viernes, 30 de marzo de 2012

Los enemigos de la democracia son...

Todorov identifica el mesianismo, el ultraliberalismo y la xenofobia como los grandes peligros de las sociedades occidentales

Portada del nuevo libro de Todorov Galaxia Gutenberg


Determinados usos de la libertad pueden suponer un peligro”, comienza diciendo el pensador Tzvetan Todorov en su nuevo libro, Los enemigos de la democracia (Galaxia Gutenberg), en el que identifica el mesianismo, el ultraliberalismo y la xenofobia como los grandes retos a superar en las sociedades occidentales. Escuchemos, pues, quién nos habla más de libertad en nuestros días. Desde el extremista Partido de la Libertad de Holanda, pasando por el tolerante Partido Austriaco de la Libertad creado por Haider, hasta llegar al transparente Pueblo de la Libertad de Berloscuni. Demasiadas paradojas.
Los verdaderos enemigos, para el intelectual nacido en la Bulgaria comunista, están dentro, entre nosotros. El discurso del miedo al otro ha calado tanto que, después del atentado del 11S, hemos aceptado con una asombrosa resignación “la tortura, la discriminación de las minorías y las restricciones impuestas a las libertades civiles”. ¿Quién negará que la seguridad es importante? Pero la pregunta es la de siempre: ¿A qué precio? ¿Cuánto estamos dispuestos a retroceder?

Para Todorov, para quien la “palabra clave es el pluralismo”, la mayor virtud política es la moderación. Los antiguos griegos, nos explica, consideraban que el peor defecto de la acción humana era la hybris, “la desmesura, la voluntad ebria de sí misma, el orgullo de estar convencido de que todo es posible”.
Ejemplos tenemos para dar y vender. Especuladores que creían que el litoral mediterráneo era un vertedor de cemento, partidos políticos que premian en sus filas a los sospechosos de corrupción, jueces perseguidos por sus ideas, tertulianos que acusan de todos los males a las religiones que no soportan, promesas electorales que un día después de las elecciones caen como castillos de naipes… Y no, no todo era posible. Ciertamente, muchos han vivido por encima de sus posibilidades. La cuestión es señalar quiénes.
La potencia de las reflexiones de Todorov radica en su capacidad de - además de ofrecer un diagnóstico que puede ser más o menos compartido - coger perspectiva y darnos una explicación histórica. Comienza su ensayo, de hecho, retrocediendo a una vieja controversia, las diferentes nociones de Dios y del ser humano: “Para Pelagio, el hombre ideal es el adulto, el que ha accedido a la plena autonomía. Para Agustín, los hombres son niños que no se conocen a sí mismos”. Cómo no, el tema central es si nuestro destino depende de la voluntad propia o ajena. ¿Podemos cambiar las cosas o no podemos cambiarlas?
El crítico y filósofo, nacionalizado francés, realiza un largo recorrido cronológico: la primera oleada de revoluciones, el bloque comunista y todos sus excesos, las contemporáneas guerras de Iraq, Afganistán y Libia… para interrogarse sobre las injerencias de la economía en poderes supuestamente independientes, como el ejecutivo, el legislativo, o la justicia. Pero, ¿hacia dónde vamos? ¿Qué futuro le espera a la democracia?
Todorov no está para eufemismos: “la democracia está enferma de desmesura, la libertad pasa a ser tiranía, el pueblo se transforma en masa manipulable, y el deseo de defender el progreso se convierte en espíritu de cruzada”. Así, el pensador nos invita a averiguar: ¿En qué mundo queremos vivir? ¿Qué vida queremos llevar?
Los enemigos de la democracia no apuesta por una solución radical. Pero tampoco por la resignación, el cinismo o un nihilismo inmovilista. La aventura a la que nos convoca Tzvetan Todorov es doble: la resistencia y la regeneración. Si Europa supo salir de mayores infiernos, de confrontaciones sangrientas, de conflictos raciales, de generaciones sin esperanza y machacadas por el hambre, por qué no podríamos hacerlo ahora. Pero hace falta que calculemos bien las amenazas reales. Que empecemos a mirarnos al espejo. Y, sobre todo, que tengamos claro “que la Providencia no decide nuestro destino”.
La voluntad humana no es un delirio. El enemigo sabe que nuestra indiferencia es su única arma.

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