por Alberto OJEDA
Tras su éxito en Alemania, Suma de Letras reedita su novela 'Aunque seamos malditas'
A Eugenia Rico (Oviedo, 1972) la literatura le sonríe. Y eso le hace muy feliz, porque lleva desde los cinco años entregada a ella. Los lectores alemanes la han encumbrado allí como una superventas. Pero lo que más le agrada es que ese éxito comercial lo desencadenó la crítica especializada, que desde sus púlpitos no han dejado de elogiar Aunque seamos malditas (Suma de Letras). En esta novela viaja desde el presente al siglo XVI, donde se sumerge en la vorágine de odio desatada contra los acusados de brujería (hombres y mujeres). Una mujer víctima de mobbing huye de su calvario adentrándose en la historia de una comadrona quemada por bruja. La escritora asturiana entrelaza ambos mundos, el presente y el renacentista, y a las dos protagonistas, en un hechizo narrativo que ahora vuelve a reeditarse en España con ocasión del empujón que Alemania le ha dado a su obra.
Pregunta.-Su intención al escribir este libro una historia de la humanidad a través del acoso...
Respuesta.- Sí, quería escribir cómo la envidia ha sido el motor de la historia. Y cómo sufren sus víctimas: los perseguidos, los acusados de delitos que no han cometido, pero que son condenados por los medios de comunicación, que aunque pueden ser los salvadores, muchas veces, en cambio, parecen una especie de nueva Inquisición. También he intentado cambiar la perspectiva. Parece que cuando los protagonistas son masculinos representan a toda la condición humana. Pero en mi novela intento que sea un personaje femenino el que encarne esa universalidad.
P.- Dice que al empezar a investigar sobre la persecución de brujas se topó con "un Holocausto".
R.- Fueron dos millones las víctimas en tres siglos. No sólo ejecutaron mujeres, también a muchos hombres. Por ejemplo, el médico francés que fue el primero en decir que había que lavarse las manos en los partos fue uno de ellos. En España no fue tan cruel el fenómeno. El proceso más importante fue el que se llevó a cabo en Zugarramurdi, y allí murieron casi tantos hombres como mujeres.
P.- Por qué se perseguía a estas brujas...
R.- Eran mujeres que curaban, que conocían las propiedades de las hierbas. Eran mujeres sabias, una gran parte de ellas parteras. Lo curioso es que su persecución empezó con la llegada del Renacimiento y el nacimiento de las universidades. Los falsos hombres de ciencia, que sólo sabían practicar sangrías con sanguijuelas para curar, las acusaban de sus conocimientos eran meras supersticiones. Es algo muy interesante: como lo que entonces se pensaba que era ciencia no era más que un fraude. Eso da que pensar, porque ahora la ciencia goza de mucho prestigio intelectual. Pero quizá, con el paso de los años, algunas de las teorías que hoy se tienen por científicas en el futuro las veamos como supersticiones.
P.- ¿Quién fue realmente Alonso Salazar?
R.- Un hombre fundamental en la historia de España completamente olvidado y que yo he rescatado en Aunque seamos malditas. Fue un joven inquisidor enviado por la Suprema de Madrid [como el Tribunal Supremo del Santo Oficio] a Zugarramurdi por la locura. Estaban muy mosqueados con lo que estaba sucediendo allí, porque estaban matando a mucha gente. Él rompe el tópico del inquisidor que tenemos. Era un clérigo licenciado en Derecho y Teología, con una gran formación. Cuando llegó se topó con la barbarie. Pero gracias a su intervención se pudo evitar la ejecución de cientos de condenados.
P.- ¿A usted cree que la hubieran condenado también por bruja?
R.- Todos los escritores verdaderos deben conectar en sus libros lo racional con lo irracional, el más acá y el más allá. Así que es un escritor es brujo o no es nada.
P.- Entonces no le molesta nada que le llamen bruja...
R.- No, además, la raíz etimológica de las palabras 'bruja' y 'hadas' es la misma. Significa ser femenino con cualidades mágicas. Luego se fueron dividiendo ambos términos y uno cobró una connotación negativa y el otro positiva.
P.- ¿Y sigue dándole vueltas a escribir con un pseudónimo masculino?
R.- En realidad, los escritores debemos ser hermafroditas cuando escribimos. Hay que sacar la parte masculina cuando perfilas un personaje masculino, y al revés cuando quieres crear un personaje femenino verdadero.
P.- ¿Y cómo lleva la novela que escribe instalada entre los canales de Venecia?
R.- Fui allí porque me invitaron a cenar con personaje que había muerto hace 400 años. Apareció en mitad del carnaval, con unos extraños ropajes, y me pidió que contará su historia. Y en ello estoy.
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