sábado, 13 de abril de 2013

Jazz - Los mejores discos 2012 (según www.cuadernosdejazz.com)

LOS MEJORES DISCOS de 2012 (I) ImprimirE-mail

Centennial: Newly Discovered Works of Gil Evans
Ryan Truesdell
(ArtistShare)

Director de Orquesta y copista de la banda de Maria Schneider, Ryan Truesdell concibió su homenaje al centenario de Gil Evans como un proyecto del sello ArtistShare. Una vez que la familia del músico canadiense le granjeó el acceso a sus documentos, Truesdell encontró cincuenta piezas y arreglos nunca antes grabados, diez forman Centennial: Newly Discovered Works of Gil Evans, algo más que lo que ya es en sí un excepcional trabajo de recuperación. Truesdell no ha construido en él un frankenstein histórico que respire aire de segunda mano sino -ya desde su portada, unas extensísimas y muy detalladas notas que se leen con inmenso placer, y un cuidado desmesurado en grabación y mezclas (el sonido de bajo(s) y percusiones es derritiente)– una auténtica labor de devoción que cubre buena parte de la obra de Evans con tanta fidelidad a la letra como espacio para la exposición individual.
El interés y valor intrínseco de cada pieza puede variar pero hay cortes muy valiosos que añadir al catálogo de Evans, si se quiere alguno acaso con la consideración de “marginalia” (puede que el arreglo de La Violetera haga arquear las cejas a más de uno), pero una uniforme excepcionalidad en las interpretaciones. De entre los primeros cabe señalar el extraordinario Punjab que abre el álbum –originalmente a incluir en Out of the Cool-, con las tablas de Dan Weiss y solos de primera de Frank Kimbrough y Steve Wilson; la versión completa de Barbara Song, un prodigio de tintes tonales, o la unión de Waltz -Variation on the Misery- So Long, ambos cortes con un muy bluesy Joe Locke. La última, otro prodigio de movimiento interno, con un explosivo solo de Donny McCaslin. Es fácil escoger estos tres cortes pues son los más extensos pero los hay más breves de igual consideración: el muy sedoso Look to the Rainbow originalmente destinado a Astrud Gilberto y aquí interpretado por una ensoñadora Luciana Souza sobre una nube de maderas y con una línea de contrabajo como segundo solista, o Birth of the Cool Dancing on a Big Great Rainbow.
Un trabajo cimero en dirección, solos de altura de, además de los citados, Greg Gisbert, Scott Robinson o Jay Anderson, y sonido espectacularmente suntuoso completan un disco que exhala en todos sus detalles devoción y cuidado por su tema.

Reunion: Live in New York
Sam Rivers, Dave Holland & Barry Altschul
(Pi Recordings)




La edición de este CD fue recibida con cierta desconfianza, bajo sospecha de aprovechar la desaparición de Sam Rivers para su puesta en circulación, pero los dueños de Pi Recordings se apostaron a un pronto desmentido Su elección entre los mejores del año puede levantar también sospecha o crear descreimiento, esta vez más motivados por la nostalgia de otras épocas, pero una rápida escucha, creo, que las diluye totalmente. Reunion es un disco de gigantes, de antes o de ahora, la fecha poco importa, raramente se escuchan dos sets totalmente improvisados que suenen tan orgánicos, sin momentos muertos, sin repeticiones o momentos vagos para después tomar fuerza, de tanto nivel instrumental: porque hace años que no se escucha a un Dave Holland tan asertivo y poderoso en su manera de impulsar al trío, porque Sam Rivers sigue fluyendo sin bajar un palmo su invención melódica y porque Barry Altschul sigue teniendo uno de los mejores oídos en su acompañamiento tímbrico al trío.
La banda no se encontraba desde hacía más de 25 años, no acordaron nada previamente y sólo la prueba de sonido bastó en este concierto de 2007 en la Universidad de Columbia en la que opera según las reglas de sus antiguas grabaciones, con Rivers alternando sus distintos instrumentos… y sin embargo nada apunta a todo ese tiempo transcurrido: el entendimiento permanece inalterable –las causas aparecen apuntadas en las notas: la banda tocaba días enteros en sus jornadas de los años 70- y cada uno de los instrumentistas resulta imponente por separado, realmente imponentes. Hay solos de altura, como los del tenor de Rivers en la primera sección del primer set, del bajo de Holland en la tercera (escucharlo con su sonido grueso y con el ataque en primer plano sin las gasas de ECM- Dare2 impresiona), el de Altschul en la quinta, o el de la flauta de Rivers en el primero del segundo set, pero no se trata de eso sino del poder, la convicción, y el estar a la merced de una corriente que va construyendo su curso segundo a segundo equilibrando lo individual y lo colecctivo que sólo puede proporcionar la mejor improvisación libre.

Within a Song
John Abercrombie Quatert
(ECM)
Toda la última producción del cuarteto de John Abercrombie para ECM ha rondado, si no alcanzado, la grandeza. Pero quizás sea en este disco, el menos común de entre todos ellos (un disco de standards ¡en ECM!, una nueva banda), el que declaradamente la alcanza. Un disco suelto, elegante, de una expresión justa y a la vez libre, que incorpora todos los atrevimientos de la música que homenajea, la de los años sesenta, de una manera tan serena, tan sutil, tan llena de discreción que sólo se encuentra al alcance de la auténtica maestría. Si hay algo que lo define es la finura: uno de esos discos sin nada de esa tan jazzística gracia bajo presión de la que hablaba Hemingway, sin atisbo de bravura sino de fluida limpieza de expresión y pensamiento en un destilado jazz de cámara en el que Abercrombie adopta su rol más a lo Jim Hall.

Within a Song es un título que no engaña pues ese parece ser el lema que guía cada una de las interpretaciones de Ornette, Rollins, Coltrane, Evans, Miles, etc, que Abercrombie elige, nada de pretexto para improvisaciones que lo llevan fuera de sus límites sino para pintarlas desde dentro, desde un impresionismo incorpóreo que va del ingrávido acuarelismo de un Flamenco Sketches a la sólida melodía de Within a Song/ Without a Song -una sola de las muestras del homenaje a The Bridge de Sonny Rollins que aparece en el álbum-, o la libre circulación de Blues Connotation. Una templada emoción recorre todo el disco, muy palpable en Where Are You que se inicia con un quedo e introvertido lamento de Lovano o en un acuático Sometime ago.

La consistencia variable de la banda impresiona, con Drew Gress ofreciendo una flexible columna vertebral, Lovano (con permiso de Mel Tormé), una auténtica “niebla de terciopelo”, un inigualable trabajo armónico del líder con sus acordes suaves y el melodismo de sus líneas y, sobre todo, un prodigioso Joey Baron iluminando con sus platos, produciendo cortes y variando el volumen con sus ataques y recorridos a los toms, su susurrantes escobillas… Un año excepcional para el baterista con sus intervenciones en el Wisteria de Steve Kuhn o el Enfant Terribles con Konitz, Frisell y Swallow. Finesse.

Flip the Script
Orrin Evans
(Posi Tone)

“Durante mucho tiempo escuché los discos de Keith Jarrett hasta que empecé a escuchar los de Jaky Byard, McCoy y Herbie… Mi objetivo es sonar algo así, aunque suene muy trabajado y complicado, y no como algunos de los nuevos tríos que suenan como música de fondo”. Así se explica Orrin Evans sobre el decimonoveno trabajo de su discografía. Desde su homenaje a su antiguo mentor Bobby Watson en Faith in Action todo sus discos han sido de escucha obligada, de excepción los de Tarbaby, el de su Captain Black Big Band y Freedom (Posi Tone). Flip the Script es un disco de un trío que juega duro, confrontatorio en su individualismo, en la tensión y fricción que genera su concepto de trío con la exaltación rítmica de Donald Edwards a la batería, el bajo grueso de Ben Wolfe y el pianismo oscuro de Evans en el que suena toda una tradición en movimiento sin rendirse a modelo alguno, y en la urgencia de sus interpretaciones, ya se trate de un deliberadamente espaciado blues (Big Small) o de un tema lleno de intrincado fraseo (Questions).

Porque Flip the Script puede llegar a sonar oscuro, oleoso, como la pez pero nunca deja de ser soulful. El ajuste del grupo puede echar chispas, como en Tc’s Blues, pero también puede ser luminoso y optimista, como en su particular evolución del lenguaje de Tyner en A Brand New Day de Luther Vandross. Lo que nos lleva a las versiones de Evans, como juega con lo ambiguo o cambia totalmente su intención ¿qué pensar de un lentísimo y enmascarado Someday My Prince Will Come o en un entre elegíaco y fúnebre The Sound of Philadelphia (ciudad en cuya escena Evans juega un importante papel vivificador) en solitario? No hay una nota fácil ni un momento perdido en los 45 minutos en los que la inquisitiva inteligencia del pianista siempre está ahí para quien quiera recoger el guante, ya sea en sus lecturas de temas en los que el contexto y el tratamiento resultan fundamentales como en temas propios, como en el intenso tema-título, o de su entorno, como en el duro Questions de Eric Revis, compañero en Tarbaby.

Triveni II
Avishai Cohen
(Anzic)
Triveni II tiene todo para ser uno de los discos más jugosos del año: 52 minutos en ebullición continua, directo, sin ornamentación, agitado por un toque ardiente que cuaja en crudo por una interacción movida por una muy musculosa rítmica. Triveni II es uno de esos discos imponentes que transmite el apetito que tiene la banda por tocar más y más, y más y más juntos, un deleitarse sin límites con algo de abandono pantagruélico. Cohen escalda con su toque vocalizado y vibrante, con su alcance de grandes intervalos, una invención melódica inagotable y una expresión que incluye tanto la precisión en frases limpias como lo gruñente, lo grueso y lo irascible a la manera de un Jack Walrath.

Muchas de estas características son compartidas por Omer Avital, su compañero en Third World Love, un contrabajista de sonido enorme, ataque fuerte y líneas cantables que el pasado año ha editado el que quizá sea su mejor disco como líder, Oriental Suite (Sunnyside). Su entendimiento con Nasheet Waits impresiona. Pocos bateristas se antojan con su capacidad para cimentar la banda y crear un paisaje rítmico continuamente cambiante con la misma autoridad con la que Waits lo hace, ya toque con la agresión de un Roy Brooks, la analítica claridad de un Max Roach o el swing sonriente de un Billy Higgins. La afinidad de Cohen por las melodías folclóricas de Ornette Coleman no sólo se muestra en las dos versiones de temas del saxofonista, las raramente interpretadas Music News y Follow the Sound, sino también en temas de su autoría. Pero es en las versiones de standards donde la banda resulta reveladora, así una burbujeante y fuertemente acentuada Willow Weep for Me encapsula a la perfección hasta dónde su engranaje es capaz de llegar, y un Wood y n’ You lo lejos que está de sus modelos.
Hay desparpajo, un anticuado sentido del disfrute en el que hay lugar para el cool, y un orgullo por formas y expresiones de otra época que no busca reverencia sino la pervivencia de la agitación en el jazz.
Ángel Gómez Aparicio
© Cuadernos de Jazz, enero-2013


Sonidos de la tierra
Carlo Actis Dato & Baldo Martínez
(Universal)

Yetzer
Irene Aranda
(Autoproducción)

Azul
Agustí Fernández & Ramón López
(Universal)
Six
Chris Kase
(Karonte)

Miscelánea núm.2
Pablo Selnik & Marco Mezquida
(Quadrant Records)
“Los músicos no estamos en crisis… creativa”. Eso me respondía recientemente el pianista Agustí Fernández cuando le mostraba mi asombro por su ingente actividad discográfica en tiempos de crisis del concepto. En efecto, por fortuna para nuestra salvación, la música ha seguido siendo en 2012 un asidero fiable para salvaguardarnos de la ESTAFA que está horadando nuestro bienestar. En contra del acomodaticio “cualquier tiempo pasado…”, la música creativa sigue palpitando con energía e invocando a nuestros sentidos, más atribulados que de costumbre y sometidos por los meteoritos digitales.

Por segundo año consecutivo me veo en la “obligación” de ofrecerles aquí mi lista de los mejores discos del año. Y por segundo año consecutivo me revuelvo contra semejante absurdo y contra el jefe contraviniendo sus indicaciones. Ni son los mejores ni están ordenados por preferencia (lo están por orden alfabético). Son cinco discos publicados en 2012 (lo único que respeto) que, por una u otra razón, me parecen un extraordinario consuelo y estímulo para el alma.

Entre los cinco aparece esa “santísima trinidad” del jazz ibérico (bautismo de Chema García) que forman el propio Agustí Fernández, Ramón López y Baldo Martínez. Los dos primeros hechizan el tiempo y el espacio con su Azul, mientras Baldo baila con el italiano Carlo Actis Dato ese folclore imaginario que es Sonidos de la tierra. Sin duda forman mi trío base. A partir de ellos, todo es posible. También lo es que Chris Kase se supere a sí mismo como ha hecho este año con Six, el sexto de una discografía in crescendo donde la sutileza y la calidez de su música desbordan la belleza.

Hasta aquí los “clásicos”, pero en esta lista figuran tres nombres (todavía) más jóvenes: Pablo Selnik y Marco Mezquida, que me desarbolaron con su descarada Miscelánea núm. 2, e Irene Aranda, la pianista jiennense, cuyo Yetzer es (casi) un milagro. Aunque este milagro es fruto de una constancia y un empeño personal que son, a su vez, un retrato de las miserias culturales de este país. Su disco, que ni siquiera existe como tal, es la expresión creativa de una inmensidad interior que, lamentablemente, se confronta con la vasta vacuidad del exterior español. Vamos, un milagro.
Carlos Pérez Cruz
© Cuadernos de Jazz, enero-2013

Discover Atlantass
Talibam and Sam Hulik
(Belly Kids)

Azul
Agustí Fernández & Ramón López
(Universal)
Ritual
Moisés P. Sánchez Trío
(Artesuono)

Don´t Cry for no Hipster
Ben Sidran
(Bonsaï)

Rise
Raynald Colom(Harmonia Mundi)

Disco: dícese de la “lámina circular, especialmente de plástico, que con ayuda de un tocadiscos, reproduce sonidos previamente registrados” (Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española). Si hay todavía discos es porque hay quien sigue empeñado en grabarlos, y quien los fabrica, y quien los da a conocer, y quien habla o escribe sobre ellos. Al final, todos pierden dinero.

Los músicos de jazz venden sus discos a la puerta del concierto o por correo. También ellos pierden dinero, pero eso se da por descontado. El disco es hoy una forma de que hablen de uno, aunque sea para bien. Con esto que, en 2012, sigue habiendo multinacionales que editan discos de jazz y, junto a las tales, los sellos “independientes”, ECM, Edition, aquí Quadrant o Karonte. Hay más, claro está.

La mayoría de los discos aquí citados como los mejores del año para servidor, me los han proporcionado los propios intérpretes. El primero es muy posible que no sea un disco de jazz, si es que eso tiene alguna importancia. Se sabe que el jazz es generoso por naturaleza y, si no, está Kevin Shea, más conocido por tocar la batería con los Mostly Other People Do The Killing. Y por el mismo precio, el cómic, obra de James Clapham, donde se cuenta la misma historia en imágenes.
Entre las sorpresas del año, el disco norteamericano de Raynald Colom, tan inaudito como imperfecto y por eso mismo doblemente recomendable. Buen jazz y una versión milagrosa/inclasificable de In a Mist, de Beiderbecke.

Dos que no necesitan (o no deberían necesitar) presentación: Agustí Fernández, piano; y Ramón López, batería. Su disco en pareja es un sutil y apasionante intercambio de ideas que va mucho más allá de su condición de instrumentistas.

Un talento a descubrir: Moisés Sánchez, pianista y compositor, tenido por algunos como la nueva Gran Esperanza Blanca del jazz en este país. El madrileño ha firmado un tercer disco consistente como pocos. Jazz de altos vuelos y en la mejor compañía: la de Toño Miguel al contrabajo (ojo a éste), y el siempre estupendo Borja Barrueta a las percusiones.

Don´t Cry for no Hipster es la reflexión pausada y swingante de Ben Sidran en torno al fenómeno del hipster, entendido como “el tipo que merodeaba por los clubes de jazz en los años cuarenta y cincuenta”. Una gozada.
Chema García Martínez
© Cuadernos de Jazz, enero-2013

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