Antonio Barreda
Espot (pirineu català)
21x14,5
lápiz sobre papel
2001
Paisaje con puente - 1
Luchaba con la tentación de asomarse a la ventana. Era fácil. A pesar de ser un pueblo con un frío perenne y cruel, en la ventana no había porticones. En ninguna, ni siquiera en la más baja, la que daba al callejón que conducía al viejo puente.
¿Para qué? Nadie iba a entrar. La puerta se cerró por dentro, con sus tres cerrojos, y desde hace más de veinte años no se ha vuelto a abrir. Veinte años en los que ni un solo día Soledad, su hermana, ha faltado con el plato de puchero, el vaso de leche y la hogaza de pan. Veinte años en los que Miguel, antes de ponerse al sol, volvía a depositar el menaje en el alfeizar austero de la ventana del callejón. Vacío, sucio, pero sin una migaja de restos…
Hasta los gatos y otras bestias del pueblo respetaban la ventana.
Gaspar, el más viejo de los cazadores, intentó en vano que se asomase, pero sólo lo hizo durante los primeros meses. Luego desistió.
Y la puerta no se volvió a abrir más. Se intuía a Miguel en el cuarto, vacío de voces y lleno de sombras…
Cuando Gaspar se acercaba al puente con sus galgos, Miguel lo imaginaba mandándolos para, ordenándoles que no se acercasen a la casa, hasta que cesaban los ladridos.
Ese día quiso asomarse. Quiso ver, saber qué quedaba del viejo Gaspar. Dudó si levantarse o no de la silla. Sonó un disparo. Los perros aullaron sin parar.
Se oyó gritar a lo lejos…
Miguel siguió sentado…
Ese día tampoco se asomó a la ventana.
Escarlataojara
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