sábado, 12 de enero de 2013

Huidobro

Un siglo de vanguardia con Huidobro

Cuatro poetas recuerdan al autor chileno en los cien años de ‘La gruta del silencio’, el poemario que lo confirmó como un gran renovador de la poesía hispanohablante

 
 

Vicente Huidobro en un dibujo de Pablo Picasso.
 
Leía un libro lleno de jugo de lirios,/ De gotas de sangre,”, así empieza el poema El libro del silencio de Vicente Huidobro, uno de los primeros poetas latinoamericanos que se abrió paso en la jungla literaria del aún nuevo siglo XX con palabras, versos y formas vanguardistas que innovaron la poesía en español. Y puso a Chile en el mapa de la literatura universal. Nacido en Santiago de Chile en 1893 y muerto en la Cartagena de su país en 1948, Huidobro fue uno de los pioneros del creacionismo. Aunque hace su debut en 1911 con Ecos del alma, es hace un siglo, en 1913, con tan solo 20 años, cuando se revela como una voz renovadora y singular en el libro La gruta del silencio, del que forma parte el poema que abre este artículo, aunque su fama y popularidad se inmortalizarían en 1931 con Altazor.

Sobre su importancia y la estela de su poesía, cuatro poetas españoles miran la obra del autor chileno y crean una suerte de prisma literario para apreciar mejor su poética:
Origen y creacionismo, por José Manuel Caballero Bonald, premio Cervantes: “Escribir con apenas veinte años un libro como La gruta del silencio tiene algo de prematura afirmación de la singularidad. Así lo atestiguó Vicente (García) Huidobro (Fernández) hace ahora un siglo y así se acredita hoy todavía. Aunque la inocencia hereditaria del modernismo predomina obstinadamente en esos poemas, ya se insinúa de pronto esa tentativa principal de la poesía de Huidobro: la de sondear en lo desconocido en busca de lo nuevo, un empeño que venía de Baudelaire y conduciría al creacionismo. Pero en La gruta del silencio, y sobre todo en la serie de cuartetos alejandrinos que jalonan el libro, se advierte todavía esa tonalidad simbólicamente visual que proviene del culto a la belleza de los parnasianos. Tal vez pueda afirmarse que el autor de Altazor, poeta atrabiliario, aturdido por la egolatría, experto en enigmas, ya intuía en 1913 que ‘toda poesía es un desafío a la razón”.
Cosmopolitismo y universalidad, por Juan Antonio González Iglesias: “Un siglo es una unidad de medida poética que empieza a mostrar las cosas con exactitud. La gruta del silencio aparece ahora como un libro renovador en lengua española que pertenece al imperio literario francés. Verlaine, Baudelaire y Mallarmé son sus modelos, aunque habría que tirar del hilo sutil que conecta a Huidobro con Góngora. (pienso en “rasgando nubes y segando estrellas”). Cosmopolitismo y universalidad son dos valores que hacen que el Nuevo Mundo tenga una nueva poesía. Sin desarraigarse de la tradición grecolatina (hay memoria de Horacio en “el desprecio brutal hacia las turbas”) y cristiana. Es curioso que se defina como “poeta por la gracia de Dios”, en latín más de Virgilio que de la Iglesia, "Dei gratia vates". Más allá de los ismos importa la fuerza de la metáfora. Me llaman la atención los instantes costumbristas en un proyecto tan cosmopolita. Lo definitivo es la determinación con que está escrito el libro, con la fuerza de un gran poeta que escribió sabiendo que lo era, en un época en la que todavía había sacralidad poética, eso se respeta en cada página. En LGDS no sólo está el Huidobro futuro, sino el futuro, cosa que sucede en todo libro poético audaz. Por eso le dice a su hija ‘sé tú misma con toda tu aristocracia / la gran aristocracia de los bosques”.
Vanguardia y rivalidad, por Antonio Colinas: “Es curioso que el centenario de un libro como La gruta del silencio, de Vicente Huidobro, coincida con el de su caligrama Triángulo armónico, que ya tempranamente nos habla de qué visión poseía él -en forma y fondo- de la poesía. Siempre tendremos presente su rivalidad con Neruda, pero a Huidobro no se le puede negar ese afán de que la poesía sea algo más que una mera copia de la realidad, que un testimonio fotográfico de ella. Su provocador deseo (algo que, a veces, se nos recuerda desde Platón) de que el poeta es “un pequeño dios” y el verso una llave que “abre mil puertas”, nos hablan de su original y fecundo radicalismo; ese mismo radicalismo que ha hecho de él el primer vanguardista de nuestra lengua. Aunque he sido un apasionado lector del mejor Neruda, nunca he dejado de reconocer estos méritos de la poesía de Huidobro, ese tipo de poeta-revulsivo que a veces tan necesario es en ese mundo de las poéticas de lo plano y lo simple que, a veces (¿por vagancia creativa?) tanto gustan en nuestros días”.
Precursor y polemista, por Luis García Montero: “Si respetamos la lógica vanguardista que tanto propagó, Vicente Huidobro no podrá enfadarse conmigo cuando afirmo que, sobre todo, me parece un gran precursor. Sus libros forman parte de ese afán de renovación que sirvió para alumbrar procedimientos líricos y voluntades metafóricas muy características del primer tercio del siglo XX. Quien falsificó fechas de libros para ser el más adelantado, no puede incomodarse con el grado de precursor. No discuto que tenga poemas importantes, pero su valor real se debe al papel histórico que jugó dentro de la evolución de la poesía hispánica. Otros se encargarían en darle largo recorrido a lo que fueron golpes cubistas de ingenio y callejones sin salida. Como Huidobro fue también un gran polemista, no le importará que yo mantenga vivas sus polémicas y confiese de forma clara que soy más de Neruda”.
La herencia de Huidobro la ha recogido la Fundación Banco Santander en un volumen con lo mejor de su poética bajo el título Vicente Huidobro. Poesía y creación. La selección y el prólogo corren por cuenta del hispanista italiano Gabriele Morelli, que rescata un poema inédito y una carta a Federico García Lorca. Un recorrido por las ideas y vericuetos poéticos a los que hoy se rinden homenaje. Un asomó a La gruta del silencio, escrita hace un siglo, se aprecia en poemas como este:
 
El libro silencioso
"Leía un libro lleno de jugo de lirios,
De gotas de sangre,
De un helado sudor martirio,
De un susurro de tarde.
Las palabras, reptiles de la gruta del alma,
Se retorcían de dolor y de espanto,
Se enroscaban y huían a través de las páginas
Y ante el blanco
Silencio salmodiaban un canto.
Era un libro empapado de un milagro doliente,
Los misterios en él se cruzaban,
Se caía a las manos la frente,
Se morían de tarde las almas.
A la orilla del libro me acerqué yo una tarde
Y aspiré de sus lotos el perfume amargado,
Y vi en su remanso las gotas de sangre,
Y escuché el dialogar de los astros.
Allí vi el modo de pasarme a solas
Los sesenta fastidios de la hora,
Y vi cómo se mece en el Recuerdo
El lirio azul de los ideales muertos.
Este libro es un libro, poeta enigmático,
Es tu libro que vierte la luz del ocaso,
Higuera que da sombra, en el camino grave,
Como una tristeza de madre".
Una de las personas que mejor define la obra de Huidobro, como recuerda Morelli, en la introducción del libro, es precisamente su compatriota Pablo Neruda, que dijo: “Huidobro es un poeta de cristal. Su obra brilla por todas partes y tiene una alegría fascinadora. En toda su poesía hay un resplandor europeo que él cristaliza y desgrana con un juego pleno de gracia e inteligencia. Lo que más me sorprende de su obra es su diafanidad. Este poeta literario que siguió todas las modas de una época enmarañada y que se propuso desoír la solemnidad de la naturaleza, deja fluir a través de su poesía un constante canto de agua, un rumor de aire y hojas y una grave humanidad que se apodera por completo de sus penúltimos y últimos poemas”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario