El Prado muestra la obra más importante y desconocida del gran maestro flamenco en la sala D del edificio Jerónimos, hasta el 25 de marzo
“El vino de la fiesta de San Martín” original perdido de Pieter Bruegel (h. 1525/30–1569) “el Viejo”. Esta obra que pertenecía a una colección particular llegó al Museo del Prado en noviembre de 2009. Ingresó a través de Sotheby’s, Madrid, la sarga de “El vino de la fiesta de san Martín” para su estudio y posible compra. Los análisis técnicos fueron decisivos para reconocer en esta obra la singular grafía del pintor enmascarada por una gruesa capa de barniz de poliéster cuya eliminación permitió identificar su mano en superficie, confirmando la autoría de Bruegel, de la que no existe duda tras la aparición de la firma del pintor en septiembre de 2010, facilitando la adquisición de la obra que se llevó a cabo a finales de ese mismo año para formar parte de la colecciones del Prado.
Por primera vez y durante tres meses el Museo del Prado muestra al público “El vino de la fiesta de San Martín”, obra de Pieter Bruegel, el Viejo, la figura más importante de la pintura flamenca del siglo XVI. Recientemente incorporada a sus colecciones y una vez concluida su restauración, la obra se exhibirá temporalmente en la sala D del edificio Jerónimos, hasta el 25 de marzo. Además de destacar la excepcionalidad de la identificación y adquisición de una obra de Pieter Bruegel el Viejo (del que se conocen 41 pinturas) en nuestros días y la importancia de la obra en sí, la presentación de la misma en este espacio, junto a su radiografía y un video explicativo de su restauración, permitirá al público conocer los momentos claves del complejo proceso y poner en valor el resultado final de la intervención.
El vino de la fiesta de San Martínes la obra de mayor tamaño que se conserva de Pieter Bruegel “el Viejo”. La obra muestra la fiesta del santo, con una composición compleja donde aparecen unas cien figuras, en una escena donde se puede observar la distribución del vino fuera de las puertas de la ciudad, según la costumbre en Flandes y en los países germánicos de la época.
La fiesta religiosa deja paso a la fiesta más popular y costumbrista donde el vino hace que los personajes muestren su lado más vulgar. Estas celebraciones festivas se siguen manteniendo en Flandes y en Alemania, sobre todo en territorio luterano, señala Pilar Silva, Jefe de Departamento de pintura española y flamenca hasta 1500. En este caso Bruegel hace una censura a través del cuadro mostrando al Santo dando la espalda a la celebración que no controla con esos excesos que suscita el reparto del vino.
La identificación de El vino de la fiesta de San Martín como obra autógrafa de Pieter Bruegel el Viejo ha sido uno de los descubrimientos de mayor relevancia que se ha realizado en muchos años respecto a la obra de este gran pintor flamenco, cuya figura supera incluso a Quintin Massys y Joachim Patinir, artistas que, junto a él, conforman la triada de pintores flamencos más destacada de su centuria. Con su incorporación a las colecciones del Prado, el Museo suma una de las composiciones más geniales y complejas de Pieter Bruegel el Viejo a la única pintura del artista que hasta ahora atesoraba en sus colecciones y única también que se conserva en España, El triunfo de la muerte (cat. 1393, Museo Nacional del Prado. Óleo sobre tabla, 117×162 cm.; h.1562), obra maestra del pintor procedente de la Colección Real.
La primera noticia documentada que se tiene sobre la sarga del Prado corresponde a la colección del IX Duque de Medinaceli, Don Luis Francisco de la Cerda y Aragón (1660–1711), dada a conocer por Lleó Cañal en 1989: “Otra de Bruguel con la fiesta de san Martin y sus hijos q. tiene de largo tres varas y de alto zinco pies marco moldado y dorado nº144…… 8000 rs.”. El Duque la debió adquirir en Italia, donde primero fue embajador en Roma (1687–1696) y después Virrey de Nápoles (1696–1702) y la mandó a España como muy tarde en 1702, cuando volvió a la Corte de Madrid. Desde entonces la sarga ha pertenecido a los descendientes de los Duques de Medinaceli.
Esta obra había sido mencionada en 1980 como obra de Pieter Bruegel “el Joven” (1564–1638) por Matías Díaz Padrón que conocía la obra por una fotografía en blanco y negro, la había catalogado como de Pieter Bruegel “el Joven” creyendo que era copia del original de Pieter Bruegel “el Viejo”. Otra mención de la obra se registró en el inventario de la Colección Gonzaga de Mantua de 1626–1627, en la que aparece registrado “Un quadro dipintovi la festa di S. Martino con una quantità di pitochi che bevano ad una botta, opera del Bruol Vecchio, L. 360”, adquirido por el Duque Vincenzo II. Aunque esta obra se había asociado erróneamente con el fragmento de Viena, al no aceptar la mayoría de los estudiosos que fuera el original de Bruegel, éste se daba por perdido, hasta que ha aparecido y se ha podido estudiar esta sarga recientemente adquirida que, indiscutiblemente, es el original de El vino de la fiesta de San Martín de Pieter Bruegel “el Viejo”.
Firmada en el ángulo inferior izquierdo con las letras “BRVEG […] MDLXV […]”. La obra está pintada con temple de cola sobre una tela –lino con ligamento de tafetán–, sin preparación, lo que se suele denominar sarga o tuchlein. A principios de septiembre de 2010, en el trascurso de la restauración en el taller del Museo del Prado, se descubrió la firma del pintor, abajo, a la izquierda: “BRVEG […]” –fragmentaria y desgastada, sobre todo las dos últimas letras–, así como los restos de la fecha en números romanos, “MDLXV […]” –muy desgastados, sobre todo los dos últimos–, que no permiten conocer el año exacto de su ejecución que debe situarse entre 1565 y 1568.
El vino de la fiesta de San Martín, Pieter Bruegel el Viejo
1566-1567. Temple de cola sobre lienzo. 148 x 270,5 cm.
La obra es una sarga o tüchlein pintada con temple de cola sobre una tela sin preparación, siguiendo una técnica habitual en Flandes en los siglos XV y XVI, aunque sobreviven relativamente pocos ejemplares. El soporte original de la pintura es lino con ligamento de tafetán, una tela sumamente fina y regular, de color claro, muy utilizada en esa época. Sobre la tela sólo se ha aplicado un apresto de cola de origen animal, forma de trabajar habitual en las sargas, que se solían colgar en la pared sin bastidor. La factura de la pintura es muy sencilla, con una o dos capas de pintura, dado que el temple de cola no permite empastar o el uso de veladuras y apenas presenta dibujo subyacente, debido a la forma en que se ejecutan estas sargas, directamente, “a la prima”.
1566-1567. Temple de cola sobre lienzo. 148 x 270,5 cm.
La obra es una sarga o tüchlein pintada con temple de cola sobre una tela sin preparación, siguiendo una técnica habitual en Flandes en los siglos XV y XVI, aunque sobreviven relativamente pocos ejemplares. El soporte original de la pintura es lino con ligamento de tafetán, una tela sumamente fina y regular, de color claro, muy utilizada en esa época. Sobre la tela sólo se ha aplicado un apresto de cola de origen animal, forma de trabajar habitual en las sargas, que se solían colgar en la pared sin bastidor. La factura de la pintura es muy sencilla, con una o dos capas de pintura, dado que el temple de cola no permite empastar o el uso de veladuras y apenas presenta dibujo subyacente, debido a la forma en que se ejecutan estas sargas, directamente, “a la prima”.
En esta sarga se representa la fiesta del vino de San Martín. El 11 de noviembre, festividad del santo, se comía la oca de San Martín –coincidiendo con la matanza de otoño-. La víspera se degustaba el primer vino de la nueva estación, denominado vino de San Martín. Precisamente la coincidencia de la fiesta con el fin de la vendimia, en pleno otoño, asociaba con las celebraciones del santo una distribución de vino al pueblo, que tenía lugar fuera de las puertas de la ciudad.
De esta manera, pese a la presencia de san Martín a la derecha, no es un cuadro religioso ni una obra de devoción, aunque tampoco una escena de género. Lo que centra la representación es la celebración de la fiesta dedicada al santo tal como tenía lugar en Flandes y en los países germánicos en esa época, casi una bacanal, preludio del carnaval en los meses de invierno. Se pone de manifiesto en ella la tensión irónica entre la caridad de san Martín –vestido como un caballero a la moda desde el siglo XV- y los excesos de la fiesta que lleva su nombre.
Avanzado el otoño, con muchos árboles sin hojas, fuera de la puerta de la ciudad –arquitectura que recuerda la Puerta de Hal de Bruselas- y próximo a las casas de la campiña, se ha dispuesto en el centro un enorme tonel de vino, que Bruegel pinta de rojo, sobre un andamio de madera. En torno a él se amontonan personajes de muy distinta condición: hombres -jóvenes y viejos- y también mujeres -algunas con niños-, campesinos, mendigos, y ladrones, todos tratando de obtener la mayor cantidad posible de vino. Mientras algunos que han conseguido llenar sus recipientes tienen ya sus pies en el suelo, otros, en su intento por lograrlo, se abrazan a las vigas, se tumban sobre el tonel o se inclinan con evidente riesgo de caer para recoger un chorro del vino que sale del tonel en toda clase de recipientes, sin excluir sombreros o zapatos.
El efecto que logra Bruegel, que hace gala de su enorme maestría a la hora de componer y lograr encajar a todas las figuras –en torno a cien-, es el de una montaña formada por una humanidad que se deja llevar por la gula, una especie de Torre de Babel compuesta por bebedores. De forma intencionada, Bruegel opone el círculo que conforma el grupo central en torno al tonel de vino con la disposición piramidal, mucho más estable, del grupo en el que se reproduce la caridad de san Martín, a la derecha. La composición se completa en el lado opuesto, a la izquierda de la sarga, con las figuras que se dejan llevar por los efectos del vino.
El pintor plasma lo que les sucede a los que, al contrario que el santo, se han visto arrastrados por el pecado de la gula en lugar de por la virtud, como el personaje que está a punto de vomitar y el que yace en el suelo sin conocimiento sobre sus vómitos, los dos hombres peleándose o la mujer que ofrece vino a su bebé.
Restauración
Tras las primeras intervenciones que descubrieron la firma del pintor, fragmentaria y desgastada, así como los restos de la fecha en números romanos, “MDL […]“, Elisa Mora, responsable de esta restauración, continuó con el procedimiento para recuperar la textura original de la tela y eliminar los pliegues y abultamientos que se habían producido por los efectos de inadecuadas restauraciones. Se procedió a despegar los bordes añadidos del perímetro, liberar de estucos y repintes a la tela y eliminar los injertos colocados en rotos y agujeros.
Tras las primeras intervenciones que descubrieron la firma del pintor, fragmentaria y desgastada, así como los restos de la fecha en números romanos, “MDL […]“, Elisa Mora, responsable de esta restauración, continuó con el procedimiento para recuperar la textura original de la tela y eliminar los pliegues y abultamientos que se habían producido por los efectos de inadecuadas restauraciones. Se procedió a despegar los bordes añadidos del perímetro, liberar de estucos y repintes a la tela y eliminar los injertos colocados en rotos y agujeros.
Tras esta operación, se retiró el reentelado y la gacha que unía el forrado a la tela original con un sistema de humidificación controlada. Mientras se llevaba a cabo esta lenta y delicada tarea, también se reemplazaron los injertos antiguos por pequeñas piezas de tela muy semejantes a la original y se reforzaron todas las zonas debilitadas localizadas en el reverso. Para concluir el tratamiento del soporte, se adhirieron bordes en todo el perímetro y se colocó la sarga en un telar metálico para corregir las deformaciones. Sobre el bastidor, y antes de clavar la tela sobre él, se montó un “reentelado flotante” que sirve de apoyo y protección sin adherirse a la sarga original.
La reintegración de la capa pictórica se comenzó cubriendo las pérdidas de color de mayor tamaño con la finalidad de recobrar visualmente la composición, ajustando progresivamente su tonalidad, utilizando en éste retoque pigmentos aglutinados con resina. El color en este proceso se ha aplicado con una textura cercana a la que tuvo la obra, consiguiendo recuperar de esta forma el tono y luminosidad originales.
A medida que iba avanzando el proceso de limpieza, la composición, pese a su complejidad, se hacía cada vez más comprensible al ojo del espectador, se descubrían nuevos detalles e iba ganando en claridad tanto su conjunto como los grupos de figuras y recupera el paisaje profundidad y calidad la ejecución. Ahora la técnica de ejecución de Pieter Bruegel el Viejo al aplicar los contornos negros, y sus característicos toques de pincel se aprecia mejor.
Recursos como el dibujo del sombreado mediante trazos paralelos y cruzados para lograr el volumen de las figuras, como se ve en la madre con el hijo del extremo izquierdo de la composición. También se ha recuperado color, sobre todo los tonos rojos, que constituye un elemento de gran importancia compositiva en la obra, junto con los amarillos y los azules, siempre relevantes en las obras de Bruegel.
Pese a que Bruegel el Viejo pudo haber hecho un dibujo previo a la realización de esta composición “a la prima”, y así pintar con la seguridad que le caracteriza, no por ello dejó de introducir variaciones –aunque sean escasas-, que se aprecian al eliminar suciedad y barnices en la superficie pictórica. Sin duda el “arrepentimiento” más significativo que llevó a cabo en la fase de color es el que afecta al personaje que bebe en la zona superior de la cuba, en un principio, ocupaba menos espacio en profundidad, Bruegel había pintado a este personaje con una camisa blanca, después, al hacer más profundo el barril rojo, cubrió con este color el blanco de la camisa, que ahora se transparenta desde el fondo.
Además de éste, se pueden apreciar otros “arrepentimientos” de Bruegel en la fase de aplicación de color, como el desplazamiento del morro del caballo o la pezuña izquierda, que Bruegel varía retrasándola ligeramente.
Concluido el proceso de restauración –difícil y muy laborioso-, los resultados obtenidos han superado las expectativas más optimistas, al haber podido recobrar la textura y los colores originales. Gracias a ello, se ha podido recuperar esta obra maestra en la que Pieter Bruegel el Viejo ha hecho gala de su genialidad al idear y materializar esta composición.
Imágenes:
A. El vino de la fiesta de San Martín, antes de su restauración, a su llegada al Museo del Prado.
El vino de la fiesta de San Martín. Pieter Bruegel el Viejo. 1566-1567. Temple de cola sobre lienzo, 148 x 270,5 cm. Madrid, Museo Nacional del Prado
B. El vino de la fiesta de San Martín después de la restauración.
El vino de la fiesta de San Martín. Pieter Bruegel el Viejo. 1566-1567. Temple de cola sobre lienzo, 148 x 270,5 cm. Madrid, Museo Nacional del Prado
El vino de la fiesta de San Martín. Pieter Bruegel el Viejo. 1566-1567. Temple de cola sobre lienzo, 148 x 270,5 cm. Madrid, Museo Nacional del Prado
B. El vino de la fiesta de San Martín después de la restauración.
El vino de la fiesta de San Martín. Pieter Bruegel el Viejo. 1566-1567. Temple de cola sobre lienzo, 148 x 270,5 cm. Madrid, Museo Nacional del Prado
Más información www.museodelprado.es
Fundación Iberdrola entidad patrocinadora del Programa de Restauraciones
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