Freia ..... Wendy Bryn Harmer (soprano)
Fricka ..... Stephanie Blythe (mezzo-soprano)
Erda ...... Patricia Bardon (mezzo-soprano)
Loge ...... Arnold Bezuyen (tenor)
Mime .....Gerhard Siegel (tenor)
Wotan ...... Bryn Terfel (baritone)
Alberich ..... Eric Owens (bass)
Fasolt ..... Franz-Josef Selig (bass)
Fafner ..... Hans-Peter Konig (bass)
Chorus and Orchestra of the Metropolitan opera
Conductor ..... Fabio Luisi
Metropolitan Opera
April 2, 2011
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Gran ópera trágica en cinco actos. Libreto del compositor.
Personajes: Cola Rienzi, notario papal (tenor); Irene, su hermana (soprano); Stefano Colonna (bajo); Adriano, su hijo (mezzosoprano); Paolo Orsini (bajo); Raimondo, legado papal (bajo); Baronelli y Ceceo del Vecchio (tenor y bajo); ciudadanos romanos; un mensajero de paz (soprano); un heraldo (tenor).
Lugar y época: Roma, a mediados del siglo XIV.
La historia y el novelista inglés Edward Bulwer Lytton llamaron «el último tribuno» al jefe popular romano Cola di Rienzi, y Warner utilizó esa denominación como subtítulo de su primera ópera propiamente dicha. Ésta fue eclipsada por sus obras posteriores, pero nuestra época se acuerda ocasionalmente de ella. Se advierte allí con claridad la formación artística de Wagner, que procede de Spontini y Meyerbeer, pero también de los primeros románticos alemanes. Es perfectamente comprensible; lo único sorprendente es que pudiera librarse tan rápidamente de esos modelos y alcanzar un estilo propio, inconfundible. Poco después de Rienzi vino El holandés errante, y de repente, todo en esta obra, la atmósfera, los temas, los símbolos, la poesía, la música, es ya «auténticamente wagneriano», retrospectivamente hablando.
Rienzi ocupó a Wagner sus dos últimos años como director de orquesta en Riga (1837-1839); primero escribió el libreto completo, luego amplios bocetos de los dos primeros actos. Luego vino la «huida» por el Báltico hacia Inglaterra y París. Allí terminó la obra, en 1840.
El libreto describe la lucha del tribuno popular Rienzi por la victoria del derecho y el orden en la Roma del siglo XVI. Después de una brillante obertura (que se suele oír con frecuencia en los conciertos y que desarrolla, conforme al uso operístico de la época, una selección de las melodías más importantes de la obra: la oración de Rienzi, una marcha triunfal y el fastuoso himno de combate «Santo spirito»), el telón se alza ante una escena nocturna donde el grupo aristocrático de los Orsini intenta secuestrar a la hermana de Rienzi, Irene. El grupo contrario de los Colonna llega a tiempo para liberar a la víctima. Crece la indignación entre el pueblo a causa de la creciente arbitrariedad de los nobili, los nobles o patricios; y llaman a Rienzi, el tribuno, para que ponga freno a sus actividades. Raimondo, el legado papal, intenta inútilmente hacer las paces. El pueblo sólo escucha a su jefe, Rienzi, al que se une con entusiasmo el hijo de Colonna, Adriano, a pesar de que ello le crea un grave conflicto interior. Adriano se compromete con Irene.
El acto segundo muestra la fiesta en el Capitolio, en la que Rienzi celebra la victoria sobre los nobles, pero sobre todo el restablecimiento de la paz. También han sido invitados los ex enemigos Orsini, Colonna y sus seguidores. Aparentan entrar pacíficamente, pero en realidad sólo buscan el instante ideal para vengarse de Rienzi, el plebeyo que ha quebrantado su poder. Inútilmente intenta Adriano convencer a su padre del valor de Rienzi. Éste recibe enviados de toda Europa, frente a los cuales proclama con orgullo el derecho de Roma a representar un papel decisivo en la elección del emperador alemán. Luego ofrece a sus invitados una pantomima: el suicidio de Lucrecia, en la Roma antigua, después de haber sido violada por Tarquino, lo que en cierto modo fue el pretexto para liberar a Roma de la tiranía. Durante la pantomima, Orsini se aproxima sigilosamente a Rienzi, pero su puñal no puede atravesar la armadura del tribuno. Al mismo tiempo fracasan sus seguidores, que quieren asaltar el Capitolio. Los conjurados son condenados a muerte, pero Rienzi se deja convencer una vez más por Irene y Adriano y los perdona. Se siente lo suficientemente fuerte para mostrarse magnánimo. Es en realidad un «tribuno de la plebe», el único título que quiere llevar, después de haber rechazado la corona que le han ofrecido.
En el acto tercero, seguramente el más grandioso de la obra, Rienzi llama fervientemente a la lucha contra los patricios, que se han concentrado en las afueras de Roma: «Santo Spirito», una melodía llena de fuerza, que los coros formados por el pueblo adoptan y llevan a arrebatadores puntos culminantes. Sigue la escena de la batalla, donde Wagner, a la manera de Meyerbeer, concentra todas las masas y medios sonoros disponibles para describir la campaña de los romanos contra los aristócratas. Adriano vive con sentimientos encontrados la batalla que se desarrolla a lo lejos. Las mujeres de Roma se ponen de rodillas y rezan por la victoria. Suena un canto guerrero, se acerca, crece de manera incontenible y anuncia la victoria de Rienzi. Llevan a los heridos y a los muertos: entre estos últimos está Colonna. Adriano se aparta amargamente de su ídolo, pero el júbilo de las masas ahoga su maldición y los gritos de dolor de los vencidos.
Pero el apogeo de Rienzi ha terminado; en los últimos actos se representa su decadencia. El papa se aparta del tribuno; Adriano le atribuye motivos egoístas. Cuando Rienzi quiere entrar en la iglesia de San Juan de Letrán para rezar un tedeum, Raimon-do, el legado papal, lanza el anatema contra él. Todo el mundo se aparta de Rienzi, amado antes por el pueblo; sólo Irene le sigue siendo fiel. El tribuno se yergue una vez más, indomable: «¡Todavía hay una Roma!».
El acto quinto comienza con la oración de Rienzi que se ha hecho famosa, una melodía solemne que parece anunciar la atmósfera de Lohengrin. Pero las masas se han apartado de Rienzi definitivamente. Prenden fuego al Capitolio. Adriano se arroja a las llamas para salvar a Irene. Pero el edificio que se derrumba sepulta a Rienzi y con él a la joven pareja.
El estreno de Rienzi, celebrado en Dresde (gracias a las gestiones de Meyerbeer) el 20 de octubre de 1842, fue el primer triunfo de Wagner. Una nueva vida se abrió ante él después de los amargos años de París, de aquel interludio de seis años como compositor que trabajaba de primer director de orquesta en la Ópera de Dresde.
Personajes: Cola Rienzi, notario papal (tenor); Irene, su hermana (soprano); Stefano Colonna (bajo); Adriano, su hijo (mezzosoprano); Paolo Orsini (bajo); Raimondo, legado papal (bajo); Baronelli y Ceceo del Vecchio (tenor y bajo); ciudadanos romanos; un mensajero de paz (soprano); un heraldo (tenor).
Lugar y época: Roma, a mediados del siglo XIV.
La historia y el novelista inglés Edward Bulwer Lytton llamaron «el último tribuno» al jefe popular romano Cola di Rienzi, y Warner utilizó esa denominación como subtítulo de su primera ópera propiamente dicha. Ésta fue eclipsada por sus obras posteriores, pero nuestra época se acuerda ocasionalmente de ella. Se advierte allí con claridad la formación artística de Wagner, que procede de Spontini y Meyerbeer, pero también de los primeros románticos alemanes. Es perfectamente comprensible; lo único sorprendente es que pudiera librarse tan rápidamente de esos modelos y alcanzar un estilo propio, inconfundible. Poco después de Rienzi vino El holandés errante, y de repente, todo en esta obra, la atmósfera, los temas, los símbolos, la poesía, la música, es ya «auténticamente wagneriano», retrospectivamente hablando.
Rienzi ocupó a Wagner sus dos últimos años como director de orquesta en Riga (1837-1839); primero escribió el libreto completo, luego amplios bocetos de los dos primeros actos. Luego vino la «huida» por el Báltico hacia Inglaterra y París. Allí terminó la obra, en 1840.
El libreto describe la lucha del tribuno popular Rienzi por la victoria del derecho y el orden en la Roma del siglo XVI. Después de una brillante obertura (que se suele oír con frecuencia en los conciertos y que desarrolla, conforme al uso operístico de la época, una selección de las melodías más importantes de la obra: la oración de Rienzi, una marcha triunfal y el fastuoso himno de combate «Santo spirito»), el telón se alza ante una escena nocturna donde el grupo aristocrático de los Orsini intenta secuestrar a la hermana de Rienzi, Irene. El grupo contrario de los Colonna llega a tiempo para liberar a la víctima. Crece la indignación entre el pueblo a causa de la creciente arbitrariedad de los nobili, los nobles o patricios; y llaman a Rienzi, el tribuno, para que ponga freno a sus actividades. Raimondo, el legado papal, intenta inútilmente hacer las paces. El pueblo sólo escucha a su jefe, Rienzi, al que se une con entusiasmo el hijo de Colonna, Adriano, a pesar de que ello le crea un grave conflicto interior. Adriano se compromete con Irene.
El acto segundo muestra la fiesta en el Capitolio, en la que Rienzi celebra la victoria sobre los nobles, pero sobre todo el restablecimiento de la paz. También han sido invitados los ex enemigos Orsini, Colonna y sus seguidores. Aparentan entrar pacíficamente, pero en realidad sólo buscan el instante ideal para vengarse de Rienzi, el plebeyo que ha quebrantado su poder. Inútilmente intenta Adriano convencer a su padre del valor de Rienzi. Éste recibe enviados de toda Europa, frente a los cuales proclama con orgullo el derecho de Roma a representar un papel decisivo en la elección del emperador alemán. Luego ofrece a sus invitados una pantomima: el suicidio de Lucrecia, en la Roma antigua, después de haber sido violada por Tarquino, lo que en cierto modo fue el pretexto para liberar a Roma de la tiranía. Durante la pantomima, Orsini se aproxima sigilosamente a Rienzi, pero su puñal no puede atravesar la armadura del tribuno. Al mismo tiempo fracasan sus seguidores, que quieren asaltar el Capitolio. Los conjurados son condenados a muerte, pero Rienzi se deja convencer una vez más por Irene y Adriano y los perdona. Se siente lo suficientemente fuerte para mostrarse magnánimo. Es en realidad un «tribuno de la plebe», el único título que quiere llevar, después de haber rechazado la corona que le han ofrecido.
En el acto tercero, seguramente el más grandioso de la obra, Rienzi llama fervientemente a la lucha contra los patricios, que se han concentrado en las afueras de Roma: «Santo Spirito», una melodía llena de fuerza, que los coros formados por el pueblo adoptan y llevan a arrebatadores puntos culminantes. Sigue la escena de la batalla, donde Wagner, a la manera de Meyerbeer, concentra todas las masas y medios sonoros disponibles para describir la campaña de los romanos contra los aristócratas. Adriano vive con sentimientos encontrados la batalla que se desarrolla a lo lejos. Las mujeres de Roma se ponen de rodillas y rezan por la victoria. Suena un canto guerrero, se acerca, crece de manera incontenible y anuncia la victoria de Rienzi. Llevan a los heridos y a los muertos: entre estos últimos está Colonna. Adriano se aparta amargamente de su ídolo, pero el júbilo de las masas ahoga su maldición y los gritos de dolor de los vencidos.
Pero el apogeo de Rienzi ha terminado; en los últimos actos se representa su decadencia. El papa se aparta del tribuno; Adriano le atribuye motivos egoístas. Cuando Rienzi quiere entrar en la iglesia de San Juan de Letrán para rezar un tedeum, Raimon-do, el legado papal, lanza el anatema contra él. Todo el mundo se aparta de Rienzi, amado antes por el pueblo; sólo Irene le sigue siendo fiel. El tribuno se yergue una vez más, indomable: «¡Todavía hay una Roma!».
El acto quinto comienza con la oración de Rienzi que se ha hecho famosa, una melodía solemne que parece anunciar la atmósfera de Lohengrin. Pero las masas se han apartado de Rienzi definitivamente. Prenden fuego al Capitolio. Adriano se arroja a las llamas para salvar a Irene. Pero el edificio que se derrumba sepulta a Rienzi y con él a la joven pareja.
El estreno de Rienzi, celebrado en Dresde (gracias a las gestiones de Meyerbeer) el 20 de octubre de 1842, fue el primer triunfo de Wagner. Una nueva vida se abrió ante él después de los amargos años de París, de aquel interludio de seis años como compositor que trabajaba de primer director de orquesta en la Ópera de Dresde.
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