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ELENA HEVIA
BARCELONA
BARCELONA
Mientras se ponía en marcha la cuenta atrás de esa supuesta profecía maya que vaticinaba el fin del mundo, el escritor mexicano Juan Villoro se aplicaba en escribir Arrecife (Anagrama), una novela que trenza su historia sobre las utopías perdidas de la contracultura, la espectacularización de la violencia y las amistades redentoras. Todo ello situado en el acalorado marco caribeño de un resort imaginario donde trabajan el exmúsico de rock Tony Góngora y su viejo colega Mario Müller y donde los turistas se alojan para recibir emociones al límite, símbolo de la peligrosidad desbordante que atenaza el país.
-Asegura que, en el origen de sus ficciones, siempre hay una imagen. ¿Cuál es la que ha provocado esta novela?
-Imaginé a dos personas frente al mar. Uno ha olvidado muchos detalles de su vida y el otro le está ayudando a recuperarlos. De pronto, surge la duda de si esos recuerdos son reales o si el amigo está aprovechando la circunstancia para implantarle su propia memoria. Mi pregunta como novelista es ¿por qué lo hace? ¿Para qué lo está preparando?
-Si te acuerdas de los años 60 es que no estuviste ahí. Eso nos lleva al tema de las drogas.
-Eso es, Góngora tomó tantas drogas que se borró su memoria.
-También introduce el tema de la contracultura tan vinculada al rock.
-El rock forma parte de mi propia experiencia. Yo llevé un programa radiofónico de rock y formé parte de un grupo. Creo en la migración de la contracultura, pese a que se la considera una serie de sueños fracasados. Resumiendo, la liberación sexual desembocó en el sida, la vida en la naturaleza de los hippies en la destrucción del entorno, la necesidad de transformar la sociedad en el terrorismo, el rock en el márketing. Lo cierto es que la mayoría de los inventores de Silicon Valley provienen del San Francisco de los 70, así que lo que no pudieron cumplir a través de las drogas lo están haciendo ahora a través de las nuevas tecnologías y la realidad virtual.
-¿La Pirámide, ese resort para europeos y norteamericanos aburridos, podría ser una metáfora del México actual?
-Claro. La violencia existe allí en una doble faceta. Como realidad, por supuesto, y como representación. Esos turistas necesitan una realidad en la que exista la posibilidad de que te secuestre una guerrilla. Eso da verosimilitud a ese peligro recreativo en el umbral de la realidad o la fantasía.
-Hay en la novela una reflexión sobre la violencia en México y sobre cómo esta es presentada a la opinión pública.
-En mi país hemos tenidos en los últimos cinco años más de 50.000 muertos en la llamada guerra del narcotráfico. La idea de violencia ya no se sitúa en una realidad paralela a la que solo tienen acceso los mafiosos y se ha ampliado a todos los ciudadanos, que pueden formar parte en cualquier momento de un daño colateral.
-La violencia se hecho más visible. ¿Es eso?
-Y para ello es cada vez más elaborada. Los grupos criminales han diseñado firmas de autor. Por ejemplo, envuelven a las víctimas en mantas, son los llamados encobijados. Otros meten a los cadáveres en maleteros, los encajuelados. Otros decapitan. A otros se les hace la corbata colombiana, que es sacar la lengua por la tráquea. En fin, que no solo se despliega una gran violencia sino también su representación.
-Y eso va calando en la sociedad.
-Buena parte de la vitalidad económica del país procede del narcotráfico. Ese desarrollo ha provocado un deterioro social y moral muy potente. Hay una sombra intermedia donde se cruza la sociedad mexicana y el narcotráfico. En esa zona hay empresas de lavado de dinero, gente que cobra del narcotráfico pero no lo sabe y gente que aprovecha este clima para formas de representación que pueden ir desde la novela hasta un resort en el Caribe.
-¿Cuáles son sus límites como autor a la hora de abordar el tema?
-Siempre puede haber el escritor que se aproveche con afán sensacionalista. Yo sé que si escribiera un libro sobre el narcotráfico, de forma pura y dura, las posibilidades de circulación serían mayores. De hecho, he recibido ofertas de editores porque es un tema rentable y con mucho morbo.
-Sin embargo, la responsabilidad final le lleva a escribir.
-Sería indigno no dar cuenta de un derramamiento de sangre y del desgaste y la descomposición de una sociedad, pero al mismo tiempo el narrador debe preservar incluso en medio del infierno una ventana hacia lo que no es infierno. Se deben crear posibilidades de placer, felicidad y humor. En México pasamos con gran facilidad del Carnaval al Apocalipsis y en ocasiones confundimos ambas categorías y ya no sabes si estás en uno o en otro. Así que he querido mostrar cómo en medio del caos se pueden construir lazos solidarios entre las víctimas.
-El apocalipsis, maya o no, tiene mucho que ver con el clima de su novela.
-La pulsión de esos turistas que han reservado para el próximo diciembre todos los hoteles de Yucatán, no para evitar el fin del mundo sino para verlo en primera fila, es un buen material literario. Cuando aquello termine, unos regresarán a sus países y se divorciarán, otros se dedicarán a causas filantrópicas, otros darán en adopción a sus perros, otros cambiarán de sexo. La literatura lo que hace es imaginar las causas personales de todos ellos.
Me he permitido enlazar este blog que sigo via rss a un premio a blog minoritarios.
ResponderEliminarPues gracias por la iniciativa. Saludos cordiales.
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