Los suplementos culturales suelen ser como una larga sobremesa con un señor muy sabio, muy vetusto y un pelín aburrido. Uno los lee con una sensación de sopor y de bostezo únicamente reprimida por las ganas de aprender, aunque a veces el cabeceo sea una cosa inevitable… vaya, podríamos decir que es la sección del periódico más confortable, aunque desde luego no la más emocionante. Es por eso sorprendente que una sección como el Babelia del diario El País acabe en bronca y en un golpe seco en la mesa en esa conversación imaginaria que todos tenemos con los periódicos (“¡¡mecagoendiossss!!”), pero así ha ocurrido este fin de semana cuando me he enfrentado a la sección de crítica de arte, la he agarrado las solapas y le he dicho “si tienes huevos esto lo solucionamos en la calle”. Y no es por chulería, ni siquiera por cabreo acumulado, es porque hay cosas que claman al cielo, y chica, a mí ya llegados a este punto no se me pudre nada en la boca… ya que somos la generación pérdida, de perdidos al río. Yendo a lo que nos importa: la crítica a las exposiciones que llevaban este sábado El Babelia no trataba de evaluar el estado del Arte actual sino que intentaba dejar claro quien detenta el Poder hoy en día.
De esa cosa que nos pone tan burros y que nos gusta tanto como es el Poder, y de cómo ese motor eterno que dirige nuestra política en su sentido más amplio (es decir, nuestra política económica, pero también sanitaria, educativa, y cultural) justifica su funcionamiento simplemente manteniéndose en marcha. ¿Para qué sirve el Poder? Para demostrar quien tiene poder. ¿Y quién tiene poder?… pues entre otra gente, pero especialmente y según sábado El Babelia, el poder lo detenta alguien como Consuelo Ciscar directora del IVAM (Instituto Valenciano de Arte Moderno), hermana de Cipriano Ciscar (el PSOE valenciano nunca volvió a ser lo mismo) y mujer de Rafael Blasco Castany, siete veces conseller del gobierno valenciano, especialmente bajo los gobiernos del PP del que fue portacoz en las Cortés. Todo este entramado político familiar ha dado como resultado una considerable concentración de poder, que sin embargo no ha sido impedimento para que en su seno creciera un artista, porque como todo el mundo sabe hasta en los peores estercoleros pueden crecer las más bellas flores.
Y aquí llegamos al punto interesante, ese artista es una persona conocida como Rablaci que es un acrónimo de Rafael Blasco Císcar (Valencia, 1987), que actualmente está exponiendo en La Casa de Vacas del Retiro madrileño, y que ha visto su obra reseñada en distintos periódicos a raíz de esta muestra. Lejos de notas como la que publicó “El Levante” titulada “Consuelo Ciscar lanza a su hijo como artista” un periódico de orden como “La Razón” publicaba la reseña Raíces del desarraigo donde decía:
Rablaci explica que ésta «nace de la intención de radiografiar al ser humano contemporáneo, el cual se mueve en plena área de la globalización, donde el desarraigo se acerca a cierto nihilismo nietzschiano», y con ella busca «centrarse en el sentimiento vacío y en la búsqueda de uno mismo» (…) El artista, que tiene 23 años y estudia cuarto curso de la Licenciatura de Bellas Artes, explica que «el hombre tiene como bandera el individualismo, la frivolidad, la superficialidad». «El desarraigo nos sitúa en las antípodas de lo social», continúa, y asegura que «la tecnologización ha forzado una nueva contradicción: cuando parecía que era más fácil la comunicación, más desarraigo se produce». En cuanto a sus influencias, afirma fijarse en «autores como Heidegger, Sartre y Nietzsche».
Oye, bien, Heidegger, Sartre, Nietzsche, Rablaci y Jose María Ansón en un cocktail explosivo de nihilismo informativo y artístico. El chico ya tiene otra hoja para el álbum de recortes de esos que todas las madres quieren tener, además todo muy bien ligado y loado por un tal Miguel Soria. ¿Qué decía El Babelia del sábado?. Primera reacción: “la madre que me parió pero si le ha hecho la reseña el Francisco Calvo Serraller, uno de los historiadores del arte más prestigiosos de Españñññña”. Segunda reacción: “¿A cuántos estudiantes de 4º curso de la Licenciatura de Bellas Artes ha loado Francisco Calvo Serraller?”, pues eso sería cuestión de revisarlo porque yo siempre me lo salto porque no lo entiendo muy bien… pero veamos que dice:
Formado en esa feraz cantera artística valenciana, aunque no sin antes haber pasado por París, Rablaci (Rafael Blasco Císcar, Valencia, 1987) vuelve a exhibir su obra individualmente en Madrid -en 2008 lo hizo en la galería Raquel Ponce- en el espacio de Casa de Vacas del Retiro madrileño. Girando la muestra actual en torno al siempre candente tema del desarraigo, pero interpretado básicamente en una clave naturalista
¿Con “feraz” se refiere a “feroz”?, ¿o será a “veraz”?… me inquieto y busco en la RAE la entrada “feraz” que acaba significando “fértil, copioso de frutos”… ¿no sería mejor utilizar “frutaz” como en “esa frutaz cantera artística valenciana”?… con una “Z” como “Cziscar”… intento continuar leyendo pero me vuelvo inquietar y me imagino un dictado estrambótico: “La zarina Cziscar fructifica los feroces frutales del feraz zobrino de Cipriano Ciszcar”. Uhmmm podría funcionar… continúo leyendo…
Como corresponde a su indagación sobre el desarraigo, Rablaci, física y conceptualmente, se desenvuelve en un territorio de frontera, que entremezcla el mundo rural y urbano, lo vegetal y lo industrial, lo aéreo y lo grávido, sin hurtar en estas evocaciones el trasfondo psicológico y existencial. Rablaci empatiza con el latido poético del land-art, sobre todo, británico, pero también con algunos motivos del chamanismo terapéutico de Beuys y de Fluxus, por no hablar de evidentes acentos locales, que tiene que ver con el paisaje rural valenciano de los naranjales. Con un sentido escénico muy impactante, que alcanza su culminación brillante en los árboles invertidos de tamaño natural, que están revestidos de cadenas o atravesados
Lo del chamanismo terapéutico me-en-can-ta (I-lo-ve-it)… porque quizás con “chamanismo terapéutico” hace referencia a cómo algunos críticos y catedráticos se cargan de palabras mágicas para esconder detrás de ellas a un arte que está completamente vacío y que se ha convertido simplemente una terapia para niños ricos. Lo de entremezclar mundos es quizás homenaje a su padre, “entre lo aéreo y lo grávido”, entre el FRAP y el PP. Eso sí, se ha concluir unánimemente que la utilización de naranjos invertidos y atravesados de cadenas como referencia al “paisaje rural valenciano” es acertadísimo en su reflejo de la situación en la que el gobierno de su padre, el PP, está dejando la Comunidad Valenciana.
Rablaci logra asimismo un efecto muy eficaz con las esculturas de pequeñas casas alineadas, todas ellas también lastradas por un contrapeso físico, que es moral. Es así, parece decirnos, que lo que arraiga contiene en sí la invitación de huir, mientras que lo que expulsa provoca la ansiedad por la tierra.
Oye, también muy bien, no podemos menos que señalar la intención de la obra de Rabalci de hacerse representante de la voz de su generación, la juventud (sean artistas o no). Mi interpretación de las casas de Rablaci y su peso moral:
1. Eres joven y vives en una casa tan pequeña que te invitan a marcharte, a huir.
2. Eres joven, vives en una casa grande pero la compartes con tanta gente que te invita a marcharte, a huir.
3. Eres joven y vives con tus padres porque no tienes un duro, comes bien pero todo te invita a marcharte, a huir.
Yo no sé en cuál de estas situaciones se haya Rablaci, pero habiendo conocido muchos pisos de estudiantes de 4º de Bellas Artes, no me imagino la conversación “Rablaci tío que te has colgado, que hay que pagar la escalera… estas albóndigas que te ha preparado la Chelin están que no se las salta un Conseller”. En fin, todo esto sólo sería pornográfico si esta crítica a la expo de Rablaci no hubiera estado al lado, en la misma página, como en un matrimonio forzado, de otra reseña de otra exposición, la de las fotos de Mira Bernabeú que se exponen ahora en una galería de Claudio Coello, firmada por un indocumentado “J.M.”. Y mira ahí me empezó a hervir la sangre, principalmente por cómo acababa:
Por su parte, las imágenes carecen del más mínimo interés fotográfico, muestran grupos de personas que posan envaradas en forzadas coreografías de una dureza palmaria y, por último, el “discurso teórico” con el que se envuelve la obra destila ingenuidad.
Esta idiota sentencia venía precedida por una crítica en la que por ningún lado y en ningún momento, pero en ninguno oye, se nombra el hecho de que las fotos de la serie llamada “La genealogía de la consciencia” de Mira Bernabeú son retratos de grupos cívicos valencianos que llevan años luchando contra los despropósitos del gobierno del padre del artista loado unas líneas abajo. Unas fotos que con mayor o menor fortuna (reconozco que las fotos con máscaras no son mis preferidas pero las otras son muy potentes) han retratado a gente silenciada por la administración y los medios comunicación valencianos como Canal 9, y que el artista ha tenido el noble propósito de retratar a defensores de barrios, de ecosistemas, a familiares de las víctimas del accidente del metro… claro, claro, pero como no nombra a Heidegger, Sartre, Nietzsche y se dice no sé cosas ingenuas sobre la sociedad civil. Vergüenza señores de El Babelia, vergüenza, se les debería de caer la cara de vergüenza.
Forzada foto de las víctimas del metro.
Foto de un ingenuo magnetofono por el que se decían cosas ingenuas y envaradas.
Pero la cosa no acabó así, sino que fue a peor, y lo del suplemento fue sólo el inicio de una serie de bufidos, exabruptos e insultos… que mi señora me tuvo que coger del brazo del ruido que hacía en la cafetería dándole esos golpes imaginarios que los lectores de periódicos damos con la excusa de ordenarlos, que me decía “Nacho, por Dios, que te pierdes”. Toootal, unas páginas más adelante (ayyy, Santa Paciencia) aparece una noticia sobre la nueva ley de protección del Arte titulada “El sector de las artes plásticas pide algo más que buenas intenciones a Cultura”, donde se entrevista a una serie de directores de instituciones. Manuel Borja-Villell, director del Reina Sofía, cauto dice: “Creo que es necesario, pero no puedo decir nada hasta tener datos concretos”. En la misma línea José Guirao, director de La Casa Encendida afirma: “Es bueno que haya un plan como documento metodológico de futuro. Opinaré cuando se dé a conocer”. Pero ayyy, ayyy, Consuelito Ciscar, madre de Rabalaci, hermana de Ciprinao, mujer de Rafael, otra a la que tampoco se le pudre nada en la boca dice: “Sería importante que estuviéramos todos representados y se funcionara con criterios objetivos. Es injusto que el Macba reciba 200.000 euros frente a los 20.000 del IVAM, por ejemplo.” Chelito, siendo objetivas te digo de corazón que el IVAM (Instituto Valenciano de Arte Moderno) es una de las instituciones museísticas más degradadas de la cultura española, habiendo recibido como recibiste un centro puntero en este ámbito, y que tu sola lo has hundido a base de exposiciones a tu peluquero, a tus amigos, tus galas Telva… ¿de verdad crees que mereces ese dispendio que incluso representa los 20.000 euros?. Lo mejor que le puede pasar a Valencia en este punto es que os quedéis sin dinero, y que seamos la sociedad, esos grupos envarados que retrata Mira Bernabeú, los que montemos nuestras movidas, los que hagamos verbenas o museos de arte contemporáneo. Porque mientras continuéis teniendo pasta seguiremos como hasta ahora: Rablaci loado, y el pueblo valenciano enlodado… en serio, sin rencillas, ¿para cuándo le pedimos a ese artista una gran obra que afee una rotonda a la entrada de Valencia?. Si tiene la bendición de Francisco Calvo Serraller no seré yo quien ponga un “pero”… vergüenza… señores, vergüenza.
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