Cuando cada Comunidad, cada región, cada pueblito se 
muestra celoso de sí mismo y no quiere compartir sus encantos con nadie más, 
cuando políticos ridículos exaltan lo que les diferencia de los otros en lugar 
de valorar lo que les une, cuando, en fin, en los viajes organizados resulta 
imposible visitar un pueblo, a pocos kilómetros de otro, solo porque está en 
otra región y “no toca”, se agradecen iniciativas como la que ha puesto en 
marcha Cool Breaks (www.coolbreaks.com) que favorece y promociona una amplia 
zona entre el Sureste holandés y el Bajo Rin alemán, llena de encantos y 
sorpresas y donde, por supuesto, no existen fronteras.
Holanda y Alemana unen sus fuerzas para promover 
una de las regiones menos conocidas de sus respectivos países, aunque no por 
ello exenta de encanto y atractivos para el viajero. La región fronteriza entre 
ambos países a orillas del Rin (Waal en la parte holandesa) nos descubre una 
zona rica en historia, cultura y naturaleza, y muy bien conectada desde 
numerosos aeropuertos españoles.
El ejemplo parece cundir. La zona sureste de Hungría y 
la oeste rumana, que no se han llevado muy bien precisamente a lo largo de la 
historia, han organizado viajes conjuntamente que permiten descubrir lugares 
poco visitados. La iniciativa es tan buena que cuenta con el patrocinio de la 
Unión Europea. En realidad aunque la idea parece nueva, hay más de 75 
eurorregiones similares, alguna desde 1972 y también alguna que afecta hasta a 
seis países. España participa con Francia en la llamada Eurorregión Pirineos 
Mediterráneo desde 2004, en la Eurorregión Galicia Norte, entre Galicia y el 
norte de Portugal, creada en 2008 y en la Eurorregión Espacio Atlántico, junto 
con Francia, Reino Unido, Irlanda y Portugal desde 1999.
Pero volvamos al Bajo Rin y sus sorpresas, porque 
aquí, en pocos kilómetros es fácil encontrar ciudades llenas de encanto e 
historia, como las holandesas Nimega, Arnhem o Den Bosch o las alemanas Kleve, 
Xanten, Neuss, Duisburg o Krefeld, o una antigua prisión de 1863 convertida en 
espectacular hotel y restaurante, o un enorme jardín japonés en medio de otro 
con más de 20.000 plantas, o infinidad de castillos bien conservados y 
convertidos, en algunos casos, en lujosos y singulares hoteles, o pueblos 
blancos y medievales anclados en el tiempo, o cientos de kilómetros preparados 
para senderismo o paseos en bicicleta, o la mayor exposición mundial de flores y 
plantas, o incontables sorpresas culinarias, o…
¿Por dónde empezar?
No es tarea fácil establecer un comienzo de ruta en 
esta amplia región con múltiples posibilidades. Naturalmente todo está en 
función de lo que uno busque: ¿ir de compras a los centros de diseño, practicar 
turismo activo, disfrutar la naturaleza, empaparse de arte y cultura, descubrir 
maravillosos spas y centros de belleza, vivir como un conde en suntuosos 
castillos, descubrir una gastronomía tradicional e innovadora a la vez…?
Tratemos de hacer un poco de cada cosa. Empecemos 
por la naturaleza en la zona holandesa. En el país de las flores no hay que 
perder la oportunidad de visitar Floriade (www.floriade.com), en Venlo (Limburgo), la mayor 
exposición mundial de plantas y flores que tiene lugar cada diez años y que 
todavía está abierta hasta el 7 de octubre de 2012 y en la que España está 
teniendo un papel protagonista, con uno de los más originales pabellones que ha 
sido visitado ya por más de 600.000 personas.
Floriade reúne en 66 hectáreas (unos 80 campos de 
fútbol) las propuestas de más de cien expositores y una treintena de países que 
rinden conjuntamente homenaje a la horticultura. El parque comprende cinco 
mundos exclusivos, zonas temáticas conectadas por zonas arboladas, cada uno de 
los cuales tiene su propia decoración, programas y actividades. Mundos en los 
que poder ver, sentir y experimentar la naturaleza de una manera que cambia 
constantemente. Para apreciarlos a vista de pájaro hay un teleférico que cruza 
el parque a 30 metros de altura.
Naturalmente diversos es el lema en torno al cual gira 
el proyecto de participación de España en la sexta edición de Floriade. El 
Pabellón de España, está gestionado por Acción Cultural Española (AC/E) y ha 
sido diseñado por el equipo madrileño Pulgón Diseño en colaboración con Nussli. 
Para la construcción del pabellón se han usado materiales sostenibles, algunos 
de los cuales son reciclados, como madera de cajas de frutas, tablones y maderas 
de obra, restos de productos agrícolas como cáscaras de frutos secos, troncos 
seccionados de árboles procedentes de construcciones o de incendios forestales, 
cañas y cañizo utilizados en instalaciones hortícolas y en la construcción 
tradicional, o sarmientos de la poda de la vid o el olivo.
Los visitantes que se acerquen al Pabellón de 
España podrán ver primero, desde el aire, una amplia dimensión paisajística de 
la península y los distintos entornos y, después, un audiovisual que muestra 
diez entornos productivos de manera individual. En un tercer nivel, el visitante 
puede informarse de los aspectos técnicos más relevantes de nuestra horticultura 
así como acercarse a los productos expuestos. Además, el pabellón ofrece un 
espacio lúdico; mediante diez cabinas sensoriales los visitantes pueden 
experimentar los aspectos relevantes de cada uno de los paisajes que conforman 
el mosaico de España, combinada con jornadas de degustación de productos 
españoles.
Castillos y jardines 
señoriales
Y ya que estamos de plantas y jardines, se impone una 
visita a los cercanos jardines botánicos del Castillo de Arcen 
(www.kasteeltuinen.nl), uno de los más bellos de Holanda y en los que revivir el 
pasado en su fortaleza del siglo XVII, aunque no es muy espectacular y sus 
líneas son bastante sobrias en el exterior y barrocas en su interior. Hoy está 
destinado exclusivamente a la celebración de eventos, reuniones, fiestas, 
recepciones y bodas.
Sin embargo, los jardines sí merecen una visita y 
hay que dedicarles cierto tiempo, ya que son enormes. Cada estación tiene su 
propio encanto y en todas ofrecen un paisaje especial durante un paseo 
relajante. El agua tiene un papel protagonista mediante sus siete grandes 
estanques con plantas acuáticas asociadas a diferentes niveles. Los pequeños 
lagos actúan como espejos en los que los monumentales árboles se reflejan. 
También las esculturas ya que, regularmente, se organizan exposiciones en los 
jardines. En estos días hay decenas de obras de arte de Zimbabue. También tiene 
mucho interés las zonas dedicadas a los Jardines del Mundo en los que se recoge 
el estilo paisajístico de la Toscana o las Ardenas, la campiña inglesa o el 
estilo oriental de Japón y China.
Muy cerca está el castillo de Landgoed Daelenbroeck 
(www.daelenbroeck.nl), situado en el precioso entorno natural sobre los 
cimientos de una fortaleza del siglo XIV. El castillo principal, la entrada y su 
granja ofrecen cada uno su propio ambiente especial. En este lugar se unen la 
naturaleza y la paz con la cultura, el estilo, el lujo y el confort. En el 
Kasteel Daelenbroeck se puede pernoctar con elegancia y cenar como un señor.
Aunque si se quieren experimentar otras vivencias 
aparentemente no tan exquisitas, lo mejor sería acercarse al hotel Arresthuis 
(www.hetarresthuis.nl), en Roermond, que, como su nombre parece 
indicar fue una antigua prisión en el siglo XIX. Las habitaciones han conservado 
en parte el ambiente de la antigua cárcel. Las puertas de entrada a las 
habitaciones tienen el cierre metálico de las antiguas celdas y en el cabecero 
de la cama se reproducen los mensajes pintados en las paredes por los presos. 
Cada actual habitación ocupa tres de las viejas celdas. El viejo corredor es 
ahora lugar de descanso y lectura. La comida de su restaurante Damianz, con 
calidad y diseño, nada tiene que ver con el antiguo rancho que se ofrecía a los 
presos.
Pequeñas ciudades con 
encanto
El recorrido por estas tierras sin fronteras entre 
Holanda y Alemania, lleva ahora a dos pequeñas ciudades llenas de encanto. 
Todavía en la zona holandesa, aparece el pueblo blanco de Thorn que en su día 
llegó a ser un minúsculo principado gobernado por una abadesa y un convento de 
veinte damas de la nobleza, que llegó a tener un sistema jurídico y una moneda 
propios. Con la llegada de los franceses en 1794, los aristócratas huyeron de la 
zona. Los franceses exigieron un impuesto en función del tamaño de las ventanas 
imposible de satisfacer por la población pobre, que había ocupado las grandes 
casas que antes pertenecían a personas adineradas. Lo que hicieron fue tapiar 
muchas de las ventanas e intentar disimular su pobreza encalando las fachadas de 
las casas. En la actualidad se trata de un lugar histórico que atrae a muchos 
turistas deseosos de ver con sus propios ojos sus calles adoquinadas, la bonita 
iglesia de la abadía, las típicas casas blancas y sus animadas terrazas. Vale la 
pena acercarse a su museo municipal, llamado «La tierra de Thorn», y contemplar 
el Panorama Thorn, una pintura tridimensional que representa la historia del 
lugar.
Cerca está Nimega (www.nijmegenonline.nl), que está considerada como la ciudad 
más antigua de Holanda. Hoy conserva buena parte del ajetreo y el bullicio de 
antaño, pero también se puede disfrutar de su parte moderna, que cuenta con un 
muelle futurista y una excelente selección de estupendos cafés y restaurantes. 
Situada a orillas de un río, entre colinas y bosques, las vistas que ofrece 
Nimega son asombrosas. Y a un paso están las reservas naturales de Ooijpolder y 
Duffelt por las que pasear caminando o en bicicleta disfrutando de una 
naturaleza bien conservada y unos magníficos paisajes a orillas del Waal, un 
brazo del Rin.
Cruzando a la zona alemana hay que recorrer con calma 
el pequeño pueblo medieval de Zons (www.hvv-zons.de), con sus viejas fortificaciones 
del siglo XIV, unas de las mejor conservadas de Alemania, a mitad de camino 
entre las ciudades de Düsseldorf y Colonia. Sus murallas perfectamente 
conservadas, las torres y el viejo molino de viento siguen siendo un excelente 
ejemplo de una ciudad fortificada medieval en Renania. Curiosamente la perfecta 
conservación de la ciudad se debe a un hecho aciago en su día. Zons, a orillas 
del Rin, era un puesto de observación y aduana para cobrar impuestos. Pero el 
cauce del río se alejó unos cientos de metros y dejó a la ciudad sin su función 
principal y su sentido económico. Zons languideció y perdió importancia 
estratégica y gracias a ello ha podido conservarse tal como estaba en el siglo 
XIV hasta hoy.
Un paseo por sus calles adoquinadas muy bien 
cuidadas contemplando sus casas de ladrillo con ventanas blancas llenas de 
flores, vigas de madera y coquetos visillos, por sus murallas y torres que 
permiten contemplar el gran río a lo lejos por el que transitan barcos y 
gabarras, por su molino harinero con aspas que podían girarse para buscar el 
viento… es un viaje al pasado que emociona.
Cómo ir:La forma más cómoda de llegar a esta región es volar al aeropuerto de Düsseldorf Weeze que prácticamente utiliza en exclusiva Ryanair (www.ryanair.com). Hay vuelos desde 17 ciudades españolas con precios a partir de unos 80 euros ida y vuelta. Para recorrer la región lo mejor es alquilar un coche.
ENRIQUE SANCHO
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