visitaría al acupunturista antes de ir al hospital. Eso es tan cierto en Nueva York como en Hong Kong. Sin embargo, en lo que hace a la actividad espiritual, las diferencias son de otro tipo. Si bien el misticismo oriental alberga una buena cantidad de creencias injustificadas, sin embargo, es indudable que éste ha sido el mejor intento de la humanidad en cuanto a ciencia espiritual. Los métodos de introspección del budismo, por ejemplo, no tienen ningún equivalente en occidente. Y una prueba de ello son los intentos desesperados de los occidentales para que sus tradiciones religiosas sean consideradas igualmente sabias. Pero no lo son. Cuando el Lama tibetano habla de “la consciencia no dual” (Tib.rigpa) y el Papa habla sobre Dios o el Espíritu Santo (o sobre cualquier otra cosa), no están hablando sobre lo mismo; tampoco están trabajando con los mismos supuestos. El Lama utiliza una terminología muy precisa (que no tiene un equivalente preciso en inglés) para describir algo que brota de la experiencia de cientos de meditadores que han aprendido refinados métodos de introspección; mientras que el Papa simplemente repite supuestos metafísicos injustificados e injustificables que los cristianos han heredado, en el contexto de una cultura que no ha logrado reemplazar la simple fe por alternativas interesantes. Y esas alternativas existen desde hace milenios al este de Bósforo. Lo que estoy diciendo no implica ignorar a los Meister Eckart , aunque siempre han sido la excepción en occidente. Y es muy importante recordar que justamente por su excepcionalidad siempre fueron perseguidos y considerados herejes.
Entonces, básicamente Ud. caracteriza a la religión occidental como peligrosa y al misticismo oriental como prometedor. Pero ¿cómo ha llegado a esa conclusión?
Si arrancamos al misticismo de su dogmatismo religioso, obtendremos una propuesta empírica y altamente racional. Así como la gente no estaca y quema a su vecino luego de sus nuevos descubrimientos físicos o biológicos, nadie está dispuesto a hacerlo por mero misticismo. La Religión, y especialmente la religión occidental, es algo muy distinto. La creencia religiosa es un modo de cortar el diálogo.La única garantía de una continua colaboración entre los seres humanos es una buena disposición para modificar nuestras ideas (y el comportamiento resultante) por medio del diálogo y a la luz de nuevas evidencias y argumentos. Pues de otro modo y cuando hay mucho en juego, sólo cabe apelar a la fuerza. Si yo creo que puedo alcanzar el paraíso estrellando un avión en un edificio y me conformo con creerlo aunque carezco de pruebas empíricas, entonces nada de lo que diga otra persona logrará persuadirme, porque me he entregado a una fe que me hace inmune al poder del diálogo.
En otras palabras, Ud. cree que es importante hacer una distinción clara entre “fe” y “espiritualidad”. Sintéticamente, ¿en qué consiste esa distinción?
La “fe” es una creencia falsa en proposiciones injustificadas (que un libro determinado fue escrito por Dios, que nos reuniremos con nuestros seres queridos luego de la muerte, que el Creador del Universo puede leer nuestros pensamientos, etc.) La “espiritualidad” o el “misticismo” (ambas palabras son bastante espantosas, pero no tenemos mejores vocablos en inglés) hacen referencia a un vasto proceso de introspección por medio del cual una persona está en condiciones de advertir que ese sentimiento que se llama “yo” es una ilusión cognitiva. La verdad central del misticismo es la siguiente: podemos tener una experiencia del mundo sin necesidad de sentirnos como un “yo” separado, en el sentido habitual del término. Sin embargo, no es necesario que este cambio en el carácter de nuestra experiencia sea el resultado de realizar afirmaciones insostenibles acerca de la naturaleza del universo.
¿Por qué cree Ud. que los esfuerzos anteriores destinados a eliminar la fe mediante el materialismo clásico han resultado en niveles de violencia similares a los que, según creemos, fueron inspirados por la fe (por ejemplo el comunismo)
El comunismo no fue un intento de eliminación de la fe. Fue una nueva fe, aunque no una fe en el más allá. El comunismo fue irracional. La manía de Stalin en contra de la “biología capitalista” y su apoyo al lysenkismo (una reformulación de la doctrina lamarckiana sobre las características adquiridas, esto es, la idea de que las jirafas tienen cuellos altos porque sus ancestros trataban de encontrar ramas cada vez más altas) es sólo un ejemplo del dogmatismo propio del comunismo estalinista. Los científicos librepensadores (lo que equivale a decir racionales) que no apoyaron esta ideología fueron enviados al Gulag. Millones murieron de hambre -tanto en la Unión Soviética como en China- porque no lograron poner en práctica las sanas prácticas agrícolas de la genética mendeliana.Pero la intolerancia producto de la fe a la que se refiere mi libro no es la del Gulag. Es la intolerancia coloquial. Cuando la gente formula hipótesis raras y sin prueba alguna, entonces dejamos de prestarle atención, salvo que se trate de cuestiones de fe. Lo que pretendo decir es que no debemos permitir que la fe siga por este camino. Las creencias falsas deberían ser criticadas ahí donde aparezcan en nuestra conversación; en la física, pero también en cuestiones referidas a la ética y la espiritualidad. En más de una ocasión, el Presidente de los EEUU ha pretendido dialogar directamente con Dios. Ahora bien; si dijera que se comunica con Dios por medio de su secador de cabello, entonces habría una emergencia nacional. No alcanzo a comprender por qué, si le agregamos el secador de cabello, su afirmación puede resultar más ridícula y ofensiva.
Siguiendo la lógica de su propia argumentación sobre la fe, ¿cómo fue posible, por ejemplo, que la cristiandad alcanzara un estado de relativa “domesticación” en la modernidad antigua, y no fuera ridiculizado y tenido por un absurdo?
Pues bien, en algunos momentos importantes fue ridiculizada, especialmente en Europa (piense en Voltaire y Hume) y estos períodos dan cuenta de que los europeos modernos no estaban tan dispuestos a vagar por el camino de la irracionalidad bíblica como lo estamos nosotros, los estadounidenses. Más importante aún, la cristiandad ha sufrido un retroceso permanente -y no oficialmente reconocido- como consecuencia del progreso de la ciencia y de la cultura laicas occidentales. Los curas aún seguirían diagnosticando una posesión demoníaca, si no fuera por los avances de la ciencia médica en los últimos 200 años. Han disminuido gradualmente (pero de manera radical) aquellas situaciones en las cuales la oración puede presentarse como una primera respuesta adecuada e incluso sana ante el sufrimiento humano. Otra característica importante de la cristiandad –que desgraciadamente no comparte el Islam- es que ofrece flancos a su “domesticación”.”“Dad al Cesar lo que es del Cesar…” es un buen argumento para separar a la Iglesia del Estado. El Islam es más complicado en este punto. Para un musulmán que actúa de acuerdo con la doctrina islámica del Corán o del Hadith, es harto más difícil separar la religión de la política.
Si tenemos en cuenta la reacción de los lectores ante su libro, ¿no teme que pueda convertirse simplemente en una “prédica para conversos? O ¿espera lograr el esperado diálogo, luego de un cambio radical de valores?
En realidad aspiro a iniciar un diálogo. Y, en todo caso, no estoy seguro de quiénes son los “conversos”. Parece que mi libro ofende por igual a liberales y conservadores. A los conservadores les agrada lo que digo sobre el Islam, pero retroceden ante cualquier ataque a la cristiandad. Y los liberales detestan lo que digo del Islam (porque es políticamente incorrecto), pero aprecian mis argumentos en contra de la intrusión del fundamentalismo cristiano en la política social. Ambos se niegan a aceptar mi argumento central en contra de la fe. Es posible que la dedicatoria de mi libro le aporte una idea clara. Lo escribí sólo “para mi madre”. Al menos ella está de acuerdo conmigo.
¿Cuáles son las reacciones menos esperadas con las que se encontró, tanto a favor como en contra?
Me ha sorprendido mucho advertir que algunos cristianos celebraron mi argumento en contra de la religión moderada. Un ministro baptista considera que mi libro es algo así como un último clavo en el ataúd de la moderación religiosa, y considera que he logrado probar que sólo hay dos opciones válidas: laicismo o fundamentalismo. Pero lo que encuentro más sorprendente es el modo en que refuta mi tesis: simplemente no ofrece ninguna refutación. El ministro se refirió a mi libro en la radio durante 40 minutos, sólo hubo algunas pocas distorsiones y no sometió mi argumento sobre la fe a ningún tipo de objeción. Parecía que cualquier proceso de razonamiento que pusiera en cuestión la fe debería ser tan obviamente inaceptable para su audiencia, que no era necesario ni tan siquiera considerarlo. Su discurso fue algo así como un lanzamiento para mi libro, pues si bien implícitamente lo condenaba en realidad era como observarlo a través de un cristal.Sin embargo, y para decirlo de un modo general, de continuo me sorprende advertir que incluso los intelectuales laicos creen que la fe es necesaria para la gente. El argumento más común es el siguiente:”Nunca nos libraremos de la religión. Simplemente es demasiado importante para la gente.” Pero, ¿cómo es posible que alguien crea saber que efectivamente esto es así? Seguramente en la primera mitad del siglo XIX había mucha gente que decía cosas tales como “Nunca nos libraremos de la esclavitud. Simplemente es muy necesaria para la economía…”Se trata de una afirmación similar, por supuesto, pero fue producto de la pereza intelectual y moral y simplemente estaba errada.
La famosa frase de los Hermanos Karamazov de Dostoviesky: “sin Dios, todo está permitido,” está en la boca de los teístas que desean advertir sobre los peligros de una vida sin certeza moral trascendente. ¿Ud. cree que es seguro decir que “con Dios todo está permitido (por ejemplo, el asesinato, el genocidio, etc)?
Si, pero yo ampliaría el alcance de esta afirmación: Con falsas certezas todo es posible. Eso incluye también a los Hitler y Stalin de todo el mundo.
¿Cuál es la cosa más sencilla y práctica que puede hacer la gente que está de acuerdo con sus conclusiones y desea comenzar a cambiar ahora mismo ese amplio consenso sobre la fe religiosa?
Repito que lo que hay que hacer es encontrar nuevas reglas para el discurso, y no nuevas leyes o demostraciones callejeras. Simplemente imagine qué distintas serían las cosas si cada vez que una persona que goza de poder mencionara la palabra “Dios”, la prensa reaccionara como si hubiera hecho uso de la palabra “Poseidón”. Nuestro discurso cambiaría rápida y espectacularmente. Imagine a alguien que se opone a la investigación con células madre en el Senado que dijera algo así como “la vida es un regalo de Zeus. Nadie debe interferir en su curso.”Es obvio que la crítica y la honradez intelectual no bastan. Desde un punto de vista positivo, necesitamos encontrar propuestas creativas para la ética, para la experiencia espiritual y para lograr comunidades fuertemente estructuradas. El estudio científico de las experiencias humanas positivas –diversión, amor, compasión, estados de meditación, etc- juega también un papel importante. Pero eso lleva tiempo. Sin embargo, no necesitamos tiempo para advertir que cuando la gente invoca a Dios en un discurso público, o bien está hablando de cosas vacías, o realiza afirmaciones muy sospechosas sobre la naturaleza del mundo o sobre el carácter de su propia experiencia. Debemos exigirles que comiencen a hablar con sentido, y si no lo hacen, deberíamos negarnos a escucharles.
¿Podríamos afirmar que su texto es similar a una “plegaria”?. ¿Finalmente piensa Ud. que los humanos seremos capaces de evitar el Apocalipsis, que la mayor amenaza derivada de la fe religiosa, según su propia opinión?
No soy tan optimista como quisiera. Desde el punto de vista psicológico el optimismo es una experiencia interesante, pero si bien encuentro motivos para luchar en contra de la religión, sin embargo no hallo una base concreta que me ayude a pensar que cambiaremos para mejor. Hemos pasado demasiado tiempo en compañía de malas ideas como para que ahora estemos en condiciones de detener nuestro descenso hacia el precipicio. Espero estar equivocado, pero no me sorprendería que las cosas se salieran de cauce durante el transcurso de nuestra vida.Las personas que tienen en sus manos el poder para cambiar la civilización no piensan, no hablan ni distribuyen los recursos como debieran, a fin de evitar la catástrofe. Que elijamos presidentes dispuestos a perder el tiempo con el matrimonio gay, cuando estamos ante una amenaza por la inseguridad de las armas nucleares en manos de la ex Unión Soviética (para citar sólo un ejemplo de una amenaza inminente para nuestra supervivencia), es un ejemplo de lo mal que estamos (y también es un emblema del papel que juega la fe como fuerza impulsora). De modo que no soy optimista. Sin embargo, todos estamos en condiciones de intentar cambiar el curso del mundo para mejor. ¿Qué otra cosa nos queda?
Traducción para www.sinpermiso.info: María Julia Bertomeu.
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