Giorgio de Chirico (1888-1978) y su relación con Miró.
Giorgio
de Chirico. Foto tomada de Wikipedia.es.
Giorgio de Chirico —como casi toda la historiografia francesa
prefiero Chirico a De Chirico, pero ambos modos son válidos— (Volos, Grecia,
10-VII-1888-Roma, 19
a 20-XI-1978) es un famoso pintor italiano, hermano del
poeta surrealista Alberto Savinio.[1]
Estudia arte en Atenas y desde 1906 en Múnich, donde
admira La isla de los muertos del pintor tardorromántico y simbolista
Böcklin (y en menor grado Klinger y Kubin), uno de sus puntos coincidentes con
Miró. Reside en París en 1911-1915, siendo amigo de Picasso y Apollinaire. Sirve
en el ejército italiano (1915-1917) y conoce en Ferrara a Carrà, con quien crea
la pintura “metafísica”, caracterizada por un onirismo clasicista, con paisajes
arquitectónicos, irreales y enigmáticos, que alumbrará algunas de las obras más
influyentes y copiadas del arte del s. XX.
Desde 1918 reside en Florencia y Roma, pasando temporadas en
París. Los surrealistas le reivindican en 1924 como miembro de su grupo, del que
forma parte brevemente su hermano Alberto Savinio. Crispolti
le considera incluso el verdadero “inventor” del surrealismo pictórico[2], pero
Chirico denuncia la pintura moderna en cuanto anticlásica y se aparta del grupo
pese a haber participado en algunas muestras colectivas, como la primera de 1925
en la Galerie Pierre.
La relación personal Miró-Chirico es mínima, porque el italiano
estuvo en París entre 1911 y 1915, no volvió enseguida tras la guerra, ya
que desde 1918 residió en Florencia y Roma, y no
regresó a París hasta mucho después, en el otoño de 1925, cuando con casi toda
seguridad coincidió con Miró en reuniones y exposiciones,
aunque no hay visos de que Chirico y Miró mantuvieran
correspondencia y Chirico no alude a Miró ni una sola vez en el capítulo de sus
memorias dedicado a su relación con los surrealistas[3] La ultima estancia parisina de
Chirico fue larga, pues salvo algunos viajes, se alargó desde 1925 hasta 1930,
justamente los años en que los surrealistas le reivindicaban
como miembro del grupo.
Por entonces a Miró le inspira en su animación de lo inanimado,
la confrontación de cosas incongruentes y en su perspectiva fantástica para
algunos de los “paisajes animados” de 1926-1927. Buen ejemplo de las obras que
llaman su atención es Héctor y Andrómaca (1917), con significativas
influencias cubistas y bioformas.
Héctor y Andrómaca (1917); óleo sobre
tela, 90 x 60. Col. Mattioli, Milán.
Y es que Chirico es una influencia inevitable
en esta época en los artistas surrealistas. Miró reconocía su interés ya en una
carta a Leiris en 1924: ‹‹No me olvido del número de “Valori Plastici”
dedicado a G. de Chirico, lo encargaré cuando vuelva.››[4] y mucho
después, contará a Dupin en 1977 su admiración por el
italiano, junto a Masson hacia 1923-1925: ‹‹ En la Rue Blomet se hablaba
mucho más de pintura. (...) Pero ambos compartíamos la misma
admiración por Chirico, cuyos cuadros podíamos ver en la casa de Paul
Guillaume››.[5] Podían ver
sus obras con frecuencia, brevemente en la exposición de 23 pinturas que
presentó Léonce Rosenberg en su galería L’Effort Moderne en mayo de 1925 y más
tarde incluso permanentemente en la Galerie Paul Guillaume, como ocurrió durante
la estancia de Chirico y Raissa Gurievich en París en el invierno de 1925-1926;
o, tiempo después, en la retrospectiva <Oeuvres Anciennes de Georges de
Chirico> en la Galerie Surréaliste (15 febrero-1 marzo 1928), cuyo
catálogo llevaba un prefacio de Aragon.
Para seguir leyendo:
No hay comentarios:
Publicar un comentario