Los desacuerdos entre Tarabiskotes e Indudiablillos
Se creó, entre los científicos de los dos pueblos, y a base de reuniones, aciertos, enfados, gritos, sonrisas encubiertas -de se sabe quién-, la figura de los Gatojueces que, para entendernos, son un compendio más o menos acertado de la voluntad popular y de las expectativas individuales, de complejas ideas sobre el bien y el mal y de burbujeantes y prolíficas sesiones de sueños.
Entonces, cuando una discordia entre un Tarabiskote y un Indudiablillo es lo más parecido a un callejón sin salida (básicamente porque el Tarabiskote está de lo más harto de poner de su parte frente a un Indudiablillo de ideas fijas, inmutable en su reciente doctrina) interviene el Gatojueces (nunca se habla de él como un Gatojuez, sino como un Gatojueces, dado que representa y tiene el respaldo de los demás Gatojueces, diga lo que diga).
El Gatojueces otorga siempre la misma cantidad de tiempo al asunto, que son 999 segundos. Excedido este tiempo, si los dos contrincantes no han llegado a ponerse de acuerdo, el Gatojueces se come indistintamente a los dos.
En la comunidad de los Tarabiskotes, se considera que si un Tarabiskote ha acabado en el estomago del Gatojueces, la razón viene de su imposibilidad a tergiversar, lo que es una indudable señal de su mente contaminada por la tozudez del Indudiablillo. Dicho de otra forma, el Tarabiskote tiene más de Indudiablillo que de Tarabiskote, por lo tanto la sanción es justa e inapelable.
Cabe señalar que la enorme mayoría de los Tarabiskotes, que no es poca, prefieren no acudir al Gatojueces, dándole siempre la razón al Indudiablillos que, como un perro recibiendo su hueso, se queda más contento que un Tarabiskote leyendo el periódico en el lavabo.
Dado que los Tarabiskotes no acuden mucho a los Gatojueces y que los Indudiablillos disfrutan de tener siempre la razón, el conjunto de los Gatojueces disminuyó considerablemente, hasta tal punto que en la actualidad queda sólo un Gatojueces.
Los Tarabiskotes han convocado una reunión para comentar la posibilidad de cambiarle el nombre de Gatojueces por el más cómodo y adecuado Gatojuez.
De momento, y mientras tanto, el Gatojueces bosteza y se está quedando más delgado que las estanterías de los Indudiablillos que constan de un solo opus titulado ¿Por qué siempre tienen razón los Indudiablillos?
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