Enrique Vila-Matas
"Aún no sé si quiero ser antiguo o postmoderno"
La respuesta sigue estando en el viento. Entre Bob Dylan, los fantasmas del futuro y un Archivo General del Fracaso, Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948) ha construido 'Aire de Dylan', que lanza Seix Barral el próximo martes: un homenaje al mundo del teatro y una crítica a la posmodernidad a través de la relación de un padre muerto y su hijo, en el que no faltan ni el humor más descarnado ni la más alta literatura.
Recuerda Enrique Vila-Matas, sentado en una cómoda butaca roja con vistas a su mesa de trabajo, donde el ordenador sigue encendido y probablemente muestre la imagen de un gato de piedra, que cuando tenía “cuatro o cinco años” se cayó de un camión de bomberos imaginario. “Jugaba a ser todos los bomberos, tan pronto era el conductor del camión como el último bombero. Y para cambiar de papel tenía que dar un salto. Así que estuve dando saltos hasta que me caí y me abrí la cabeza”, dice Vila-Matas. A continuación se señala la frente. Señala una herida de guerra infantil del tamaño de una moneda. Sólo tenía “cuatro o cinco años”, y ya jugaba a ser un puñado de otros.
-¿Pasión incontrolada, infantil, por la multiplicidad, ese ser muchos para no ser uno mismo, como la que alienta al protagonista, al escritor y padre muerto, de su última novela?
-Uno nunca sabe quién es. Ni siquiera quién quiere ser. Al menos es así en mi caso. ¿Me gustaría llegar a saber realmente quién soy, o prefiero continuar así y ser muchos? ¿Quiero ser antiguo o postmoderno?
Se encoge imperceptiblemente de hombros y dice: “Es una posibilidad, puede que sea uno de los últimos modernos”.
Eso aproximadamente piensa de sí mismo Juan Lancastre, uno de los protagonistas de Aire de Dylan (Seix Barral), un escritor muerto que resulta ser un fitzgeraldiano Hamlet postmoderno; mientras que en el relato, una velada trama negra, con asesinos y asesinados, sustituye a la metaliteratura (sí, hay citas, pero son frases-motor, frases gasolina, que ponen en movimiento al en apariencia perezoso protagonista, a Vilnius, el hijo de una leyenda literaria, paralizado por la sombra de su gigantesco padre, el ya citado Lancastre), en una historia que dialoga con algunos de sus primeros libros. “En concreto -dice Vila-Matas-, dialoga con el joven que escribió Historia abreviada de la literatura portátil, con algunas de las ideas de aquel libro que giraba en torno a una sociedad secreta”. Una sociedad secreta que homenajea, con su nombre (se llama “Aire de Dylan”, como la novela que la contiene), a la gota de cristal con aire de París que Duchamp construyó para regalar a unos amigos y a la que llamó Aire de París. Una sociedad secreta perezosa, que se contenta con “tener una idea al día”, sin llevarla a cabo...
-¿Con tener la idea, sin más, y no hacer nada, es suficiente?
-No critico su actitud, me gusta. Incluso la envidio. Huir del esfuerzo, convertirse en Oblomov, el paradigmático personaje de una novela de Goncharov, un joven y desvalido aristócrata que es incapaz de hacer nada con su vida. Sólo duerme, bosteza y lee de vez en cuando. Es el indiferente a la vida por excelencia.
¿Y si el inadaptado es el narrador?