La exposición “Gauguin y el viaje a lo exótico” se 
podrá visitar a partir del 9 de octubre. Hace más de seis años la exposición 
Gauguin y los orígenes del simbolismo (Museo Thyssen- Bornemisza y Fundación 
Caja Madrid, otoño 2004), dio a conocer el papel central de Paul Gauguin en la 
transformación del arte europeo, desde el impresionismo al simbolismo, a partir 
de un primitivismo inspirado en la cultura popular de Bretaña. Gauguin y el 
viaje a lo exótico arranca precisamente donde terminaba aquella muestra con la 
huida de Gauguin a Tahití, donde reconquistó el primitivismo por la vía del 
exotismo.
Gauguin y el viaje a lo 
exótico
Con la huida de Paul Gauguin a Tahití como hilo 
conductor, la muestra descubrirá de qué forma el viaje hacia mundos 
supuestamente más auténticos produjo una renovación del lenguaje creativo y en 
qué medida esta experiencia condicionó la transformación de la modernidad.
Gauguin y el viaje a lo exótico recorrerá un 
itinerario que comienza con las experimentaciones artísticas de Paul Gauguin en 
los Mares del Sur y continúa con las exploraciones de artistas posteriores como 
Emil Nolde, Henri Matisse, Wassily Kandinsky, Paul Klee o August Macke, con el 
objetivo de dar a conocer la impronta de Gauguin en los movimientos artísticos 
de las primeras décadas del siglo XX.
Comisariada por Paloma Alarcó, jefe de Conservación de 
Pintura Moderna del Museo Thyssen-Bornemisza, la exposición presentará 111 obras 
cedidas por museos y colecciones de todo el mundo como la Fondation Beyeler de 
Basilea, el Albertina de Viena, el Bellas Artes de Budapest o la National 
Gallery of Art de Washington y préstamos de especial relevancia como las obras 
de Paul Gauguin Matamoe (Muerte.Paisaje con pavos reales) (1892) del State 
Pushkin Museum of Fine Arts de Moscú; Dos mujeres tahitianas (1899) del 
Metropolitan Museum of Art de Nueva York o Muchacha con abanico (1902) del 
Museum Folkwang de Essen. También destaca la contribución de la Fundación Nolde 
que ha prestado seis acuarelas del artista de la serie Nativos de los Mares del 
Sur (1913-1914) o del Centre Pompidou de París con una importante representación 
de obras del legado Kandinsky.
Primitivismo y 
modernidad
Gauguin y el viaje a lo exótico se enmarca en el contexto del debate en torno al primitivismo en el arte moderno.
Gauguin y el viaje a lo exótico se enmarca en el contexto del debate en torno al primitivismo en el arte moderno.
El interés de los artistas por explotar sus 
posibilidades formales y su potencial antimimético – esencial en la evolución de 
los lenguajes artísticos de las vanguardias– se abordará en esta exposición 
desde un nuevo enfoque: el de la experiencia viajera a lo exótico en el contexto 
del cosmopolitismo colonial.
El interés de los artistas por viajar a tierras lejanas 
surgió a finales del siglo XVIII fruto de la pasión romántica por la aventura y 
de la curiosidad científica de los ilustrados.
El viaje artístico al norte de África comenzó a 
complementar al hasta entonces obligado Grand Tour y lo exótico pasó a ser 
considerado no sólo un estímulo para la imaginación artística, sino también una 
nueva forma de enfrentarse a la vida. A finales del siglo XIX, el creciente 
escepticismo en la sociedad moderna desató un deseo irrefrenable de recuperar la 
inocencia, de rencontrarse con el propio yo fuera de los convencionalismos 
occidentales.
Ese sentimiento excitó el deseo de viajar a los 
confines con la esperanza de encontrar en los lejanos paraísos no contaminados 
la última oportunidad de salvación. Si hay un artista que personifica mejor que 
ningún otro este impulso es Paul Gauguin.
La exposición se ha organizado en ocho capítulos 
con un itinerario cronológico y temático: 
El recorrido arrancará con la 
obra de Eugène Delacroix Mujeres de Argel en un interior (1849). Delacroix es 
uno de los primeros artistas en viajar al norte de África y también un precursor 
en el modo de concebir la obra de arte como producto de la imaginación 
creadora.
El movimiento rítmico y el seductor colorido de 
sus representaciones de Oriente, serán un precedente fundamental para los 
artistas de la modernidad. Las escenas de indolencia femenina como Paran api 
(¿Qué hay de nuevo?) (1892) del periodo tahitiano de Gauguin reflejan la 
influencia del pintor romántico francés.
La breve pero intensa estancia de Gauguin, junto 
al pintor Charles Laval, en Martinica en 1887, supuso un giro transcendental en 
su carrera.
Esta primera experiencia artística ante la 
espesura tropical y el encanto de las gentes de la isla, cambiará 
definitivamente su lenguaje pictórico que tomará forma propia en obras como el 
famoso Idas y venidas, Martinica (1887) que da título a este capítulo.
Paraíso tahitiano
En Oceanía, Gauguin se volcó en la representación de la 
deslumbrante naturaleza y de la cultura maorí, en proceso de desaparición. Con 
su particular estilo sintetista, construido mediante grandes superficies de 
color y un profundo contenido simbólico y mítico, pinta Matamoe (Muerte con 
pavos reales) (1892), Dos mujeres tahitianas (1899) o Mata mua (Érase una vez) 
(1892).
En todas ellas la exuberancia salvaje de la isla 
se convierte en una utópica Edad de Oro cargada de fragancias y explosiones 
cromáticas.
Pero los trópicos son lugares en donde el Paraíso 
y la perdición están muy próximos y, tras un progresivo deterioro de su salud 
física y mental, las composiciones de Gauguin se vuelven más misteriosas y 
siniestras. El deseado Paraíso tahitiano se convierte en el Paraíso perdido.
Bajo las palmeras
El mundo de la jungla se convirtió en uno de los 
motivos recurrentes de la temática modernista. Ese universo bajo las palmeras 
proporcionaba un contrapunto que desbordaba los límites del lenguaje artístico 
vigente y un medio para superar la crisis de valores estéticos, morales y 
políticos.
En las obras de Paul Gauguin, Henri Rousseau, 
Henri Matisse, Emil Nolde, Max Pechstein, August Macke o Franz Marc la relación 
con la naturaleza salvaje, real o imaginaria, se convirtió en el modo idóneo de 
recuperar la inocencia y la felicidad, el verdadero sentido del arte.
El artista como etnógrafo
La atracción por lo exótico se pone de manifiesto en 
una nueva relación de los artistas con la etnografía. Como defendía el etnógrafo 
francés Victor Segalen (1898-1919): “no nos preciemos en asimilar las 
costumbres, las razas, las naciones, de asimilar a los demás; sino por el 
contrario, alegrémonos de no poder hacerlo nunca; reservémonos así la 
perdurabilidad del placer de sentir lo Diverso”.
Gauguin y los pintores expresionistas se 
sintieron atraídos por la “incomprensibilidad eterna”, la extrañeza irreductible 
de las culturas exóticas, de sus costumbres, de sus rostros, de sus lenguajes. 
Muchacha con abanico (1902) de Gauguin o la serie de Emil Nolde sobre los 
nativos de los Mares del Sur (1913-1914) revelan la mirada “estética” que 
establecieron frente al Otro.
Gauguin, el canon exótico
Paul Gauguin, el tránsfuga de la civilización, el 
artista mítico que se hizo salvaje para encontrar una nueva visión para el arte, 
se convirtió en los primeros años del siglo XX en el nuevo canon para los 
expresionistas alemanes, los primitivistas rusos y los fauves franceses.
Mientras que muchos de ellos, como Ernst Ludwig 
Kirchner, Erich Heckel o André Derain estudiaron el arte primitivo en los museos 
etnográficos, otros, como Emil Nolde o Max Pechstein, se embarcaron hacia 
tierras lejanas en busca de lo exótico. Por otra parte, las diversas 
exposiciones de Gauguin que se celebraron tras su muerte en 1903, sirvieron para 
dar a conocer las innovaciones de su pintura a las nuevas generaciones de 
artistas.
La luna del sur
A comienzos del siglo XX los artistas que viajaron al 
norte de África perseguían un nuevo lenguaje basado en la luz y el color. La 
experiencia estética de Wassily Kandinsky, durante un viaje a Túnez en 1905, le 
descubrió una pintura de factura más experimental y un colorido más brillante 
que sería esencial para el desarrollo de la abstracción. Diez años después, 
August Macke y Paul Klee lograron la liberación de la forma y del color.
El propio Klee, consciente de ello, dejó escrito 
en su diario: “Cuando la clara luna del norte se levante, me recordará esta 
noche como reflejo mortecino y me servirá una y otra vez de advertencia. Será 
como mi novia, como mi otro Yo. Un estímulo para encontrarme. Yo mismo, soy la 
salida de la luna del sur”.
Tabú. Matisse y Murnau
La exposición se cerrará con la estancia de Henri 
Matisse en la Polinesia francesa en 1930 donde coincide con el rodaje de Tabu 
(1931) del director de cine expresionista alemán F.W. Murnau. Si Gauguin había 
planeado su viaje como una huida de la civilización, Matisse lo había proyectado 
como un viaje de placer, pero terminó convirtiéndose en el punto de arranque de 
una nueva etapa artística.
Los recuerdos y ensoñaciones de Tahití se 
tradujeron en las experimentaciones de sus años finales con los papiers 
découpés, reverenciados como la culminación de su carrera, y también en el 
último soplo de la utopía de las vanguardias.
Datos de 
interés:
Gauguin y el viaje a lo exótico.
Museo Thyssen-Bornemisza, Paseo del Prado 8. 28014, Madrid
Gauguin y el viaje a lo exótico.
Museo Thyssen-Bornemisza, Paseo del Prado 8. 28014, Madrid


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