sábado, 11 de diciembre de 2010

LA TOSTADORA ESPECTANTE - María Ángeles

Ni una línea. La página llevaba tres días en blanco. Abandoné la ausencia de inspiración y recurrí, como otras veces, a la tostadora.
Reposaba conectada a la corriente. Nunca la desenchufaba para tenerla disponible en cualquier momento. Blanca, con programador de tiempo y desconexión automática, era el mejor apoyo que tenia en mis momentos de bloqueo.

Metí una hoja. Bajé la palanca. Programé el tiempo. El justo para un primer párrafo. Espere.
Un ligero olor a papel tostado penetraba por mi nariz y una casi imperceptible humareda invadía poco a poco la estancia.
Mi expectación bien merecía sufrir estos pequeños inconvenientes.
¡Clic! La hoja salió disparada. Diez líneas recién tostadas. Sin título. Le gustaba provocarme. Las leí. ¡Excelente! Ya tenia un punto de partida.
Intenté continuar el relato siguiendo la misma tónica, el ritmo y el estilo de las tostadas palabras. Dos líneas, solo dos líneas logré enlazar.
Volví a meter la hoja en la tostadora.
Me la devolvió sin ningún cambio. ¿Cómo era posible que se revelara contra mí? Nunca me había fallado. Recogí la hoja y tras releerlas varias veces conseguí ponerle un título. Nada más.

Mi familia se levantó a la hora habitual. Directos a la tostadora. Rebanadas de pan de molde salían disparadas, una tras otra, tostaditas y calientes.
- Has madrugado mucho, comentó mi marido
- Aún no me he acostado. ¿me pones un café cargadito?
Mientras esperaba el café, puse dos rebanadas de pan a tostar y nada. Me las devolvió en su original estado. Miré el aparato extrañada. ¿Cómo era posible?
A la mañana siguiente, no solo no me hizo tostadas a mi, sino que también se reveló contra mis hijos, contra mi marido. Algo inexplicable.
- Esta tostadora esta muerta. Si me acuerdo, esta tarde compro otra, así no podemos estar
- ¡No! Grité. Ya trataré de arreglarla. Seguro que el fallo es alguna tontería.
La desmonté. Limpié con delicadeza sus entrañas y con igual delicadeza la devolví a su estado original. Me lo agradeció volviendo a funcionar.

El sábado por la noche se apuntaron a cenar Ramón y Marta, nuestros mejores amigos. Aprovechamos para invitar también a mi hermana y a su marido.
Debate: ¿qué hacemos para cenar?
- Algo sencillo, son de confianza –dije
- Tostadas, patés y quesos – confirmó mi marido
¡TOSTADAS NOOOO! -dije para mis adentros. Pero ya estaba decidido.

Las 9 de la noche. Llegan los invitados. Nos sentamos alrededor de la mesa. Paté y quesos distribuidos en varias bandejas. Patatas, olivas y embutidos. Me dispongo ha hacer las tostadas, de dos en dos, como siempre. El aparato las va sacando, metódicamente, calentitas, cada dos minutos. Las dispongo ordenadamente en dos fuentes iguales.

- ¡Ay que gracia! Esta tostada parece que tenga letras. ¡Mira, mira! le dice Marta a Ramón.
- Es que las tiene, jajajaja, pone .... “abrigo” y bien clarito –responde el susodicho
Todos se ríen y la tostada pasa de mano en mano.
- ¡En la mía también hay letras! -exclama mi cuñado
- A ver , a ver , ¿qué pone? gritan entusiasmados
- “A-l-e-g-r-í-a” lee pausadamente mi hermana.
Menudo alboroto. No dejan tostada por repasar:
“Esconder”, “miedo”, “sol”, “correr”, “amigos”, “suave” y “ahogo”, son las palabras que se han escrito en ellas.
Me las apunto mentalmente para mi relato. El grupo me ha leído el pensamiento y empiezan a jugar a formar frases. La comida se está resecando. Nadie parece tener apetito excepto yo. Intento coger una y untarle el paté, pero Marta me la quita de las manos de sopetón.
- ¿Qué haces, insensato? ¡Esto es un gran hallazgo, una tostadora que escribe...!
- No digas tonterías Marta. Seguramente este pan venia defectuoso, contesté, quitándole importancia. Igual les da por llevársela a la tele...
- Si claro, mientras lo hacían en el horno, se les coló un periódico y las palabras se quedaron impregnadas...
- “Aunque hacia sol, me puse el suave abrigo y me escondí porque tenia miedo. Mas tarde eché a correr con gran alegría “ – Dijo Marta
- “Que alegría tuve al encontrar mi abrigo escondido del sol, tan suave era que casi me ahogo al ponérmelo. Mis amigos corrían por miedo a no encontrarme.” Fue la frase de Ramón.
- “Me escondí porque tenia miedo del sol. Mis amigos me pusieron un abrigo muy suave que me ahogaba” – la ridícula construcción de mi cuñado.
No aguantaba más. Me levanté, me acerqué a la ya famosa tostadora y mirándola con rabia contenida la agité, la agité mucho, muchísimo. Salieron migajas de pan, algunas con forma de letras doraditas y otras, carbonizadas. Recogí las grafías con la esperanza de poder recomponer alguna palabra. Fui al estudio, cogí una hoja en blanco y la puse en la tostadora.
- Ya me has demostrado que puedes escribir, pues ahora... ¡escribe! Le ordené.
Chispas y juegos de luces fueron su respuesta. Todo un espectáculo. Letras incandescentes flotaban sostenidas por el humo. Palabras disléxicas y frases inconexas subían y bajaban movidas por el reflujo del aire opaco y oscuro.. Papel quemado pegado a las losetas de la pared. Nadie se percató. Estaban todos muy entretenidos con el juego de palabras.
Una aparente e inofensivo hierrecito salió proyectado hacia la cortina. La tela empezó a arder. Intenté sofocar el fuego con un trapo. También se quemó y junto a él, parte de mi mano. La puse en agua fría, mientras ardían la tostadora, la cortina y el trapo. El humo se fue ennegreciendo y se extendió por toda la cocina. El olor atrajo a los invitados. Exclamaciones, gritos.
Mientras yo me sujetaba la mano bajo el grifo del lavabo, ellos, con el extintor del edificio sofocaron el fuego. Me dolía. Pero aún me dolía más pensar que ya no podría contar con la inspiración de mi tostadora. En el cielo se balanceaban sabias nubes de letras, mis letras, mi inspiración. En adelante, tendría que superar yo solita el “bloqueo de la escritora”.

1 comentario:

  1. ¿Sabían ustedes que una tostadora podía escribir? Otro texto de María Ángeles con una inspiración fuertemente ligada a lo maravilloso con salpicaduras surrealistas. Un mundo de sorpresas que integran la realidad y la cambian, la transforman a su antojo, con unas consecuencias a veces dolorosas, muy dolorosas. Así que lo inánime cobra vida y se hace dueño de ella. ¡Desde luego, somos a veces los juguetes de unas fuerzas que nos sobrepasan!

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