http://blogs.elpais.com/sin-titulo/2012/04/zona-maco-m%C3%A9xico-entre-delfines-y-sirenas.html
Por Ángela Molina
A los elogios tan exageradamente concedidos a ARCO-Madrid en su versión casi fenecida para la mayoría de galeristas y coleccionistas, se contrapome la naturalidad y discreción con que la feria de arte contemporáneo ZONA MACO se desarrolla estos días en el D. F. La feria de Ciudad de México es la más importante de Latinoamérica, y en su octava edición rebosa una vitalidad no exenta de cautela. Un formato abarcable permite pasear por los stands con una serenidad de cielos despejados, sin nubarrones que avisen del descalabro institucional. Se trata de una feria privada -que cuenta con el apoyo cada vez mayor del Gobierno del Distrito Federal- que acoge a 115 galerías internacionales (15 españolas) y que goza de muy poca difusión mediática, un alivio para el mercado, tan poco adicto a los remordimientos.
En ZONA MACO el encuentro con el arte latinoamericano es casi oceánico, arrastrado por los delfines Kurimanzutto y OMR (D.F.), con otros peces no menos ágiles, como Lisson Gallery y Max Wigram (Londres), Galleria Continua (San Gimignano), Friedrich Petzel (Nueva York), Thomas Schulte (Berlín) y La Caja Negra (Madrid). El nivel de sus stands es razonable, aunque si se midiera el éxito de una feria por la cantidad de piezas susceptibles de acabar en importantes colecciones públicas, entonces ya no cabría hablar de delfines sino de sirenas. Porque en el saneamiento de la orilla, finalmente encontraríamos muy pocos, escasísimos nombres de calidad, como el siempre discreto y vehemente Henrique Faría (Nueva York), que presenta el diario de viaje de Carlos Ginzburg por tierras mexicanas en 1980, narrado en 21 paneles fotográficos. En otro stand de la sección Zona MACOSUR, (comisariada por Patrick Charpenel) el mismo Faría ha desplegado la biblioteca del artista Emilio Chapela, en Homenaje a Roland Barthes. Otra particularidad la pone Patricia Esquivias (Murray Guy, Nueva York) en sus vídeo-relatos dedicados al floklore español. El artista mexicano Pedro Frideberg hace una crítica al desbordamiento sin control de las casas baratas en D. F., en su cuadro escultura El infonavit de las cucarachas (Galería GAM, D.F.). Los Spoerri de la galería Krinzinger de Viena (sus famosas mesas después del ágape) fechados entre 2009 y 2010, demuestran la improbabilidad de que se rehabilite con éxito una obra que pertenecía a una época, y sólo a esa.
El modelo de ZONA MACO sobrevivirá a pesar de los malos años que nos esperan y a pesar, también, de su inédita y delirante sección de diseño, 12 galerías mexicanas en un despliegue de barroquismo y vulgaridad.
La feria mexicana encara la crisis con curiosidad, burla y farsa. Sabe que tiene su espacio preeminente en el mercado del arco latino pero ayudará a que otras (Bogotá, Buenos Aires) se hagan también un sitio. Resume la esencia de un proyecto continental, de una región del mundo que siempre ha abogado por una versión flexible e inacabada de un arte que explique por qué el trabajo del artista es valioso para la sociedad.
En ZONA MACO el encuentro con el arte latinoamericano es casi oceánico, arrastrado por los delfines Kurimanzutto y OMR (D.F.), con otros peces no menos ágiles, como Lisson Gallery y Max Wigram (Londres), Galleria Continua (San Gimignano), Friedrich Petzel (Nueva York), Thomas Schulte (Berlín) y La Caja Negra (Madrid). El nivel de sus stands es razonable, aunque si se midiera el éxito de una feria por la cantidad de piezas susceptibles de acabar en importantes colecciones públicas, entonces ya no cabría hablar de delfines sino de sirenas. Porque en el saneamiento de la orilla, finalmente encontraríamos muy pocos, escasísimos nombres de calidad, como el siempre discreto y vehemente Henrique Faría (Nueva York), que presenta el diario de viaje de Carlos Ginzburg por tierras mexicanas en 1980, narrado en 21 paneles fotográficos. En otro stand de la sección Zona MACOSUR, (comisariada por Patrick Charpenel) el mismo Faría ha desplegado la biblioteca del artista Emilio Chapela, en Homenaje a Roland Barthes. Otra particularidad la pone Patricia Esquivias (Murray Guy, Nueva York) en sus vídeo-relatos dedicados al floklore español. El artista mexicano Pedro Frideberg hace una crítica al desbordamiento sin control de las casas baratas en D. F., en su cuadro escultura El infonavit de las cucarachas (Galería GAM, D.F.). Los Spoerri de la galería Krinzinger de Viena (sus famosas mesas después del ágape) fechados entre 2009 y 2010, demuestran la improbabilidad de que se rehabilite con éxito una obra que pertenecía a una época, y sólo a esa.
El modelo de ZONA MACO sobrevivirá a pesar de los malos años que nos esperan y a pesar, también, de su inédita y delirante sección de diseño, 12 galerías mexicanas en un despliegue de barroquismo y vulgaridad.
La feria mexicana encara la crisis con curiosidad, burla y farsa. Sabe que tiene su espacio preeminente en el mercado del arco latino pero ayudará a que otras (Bogotá, Buenos Aires) se hagan también un sitio. Resume la esencia de un proyecto continental, de una región del mundo que siempre ha abogado por una versión flexible e inacabada de un arte que explique por qué el trabajo del artista es valioso para la sociedad.
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