
Holanda y Alemana unen sus fuerzas para promover
una de las regiones menos conocidas de sus respectivos países, aunque no por
ello exenta de encanto y atractivos para el viajero. La región fronteriza entre
ambos países a orillas del Rin (Waal en la parte holandesa) nos descubre una
zona rica en historia, cultura y naturaleza, y muy bien conectada desde
numerosos aeropuertos españoles.

Pero volvamos al Bajo Rin y sus sorpresas, porque
aquí, en pocos kilómetros es fácil encontrar ciudades llenas de encanto e
historia, como las holandesas Nimega, Arnhem o Den Bosch o las alemanas Kleve,
Xanten, Neuss, Duisburg o Krefeld, o una antigua prisión de 1863 convertida en
espectacular hotel y restaurante, o un enorme jardín japonés en medio de otro
con más de 20.000 plantas, o infinidad de castillos bien conservados y
convertidos, en algunos casos, en lujosos y singulares hoteles, o pueblos
blancos y medievales anclados en el tiempo, o cientos de kilómetros preparados
para senderismo o paseos en bicicleta, o la mayor exposición mundial de flores y
plantas, o incontables sorpresas culinarias, o…
¿Por dónde empezar?

Tratemos de hacer un poco de cada cosa. Empecemos
por la naturaleza en la zona holandesa. En el país de las flores no hay que
perder la oportunidad de visitar Floriade (www.floriade.com), en Venlo (Limburgo), la mayor
exposición mundial de plantas y flores que tiene lugar cada diez años y que
todavía está abierta hasta el 7 de octubre de 2012 y en la que España está
teniendo un papel protagonista, con uno de los más originales pabellones que ha
sido visitado ya por más de 600.000 personas.
Floriade reúne en 66 hectáreas (unos 80 campos de
fútbol) las propuestas de más de cien expositores y una treintena de países que
rinden conjuntamente homenaje a la horticultura. El parque comprende cinco
mundos exclusivos, zonas temáticas conectadas por zonas arboladas, cada uno de
los cuales tiene su propia decoración, programas y actividades. Mundos en los
que poder ver, sentir y experimentar la naturaleza de una manera que cambia
constantemente. Para apreciarlos a vista de pájaro hay un teleférico que cruza
el parque a 30 metros de altura.

Los visitantes que se acerquen al Pabellón de
España podrán ver primero, desde el aire, una amplia dimensión paisajística de
la península y los distintos entornos y, después, un audiovisual que muestra
diez entornos productivos de manera individual. En un tercer nivel, el visitante
puede informarse de los aspectos técnicos más relevantes de nuestra horticultura
así como acercarse a los productos expuestos. Además, el pabellón ofrece un
espacio lúdico; mediante diez cabinas sensoriales los visitantes pueden
experimentar los aspectos relevantes de cada uno de los paisajes que conforman
el mosaico de España, combinada con jornadas de degustación de productos
españoles.
Castillos y jardines
señoriales

Sin embargo, los jardines sí merecen una visita y
hay que dedicarles cierto tiempo, ya que son enormes. Cada estación tiene su
propio encanto y en todas ofrecen un paisaje especial durante un paseo
relajante. El agua tiene un papel protagonista mediante sus siete grandes
estanques con plantas acuáticas asociadas a diferentes niveles. Los pequeños
lagos actúan como espejos en los que los monumentales árboles se reflejan.
También las esculturas ya que, regularmente, se organizan exposiciones en los
jardines. En estos días hay decenas de obras de arte de Zimbabue. También tiene
mucho interés las zonas dedicadas a los Jardines del Mundo en los que se recoge
el estilo paisajístico de la Toscana o las Ardenas, la campiña inglesa o el
estilo oriental de Japón y China.

Aunque si se quieren experimentar otras vivencias
aparentemente no tan exquisitas, lo mejor sería acercarse al hotel Arresthuis
(www.hetarresthuis.nl), en Roermond, que, como su nombre parece
indicar fue una antigua prisión en el siglo XIX. Las habitaciones han conservado
en parte el ambiente de la antigua cárcel. Las puertas de entrada a las
habitaciones tienen el cierre metálico de las antiguas celdas y en el cabecero
de la cama se reproducen los mensajes pintados en las paredes por los presos.
Cada actual habitación ocupa tres de las viejas celdas. El viejo corredor es
ahora lugar de descanso y lectura. La comida de su restaurante Damianz, con
calidad y diseño, nada tiene que ver con el antiguo rancho que se ofrecía a los
presos.
Pequeñas ciudades con
encanto

Cerca está Nimega (www.nijmegenonline.nl), que está considerada como la ciudad
más antigua de Holanda. Hoy conserva buena parte del ajetreo y el bullicio de
antaño, pero también se puede disfrutar de su parte moderna, que cuenta con un
muelle futurista y una excelente selección de estupendos cafés y restaurantes.
Situada a orillas de un río, entre colinas y bosques, las vistas que ofrece
Nimega son asombrosas. Y a un paso están las reservas naturales de Ooijpolder y
Duffelt por las que pasear caminando o en bicicleta disfrutando de una
naturaleza bien conservada y unos magníficos paisajes a orillas del Waal, un
brazo del Rin.

Un paseo por sus calles adoquinadas muy bien
cuidadas contemplando sus casas de ladrillo con ventanas blancas llenas de
flores, vigas de madera y coquetos visillos, por sus murallas y torres que
permiten contemplar el gran río a lo lejos por el que transitan barcos y
gabarras, por su molino harinero con aspas que podían girarse para buscar el
viento… es un viaje al pasado que emociona.

La forma más cómoda de llegar a esta región es volar al aeropuerto de Düsseldorf Weeze que prácticamente utiliza en exclusiva Ryanair (www.ryanair.com). Hay vuelos desde 17 ciudades españolas con precios a partir de unos 80 euros ida y vuelta. Para recorrer la región lo mejor es alquilar un coche.
ENRIQUE SANCHO
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