Relato: Puesta de sol en Pusztaturpaszto
El bar, abierto las veinte cuatro horas, turbaba a veces la diferencia entre lo diurno y lo nocturno, de hecho, no podría decir si es que el día era especialmente oscuro, o la noche muy clara. Pero, al fin y al cabo, ¡qué importa! Crucé la calle, entré en el Dante Paradise y me senté frente a Dolf Lasner inmerso en un monólogo que mi presencia no interrumpió: …sin embargo, no he matado nunca a nadie, y lo lamento. También lamento no haber estado nunca en Pusztaturpaszto. No recuerdo cuando se empezaron a torcer las cosas, no recuerdo, quizá el día de la fiesta de la siega, en Rghz, el día que me dijo: ¡No lo hagas! No, no recuerdo.
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