Hans Werner Henze (1926-2012): entre la música y el compromiso
No es fácil definir o hacer una síntesis del vasto legado musical de un gigante musical como lo fue el alemán Hans Werner Henze,
uno de los indiscutibles autores musicales del siglo XX y parte del
XXI. Lo que sí es incuestionable es que Henze, fallecido el pasado 27
de octubre, es uno de los compositores alemanes más importantes de la
segunda mitad del siglo veinte, sino el que más. Pero si hay que resumir
en alguna frase o palabra a este gran pensador musical, desde el diario
conservador español ABC lo dejaban bien claro y sin titubear, señalando
a Henze como “el Einstein de la ópera en el siglo XX”, mientras que el compositor español Jorge Fernández Guerra hablaba del alemán en términos de “músico total”. Por su parte, Arturo Reverter señalaba de Henze “la maestría con la que estaba manejada su orquesta, de enormes medios, pero tratada con
una sutileza sensacional; del refinamiento y de la transparencia que
conseguía de ella, de la riqueza de matices que despide, de la claridad
de las líneas, de la delicadeza de los conjuntos, trabajados con la
minuciosidad de un orfebre; de la emoción, del lirismo, que se
desprenden de todo ello”.
Dentro de la música contemporánea (la que va desde la Segunda Escuela de Viena
hasta hoy) se puede decir que Henze fue un personaje “inclasificable”,
sin que su pensamiento musical se adhiriera a movimiento alguno o a un
género musical concreto. Para sus coetáneos, no era suficientemente, en
lo musical, arriesgado. Le faltaba ese grado de “anarquía” que, según el
erudito Theodor Adorno, debían impregnar sus pentagramas. Henze,
pues, navegó a contracorriente de las modas y modismos experimentales
impuestos por el dodecafonismo sonoro y la atonalidad, optando por
buscar más en la tradición del neoclasicismo o ahondar en el lenguaje
musical stravinskiano. Y es que, para Henze, las moderneces
quedaban para otros, quizás más enfrascados (o atascados) en batallas
sobre qué derroteros estilísticos debía de tomar la música culta tras la
defunción del romanticismo (con sus tardocomposiciones de los primeros
años del siglo pasado) y la aparente consolidación del modelo musical
dodecafónico. Así pues, para esos supermodernos progresistas (en lo
musical) Henze era una especie de “antigualla” por aquello de que el
alemán seguía componiendo óperas largas y obras sinfónicas de matices y
colores sospechosamente poco vanguardistas. No era bien visto por los
epígonos o capitostes más sobresalientes del “avant-garde” sonoro como Pierre Boulez, Luigi Nono o ese petardo de Karl Heinz Stockhausen,
cuyas obras, en general, me resultan lo más parecido a esperpénticos
proyectos de algaradas musicales. Ahora bien, debe de quedar claro que
si no te gusta la música culta de la segunda mitad del siglo XX, Hans
Werner Henze tampoco será un compositor de tu agrado.
Para seguir leyendo:
http://uraniaenberlin.com/2012/11/12/hans-werner-henze-1926-2012-entre-la-musica-y-el-compromiso/
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