martes, 23 de julio de 2013
lunes, 22 de julio de 2013
Tàpies en la Bienal de Venecia
El universo de
Tàpies se despliega en la Bienal de Venecia
Lo intuitivo y
emocional ordenan una exposición de más de 200 obras en el Palacio Fortuny
Con la instalación
titulada Rinzen, súbito despertar en japonés, Antoni Tàpies (Barcelona,1923-2012)
ganó un León de Oro en la Bienal de Venecia de 1993. Era una contundente
protesta contra la guerra y la violencia en un momento en que el conflicto
yugoslavo vivía uno de sus peores momentos. Pero la relación del maestro
informalista con Venecia es muy anterior. En 1956 exhibió tres grandes pinturas
y dos años después, en 1958, volvió a participar y conocer a personas
esenciales en su vida: Eduardo Chillida, premiado en aquella 29 edición por su
escultura, el pintor Alberto Burri, el coleccionista Panza di Biumo, el
compositor Luigi Nono. Tápies, que coincidió entonces con su gran amigo Antonio
Saura, volvió con el premio de la UNESCO y de la Fundación David Brigh, dos
galardones que le ayudaron a hacer que su personalísimo lenguaje empezara a ser
conocido en todo el mundo.
En las vísperas de
la 55 edición de la Bienal, uno de los edificios más impresionantes de la
ciudad adriática, el Palazzo Fortuny ultima los preparativos de la gran
exposición, La mirada del artista que se abrirá al público el
1 de junio; una gran muestra de más de 200 obras que se mostrarán trenzadas con
la colección de Fortuny a lo largo de las tres plantas del edificio. Sin más
orden que lo intuitivo y lo emocional, los comisarios, su hijo Toni y la
crítica Natasha Hébert, tratan de reconstruir la esencia del universo del
artista catalán.
Sobre un complejo y
delicado montaje concebido por Axel Vervoordt para lograr una aproximación muy
personal potenciar el mundo de Tàpies,, la exposición tiene tres columnas
básicas llenas de ramificaciones. En la impresionante planta baja del palacio
se encuentran las obras de gran formato del artista, Hay cuadros monumentales
de todas las etapas, pero predominan las realizadas desde la década de los 80
hasta el final. Son piezas, que en su mayor parte proceden de su estudio
catalán.
Gran coleccionista y
amigo de muchos de los grandes artistas contemporáneos, su colección personal
es tan amplia como rica. Por un lado se agrupan muchas de las obras de arte
antiguo y primitivo que tanto le fascinaban, procedentes de distintas culturas,
épocas y continentes. Por otro, se despliegan pinturas y esculturas de artistas
a los que más admiraba: Picasso, Kandinsky, Arp, Rothko, Kline y, por supuesto
su Joan Miró. Considerado uno de los artistas mundiales más influyentes, son
muchos los creadores contemporáneos que se han sumado a este peculiar homenaje
veneciano: Anthony Caro, Günther Uecker, Antoni Llena, Perejaume, son algunos
de estos grandes nombres.
Ulls i creus en
vertical (2008)
jueves, 18 de julio de 2013
Brook
El teatro no es
el lugar idóneo para el debate
Permite vivir las
experiencias maravillosas y horribles que nunca hemos encontrado y que quizá
nunca encontraremos en la vida real. Ese es el gran valor del teatro. Lo dice
un maestro.
Tras casi un cuarto
de hora de perorata ininterrumpida, lúcida y pausada (teatro, religión,
política, filosofía, psicología...), Peter Brook frena en seco, corta su muy
fascinante diarrea verbal y pide perdón "por no saber ser más
conciso". Poco antes ha irrumpido entre las paredes oscuras del bar inglés
de un hotel francés, junto a la Ópera de París, tocado con un gorrete de
vagabundo y un gabán interminable, con bolsas de plástico colgándole de los
dedos vetustos y encarnados y esa mirada pequeña entre distraída e
inquisitorial, la mirada de un niño de 85 años.
En un francés
perfecto en el fondo y ultrabritánico en la forma, Brook (Londres, 1925) se ha
dirigido al camarero y le ha recordado que, el día antes, había reservado mesa,
"mi mesa", y al inicial "no me consta" del camarero
parisiense (camarero + parisiense = peligro), él le ha ofrecido una indignación
callada, como de esfinge antigua a punto de un cataclismo. El lapsus ha quedado
subsanado y el autor de creaciones escénicas que ya están en la historia del
teatro como ElaMahabharata, Tito Andrónico o La
tempestad ha tomado asiento, ha pedido un zumo de pomelo y se ha
prestado a una conversación en la que seguirle el ritmo acabará siendo
imposible misión. Peter Brook lleva más de 60 años de teatro dentro del zurrón.
Con 22 dirigió la Royal Shakespeare Company. En 1971 fundó en París el Centro
Internacional para la Investigación Teatral, y dos años después compró un viejo
teatro quemado del norte de la ciudad, Les Bouffes du Nord, donde sigue
preguntando al mundo y preguntándose sobre los porqués de nuestras atribuladas
existencias. De allí salió Eleven and twelve, una
desequilibrante reflexión acerca de la religión y sus excesos, el poder y sus
excesos, la tolerancia y sus carencias. Una obra inspirada en la figura del maestro
sufí Tierno Bokar, interpretada por toda una multinacional de actores
africanos, asiáticos, americanos y europeos (entre ellos el español César
Sarachu) y que aterrizará en las Naves del Español-Matadero de Madrid el
próximo 13 de mayo con motivo del Festival de Otoño en primavera.
¿Dónde sitúa
usted el punto exacto del poder de la religión, hoy en día, en el mundo?
Creo que, como todas
las cosas que en un momento dado acabaron convertidas en institución -el
Estado, la democracia, la tiranía, el fascismo, el comunismo...-, las
estructuras de la historia de la humanidad pueden crear monumentos, pero nunca
se acercan a lo que de verdad afecta a la vida. Bien, pues si tomamos la
palabra religión, podemos llegar a una conclusión: es la salsa que baña todo
aquello que significa destrucción en el mundo.
En efecto,
esos 'ismos' más el 'ion' de 'religión' parecen haber vertebrado nuestros males
pasados... y presentes. A través de la violencia, básicamente.
domingo, 7 de julio de 2013
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