A pesar de su corta vida, el expresionista austriaco fue unode los grandes poetas del siglo XX
Por Manuel de la Fuente
No, su corta vida, apenas 27 años, no fue, desde luego, un camino de rosas. O quizá sólo llegó hasta nosotros el rastro de sus espinas. Georg Trakl, salzburgués de 1887, fue uno de los poetas más personales e influyentes del siglo XX. Relacionado con el arquitecto Adolf Loos y el pintor Kokoschka, admirado por filósofos como Wittgenstein, deudor de Nietzsche, de Holderlin, de Rimbaud, Trakl fue uno de los grandes poetas del expresionismo, un grito angustioso y dolorido ante las vicisitudes del hombre contemporáneo, acechado por los vertiginosos cambios sociales, económicos y tecnológicos, a vaivén del desarraigo y la angustia existencial.
Para leer más:
Poesías de Georg Trakl:
Canto del solitario
Armonía es el vuelo de los pájaros. Los verdes bosques
se reúnen al atardecer en las cabañas silenciosas;
los prados cristalinos del corzo.
La oscuridad calma el murmullo del arroyo,
sentimos las sombras húmedas
y las flores del verano que susurran al viento.
Armonía es el vuelo de los pájaros. Los verdes bosques
se reúnen al atardecer en las cabañas silenciosas;
los prados cristalinos del corzo.
La oscuridad calma el murmullo del arroyo,
sentimos las sombras húmedas
y las flores del verano que susurran al viento.
Anochece la frente del hombre pensativo.
Y una lámpara de bondad se enciende en su corazón,
en la paz de su cena; pues consagrados el vino y el pan
por la mano de Dios, el hermano quiere descansar
de espinosos senderos
y callado te mira con sus ojos nocturnos.
Ah, morar en el intenso azul de la noche.
El amoroso silencio de la alcoba
envuelve la sombra de los ancianos,
los martirios púrpuras, el llanto de una gran
que en el nieto solitario muere con piedad.
Pues siempre despierta más radiante
de sus negros minutos la locura,
el hombre abatido en los umbrales de piedra
poderosamente es cubierto por el fresco azul
y por el luminoso declinar del otoño,
la casa silenciosa, las leyendas del bosque,
medida y ley y senda lunar de los que mueren.
Y una lámpara de bondad se enciende en su corazón,
en la paz de su cena; pues consagrados el vino y el pan
por la mano de Dios, el hermano quiere descansar
de espinosos senderos
y callado te mira con sus ojos nocturnos.
Ah, morar en el intenso azul de la noche.
El amoroso silencio de la alcoba
envuelve la sombra de los ancianos,
los martirios púrpuras, el llanto de una gran
que en el nieto solitario muere con piedad.
Pues siempre despierta más radiante
de sus negros minutos la locura,
el hombre abatido en los umbrales de piedra
poderosamente es cubierto por el fresco azul
y por el luminoso declinar del otoño,
la casa silenciosa, las leyendas del bosque,
medida y ley y senda lunar de los que mueren.
Versión de Helmut Pfeiffer
Fuente:
http://amediavoz.com/trakl.htm#CANTO DEL SOLITARIO
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