Fuente: http://www.lavanguardia.es/libros/20101225/54092832988/guia-para-leer-a-paul-auster.html
La última novela de Paul Auster arranca en la soleada Florida, en medio de la desolación de las viviendas embargadas por el impago de las hipotecas tóxicas. Joyce Carol Oates la define como “una pesimista alegoría contemporánea de la vida americana bajo la espiritualidad de la bancarrota”.
Pero su título es puro Nueva York, ciudad que desempeña un papel importante. Toma el nombre de Sunset Park (Anagrama y Edicions 62), uno de los barrios de su Brooklyn, aunque no es el Brooklyn mesocrático de Park Slope donde reside el autor, ni el Brooklyn de Carroll Gardens, Dumbo o Williamsburg, redescubierto por los artistas y los turistas europeos más leídos. Es el otro, el de mayores dimensiones y más denso, el que conecta por la vía de la miseria con la tribulación de quienes perdieron su hogar. “Rara es la construcción a la que accede que ha sido dejada en buen estado… Resulta más habitual que haya habido una erupción de violencia e ira”. El que se encuentra con este paisaje de derrota es Miles Heller, protagonista principal, que trabaja limpiando las residencias expropiadas para que el banco las vuelva a poner en el mercado. A él le gusta retratar los objetos abandonados en la diáspora de la ruina. Miles es un joven de 28 años de clase media, erudito, que hace algo más de siete huyó de su hogar familiar, en una zona elegante de la Gran Manzana.
“Siento que es la primera vez que escribo una novela que ocurre en el presente. Los embargos suponen algo terrible, es la imagen de la crisis”, sostiene Auster.
Ahora, por la amenaza que se cierne sobre Miles, tras enamorarse de una menor de edad –Pilar Sánchez–, decide volver a su territorio. “Me gusta el nombre de Pilar”, subraya el autor.
Se cobija en una casa okupa.
Nueva York, Brooklyn, Manhattan. Tres referencias geográficas que adquieren relevancia esencial en la narrativa de Auster. “No en todos, pero en muchos de mis libros Nueva York tiene un papel relevante”, comenta. Así sucede en este relato.
Está pachucho. El escritor vive encerrado en su morada por una neumonía que le ha impedido viajar a España para presentar este nuevo trabajo. De entrada, no desborda optimismo, “aún tengo fiebre, no estoy seguro de que mejore”, que es como arranca esta conversación mantenida el pasado lunes, entre ataques de tos.
“Ella no quiere dejar Nueva York. Quiere continuar en esta inmensa, inhabitable ciudad tanto como pueda”. Ella es Alice Bergstrom, otra de las okupas. “Es una mujer inteligente”, apostilla su creador, que se va animando al entrar en materia. ¿Inhabitable? “Nueva York es un lugar difícil, especialmente si no tienes dinero. Si eres rico es muy bonita. Si has de luchar es extremadamente difícil”.
Su libro es un juego de contrastes. Los ricos Estados Unidos y el de los desheredados. La ciudad del glamur –el padre de Miles es editor; la madre, actriz; el padrino, escritor o alter ego de Auster–, y la otra, la de los que no pueden pagar el alquiler de un apartamento y cada vez se han de alejar más de aquella primera ciudad. “Miles ha crecido en el West Village, en un vecindario muy agradable, y ahora está en Sunset Park, ¿has ido alguna vez?”.
–Sí.
–“No es un lugar muy feliz. Es un sitio que no se acostumbra a visitar. Es pobre, sencillo, con muchos inmigrantes, donde la gente ha de bregar para salir adelante. No es una de las partes maravillosas de Nueva York. Miles se siente un tanto alienado”.
En uno de sus paseos, Auster descubrió una casa de madera, de ventanas y puertas selladas. El enclave ideal para desarrollar su proyecto. “Es el entorno donde resulta posible que alguien ocupe una vivienda. Hay zonas de Nueva York donde hacer de squatter sería demasiado visible”.
Nada que ver, considera, con Park Slope, donde habita, en la que es su cuarta residencia dentro del concejo de Brooklyn, adonde llegó hace 31 años.
Su nombre se cita casi como sinónimo de Brooklyn, aunque reconoce que “lo elegí porque era más barato, no me podía permitir por más tiempo seguir en Manhattan”. No hace demasiado que hizo mudanza. Él y su esposa, la también escritora Siri Hustvedt, precisaban de una casa más grande. Estaban en Park Slope, en el entorno de la séptima avenida, y se fueron, como quien dice, a la acera de enfrente.
“Le dije a Siri que, si quería volver a Manhattan, por mí no había ningún problema. Cuando me conoció ella residía allí. Decidió que nos quedábamos”.
Se diría que Paul Auster ha ejercido de ariete. Que abrió las puertas del enclave a la numerosa llegada de la gente de la creación y la intelectualidad. De su ramo, recuerda a Norman Mailer, que residió en el vecindario hasta que se lo llevó la parca. De los veteranos cita a Paula Fox y, de los jóvenes, a Rick Moody, Jonathan Safran Foer, Nicole Krauss, Colson Whitehead o Jonathan Leaf, entre otros. “Prácticamente todo el mundo vive en Brooklyn, ja, ja”, bromea. “Se ha convertido en una especie de centro nacional para artistas. Ahora debe de haber más artistas aquí que en Manhattan”, prosigue.
Tal vez en esta elección influya la invasión de visitantes que sufre la Gran Manzana, desbordada por el éxito. “No creo que sea un declive”, responde. “De nuevo, todo es una cuestión de dinero –insiste–, hay mucha gente que no se puede permitir vivir en Manhattan. En Brooklyn pueden encontrar un buen sitio que salga por una cuarta parte de lo que resultaría al otro lado”.
Después de un respiro, continúa en su explicación. “A mí me gusta vivir en Brooklyn. Es un buen lugar para trabajar, para educar a tus hijos. En cambio, es mucho menos excitante que Manhattan, cosa que a veces echo de menos, las librerías, las galerías de arte. De todo hay menos en Brooklyn. Manhattan sigue siendo el cogollo cultural de Nueva York. Ahora viven allí menos artistas, pero la labor la desarrollan o la publican en Manhattan. A lo largo de la conversación admite, sin embargo, que el dinero no es la razón exclusiva a la hora de elegir la residencia. Lo asegura pese a que “no sé explicar muy bien el interés por Brooklyn. En Park Slope o en Williamburg no hay nada para ver, salvo el museo”.
Auster da una de sus claves personales. “Étnica y racialmente Brooklyn está mucho más mezclado. En un restaurante encuentras de todo, negros, indios, de todo. En Manhattan, en un buen local, sólo hay blancos”.
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