Cuando éramos niños, nos gustaba meternos debajo de las mesas para leer. Hacer con mantas y almohadas un barco y partir hacia los mundos que nos ofrecían los libros. Queríamos que estuvieran muy lejos. Era posible cualquier cosa. Luego crecimos un poco. Empezamos a preferir que los libros nos hablaran de los pasos cotidianos de una vida que se iba haciendo poco a poco más difícil. Queríamos que nos hablaran de la muerte y del amor. De cómo decir “no”, de cómo trazar un camino propio. “Este loco mundo. 17 cuentos” está aquí para decirnos que esas dos verdades eran la misma.
Los escritores Miguel Ángel García Argüez, José María Gómez Valero y David Eloy Rodríguez nos acercan a un mundo divertido y tierno en el que no faltan, sin embargo, las encrucijadas, los pequeños abismos que implica cada descubrimiento, los pellizcos de dolor que acompañan nuestro andar. Estos tres poetas y narradores -exploradores intrépidos y comprometidos del loco mundo por las vías de la reflexión y de la acción a través de las muy variadas propuestas del colectivo La Palabra Itinerante- conocen bien de qué modo leen la vida las niñas y niños: desde hace más de una década imparten actividades pedagógicas de animación a la lectura y a la escritura de relatos y poemas. Es de esa experiencia llena de voces de donde nace, según cuentan, el aliento para emprender la aventura de este libro, que es su primera incursión en la escritura de literatura infantil.
La ilustradora Amelia Celaya, por su parte, ha sabido traducir la complejidad de ese mundo -tan parecido al nuestro- en un universo a la vez suave y contundente, poblado de expresivos detalles que acompañan la reflexión y de contrastes que permiten que el asombro no cese en todo el trayecto. Sus colores puros dan la mano con naturalidad a las metáforas juguetonas que esconde cada trama, sus líneas entre lo divertido y lo feroz son un trazado preciso de las preguntas que quedan en el aire después de cada punto final.
“Este loco mundo. 17 cuentos” es, así, un puente entre el soñar mundos lejanos y el necesitar afrontar éste, un pasadizo entre dos modos de vivir las ganas de historias. Para niños crecidos que quieren volver a leer bajo las mantas, en él hay pueblos bajo el agua, guisantes gigantes que parten de viaje, planetas que aún no han conocido el dinero ni la traición. Para niños sin crecer que quieren que les hablen del amor, de la muerte, y de cómo decir “no”, en él hay, como en todos nuestros días, elefantes que se vuelven cazadores, barcos lujosos con fiestas muy tristes, vacas empeñadas en salir en todos los cuentos. Los niños de cualquier edad pueden volver a empezar a aprenderlo todo. Aprender, por ejemplo, si los vientos pueden o no vivir sin saber hacia dónde soplan o cómo cambian de vida quienes parecían estar destinados a ser fuego o ser cuchillo. Aprender, por ejemplo, sobre el miedo que tienen las estrellas fugaces a caer en el mar.
* Versión ampliada de una nota aparecida en el Diagonal.
Los escritores Miguel Ángel García Argüez, José María Gómez Valero y David Eloy Rodríguez nos acercan a un mundo divertido y tierno en el que no faltan, sin embargo, las encrucijadas, los pequeños abismos que implica cada descubrimiento, los pellizcos de dolor que acompañan nuestro andar. Estos tres poetas y narradores -exploradores intrépidos y comprometidos del loco mundo por las vías de la reflexión y de la acción a través de las muy variadas propuestas del colectivo La Palabra Itinerante- conocen bien de qué modo leen la vida las niñas y niños: desde hace más de una década imparten actividades pedagógicas de animación a la lectura y a la escritura de relatos y poemas. Es de esa experiencia llena de voces de donde nace, según cuentan, el aliento para emprender la aventura de este libro, que es su primera incursión en la escritura de literatura infantil.
La ilustradora Amelia Celaya, por su parte, ha sabido traducir la complejidad de ese mundo -tan parecido al nuestro- en un universo a la vez suave y contundente, poblado de expresivos detalles que acompañan la reflexión y de contrastes que permiten que el asombro no cese en todo el trayecto. Sus colores puros dan la mano con naturalidad a las metáforas juguetonas que esconde cada trama, sus líneas entre lo divertido y lo feroz son un trazado preciso de las preguntas que quedan en el aire después de cada punto final.
“Este loco mundo. 17 cuentos” es, así, un puente entre el soñar mundos lejanos y el necesitar afrontar éste, un pasadizo entre dos modos de vivir las ganas de historias. Para niños crecidos que quieren volver a leer bajo las mantas, en él hay pueblos bajo el agua, guisantes gigantes que parten de viaje, planetas que aún no han conocido el dinero ni la traición. Para niños sin crecer que quieren que les hablen del amor, de la muerte, y de cómo decir “no”, en él hay, como en todos nuestros días, elefantes que se vuelven cazadores, barcos lujosos con fiestas muy tristes, vacas empeñadas en salir en todos los cuentos. Los niños de cualquier edad pueden volver a empezar a aprenderlo todo. Aprender, por ejemplo, si los vientos pueden o no vivir sin saber hacia dónde soplan o cómo cambian de vida quienes parecían estar destinados a ser fuego o ser cuchillo. Aprender, por ejemplo, sobre el miedo que tienen las estrellas fugaces a caer en el mar.
* Versión ampliada de una nota aparecida en el Diagonal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario