miércoles, 6 de abril de 2011

Crónicas intempestivas, por Valentino Wajciechosczaf. 2011-04-06.


La pregunta era esta: “¿Cuál de estos tres nombres corresponde al autor del Quijote: a- Piqué; b- Cervantes; c- Shakira?”. La verdad es que en estos menesteres la cautela es fundamental. Se  alejó un poco de la pantalla del ordenador y resolvió practicar lo que Husserl llama epokhé (no tiene nada que ver con alguna postura del Kamasutra, además se hallaba solo, lo cual, dicho de paso, reduce drásticamente el elenco de fórmulas eróticas) y se puso a pensar… Por semiosis y razón deductiva, eligió la respuesta “a”. Apareció un mensaje: “Pruebe suerte otra vez”. Dado que la “c” producía el mismo efecto mediante el mismo mensaje, no le quedaba otra que hacer un clic en la respuesta “b”. Apareció un nuevo mensaje: “¡Enhorabuena! Ha sido elegido entre 1.000.000  de usuarios para el sorteo de un Mercedes SLK”. Puede que la vida sea una caja de bombones pero desde luego da unos giros… ¡Un Mercedes! ¡SLK!

Miren, ayer me llamaba mi hermana para anunciarme que, con su cuarto marido, acababa de dar a luz a trillizos –lo que le permitía llegar al número nada desdeñable de nueve descendientes-, y que una ayudita económica por mi parte sería gratamente recibida, entonces… Ahora que he mencionado a mi hermana, permítanme un pequeño aparte sobre el tema fraternal en general y el de mi hermana en particular: a los diecisiete, se enamoró de un soldado, decidió dejar sus estudios (que, con toda seguridad, la iban a llevar como mínimo a cajera) y al poco tiempo comenzó a engendrar. En cinco años añadió cuatro nombres a su tarjeta de la seguridad social. Su marido, que había dejado el prestigio del uniforme por el prestigio de las familias numerosas, entró en Wasp’wash Ldt. como ideólogo de superficie (lo que viene a ser algo como recoge mierda, pero en fino) con derecho a la palabra, o mejor dicho a “las” palabras, que eran tres y se organizaban de la manera siguiente:
                                                
                                                           Señor
                                               No
Pero no se quejaba e ideologizaba ocho horas al día antes de volver a casa y dejar que fuera mi hermana quien tomara las riendas de las actividades cerebrales. No, no se quejaba nunca, es más, acudía al trabajo con buen humor y unas palabras amables para sus compañeros de superficies. Además sabía que podía contar con el apoyo de la plantilla, las inocentes bromas y el acto anual de la empresa que organizaba, según los carteles repartidos por todas partes, una Cena de Id. (las malas lenguas, que son muchas y siempre dispuestas a soltar disparates, decían que era una cena de Idiotas; las otras, no tan malas pero tampoco compasivas, hablaban de una cena de Identificación; y las buenas, que son pocas y siempre discretas, se decantaban por una cena de  Idiosincrasia). En fin, supongo que la Wasp’wash Ldt. era para mi cuñado como una segunda casa, con la tremenda ventaja de no tener que aguantar a mi hermana que, después de sus cuatro puestas, cantaba de sol a sol – con esto no quiero decir que su tesitura era de una sola octava-, y cantaba peor que un gallo encallado. Sí, ella sí que  empezó a quejarse. A mi hermana no le bastaba la triste nómina que traía su marido a casa a final de mes. Le buscó más y más superficies de fin de semana –fueran ideológicas o no-, y le llenó la cabeza de promesas de felicidad basada sobre el bienestar fiduciario. Utilizó argumentos contundentes: “¡Si no sales de desgraciado gilipollas, te dejo!”; manejó el frío y el calor: “¡Si no sales de desgraciado gilipollas, nada de trikitriki!”; hasta atacó su lado más sentimental: “¡Si no sales de desgraciado gilipollas, me mato!”. Y un día (no este, sino aquel), agotado, asfixiado, estrangulado por tantas y tantas ideologías, mi cuñado comunicó a su Dulcinea el deseo de mandarla al carajo. Mi hermana le plantó su tenedor en la mano. El tenedor atravesó su mano y vino a clavarse en la mesa, de pino, de Ikea, y de reciente adquisición. El ideólogo liberó de inmediato la casi completa lista de variaciones sobre la entrada del diccionario “Me cago en la puta”, retiró el tenedor de su mano y se lo devolvió a mi hermana, básicamente en la yugular. Ambos sangraban, gritaban, maldecían y subieron a su Renault Kangoo customizado, camino al hospital donde tuvieron que aclarar el origen de sus respectivas heridas (explicaron que mientras ella estaba preparando creps –completos, con tomate, champiñones, salchichas de cerdo, huevos fritos y queso rallado-, él, emocionado por el balanceo del trasero de su esposa delante de las placas de cocina, eléctricas, de Ikea, y de reciente adquisición, se acercó para probar un coitus interruptus. Ella no se negó, pero en el momento cumbre, cuando el equilibrio de su entremezcla se había vuelto incierto, quiso asegurarse el cielo mediante un punto de apoyo a la altura de sus expectativas espaciales. Iba a clavar el tenedor que tenía en mano en la madera de la encimera pero dicho tenedor encontró desafortunadamente sobre su camino la mano de su marido…). La osadía de su discurso no dejó a nadie indiferente. Llegó la policía… Lo que viene a continuación ya lo conocen.
-¿Cómo?
- Pues sí, ya lo acabo de escribir.
-¿Qué pasó con la policía?
-Esto no importa.
-¿Qué hay de su “aparte sobre el tema fraternal en general”? ¿No le parece que si anuncia algo, tendría que corresponder a las expectativas que crea?
-En absoluto.
-¿Y se puede saber el por qué?
-¡Porque me da la gana!
-Profunda respuesta…
-No hay otra.
-¡Siento decírselo, pero usted tiene un morro! Se suponía que la vida daba unos giros…
-Sí, los que mandé a mi hermana para su alumbramiento triple.
-¿Y qué pasó con el Mercedes SLK?
-¡Qué sé yo!
-Es usted un embustero, un mentiroso, un… un…
-¿Quiere un sinónimo?
-Su crónica no tiene ni pies ni cabeza.
-Esto, lo dirá usted.
-Sí, exacto, lo digo yo.
-Bueno.
-¡De bueno, nada!
-¡En fin!
-¡Eso!
-¡Eso qué!
-Pues, se acabó.
-Pues, vale.
-Vale.

En fin, como dice mi compadre Nene: “Siempre nos quedarán Stephen King y أبو الوليد محمد بن أحمد بن محمد بن رشد”.

Puede que continúe…

4 comentarios:

  1. Me encanta la sublime ironía de este escritor. Es mordaz, descarado pero te atrapa en su escrito, lo cual agradeces, y más en un relato corto que a veces es difícil de conseguir.

    Carme Pau

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  2. Sencillamente genial, mordaz, irónico y divertido, hasta tiene un punto de tragicomedia

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  3. Gracias por participar en este blog mediante vuestros comentarios. Se agradece, de verdad.
    En cuanto al autor de estas crónicas, aunque prefiera quedarse escondido debajo de un apellido de compleja pronunciación, creo que considera la ironía como una forma moderna de supervivencia.
    JC

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  4. Me ha encantado leerte JC, ¡perdón!, Valentino, tus crónicas tienen mucho sentido del humor y desde luego tus personajes dan mucho de sí. ¿Será el escritor siempre un embustero?
    Un abrazo
    Paco

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