Pensador, articulista y narrador, Fernando Savater defiende la lectura desde el entusiasmo y la emoción. Tras su reciente y polémico “Tauroética” (Turpial), publica “La música de las letras” (Sello), un intento de contagiar su pasión por algunos autores y algunos libros.
texto BEGOÑA PIÑA foto ASÍS G. AYERBE
Imaginen un salón con muebles de madera oscura. Estanterías hasta el techo repletas de libros, una gran mesa en el centro y sillas (una decena) pegadas a las paredes. En una esquina está sentado, de espaldas a la puerta, Fernando Savater (sus vaqueros y sus gafas azul añil contradicen la severidad del espacio). En el lado más lejano, el editor, la directora editorial y la responsable de prensa. En otra esquina, una mujer y un adolescente están esperando para hacerse unas fotografías con el autor. Fuera hay unas cuantas habitaciones idénticas que esconden despachos para diferentes oficinas. Se cierra la puerta y, en ese estrambótico ambiente, comienza la entrevista. Vigilado por una audiencia que permanece en completo silencio y que le observa fijamente, el autor, sin embargo, no se deja llevar por la seriedad del entorno y sonríe constantemente con breves respuestas que, al parecer, le divierten. Savater, que ha sido centro de polémica por su reciente libro Tauroética –una obra contra aquéllos que quieren prohibir la fiesta de los toros–, acaba de firmar también un libro-capricho, La música de las letras, un conjunto de artículos sobre lecturas y autores donde reivindica a unos y descubre a otros, y donde anima a los lectores a acercarse a todos. De sus obras, sus lecturas, sus trucos para elegir libro, los lectores y las claves del éxito habla animado, sin gravedad ni solemnidad.
“Best sellers” y verdad
Recomendar lecturas a los amigos y conocidos suele ser un ejercicio placentero, por lo que tiene de contagiar entusiasmo. ¿Ha disfrutado usted al escribir este libro?
En cierto modo. De vez en cuando, lo que más me gusta es escribir de libros y lecturas. Aunque a veces es doloroso, por lo que hay en ello de sentido del deber, por lo que hay de combate después del gozo. Esto son crónicas caprichosas de lecturas, celebraciones de lecturas, aproximaciones a autores que a mí me gustan, incitaciones… Y, desde luego, está escrito en complicidad con otros lectores, para gente a la que le gusta leer.
¿Y aquí todas las lecturas y autores son de su gusto personal?
Sí, todo surge del gusto personal, es caprichoso, es como ir cortando flores. Pero tengo en el ordenador artículos por lo menos para otros dos libros como éste. Aquí, en La música de las letras, he querido que tengan que ver unos artículos con otros, porque cuando aparecen en un periódico, por ejemplo, por separado, no tienen igual significado. De esta manera, todos reunidos, se potencian unos a otros.
La obra comienza con el recuerdo de su primer libro, cómo llegó a publicarlo y cómo lo escribió en sólo quince días. Y dice que es “el único libro imprescindible y vocacional”.
Que te reconozca alguien como escritor es un momento importante en la vida. El primer libro es el libro que escribes por necesidad, es el que te convierte en escritor. Ese primer libro es la llave que te abre la autoría, por eso es definitivo. Tiene las mismas virtudes que el primer amor.
Hablando de virtudes, dice que echa de menos el humor en la poesía de hoy.
Bernard Shaw decía que todo trabajo intelectual debía ser humorístico. Estoy de acuerdo y, sin embargo, otro de mis autores preferidos, Albert Camus, no tiene nada de sentido del humor. Yo, en general, con los que más simpatizo es con aquéllos que tienen sentido del humor. Y, sí es verdad, ahora en España la poesía tiende hacia la trascendencia. La verdad, una dimensión humorística se agradecería.
Que no es lo mismo que el ingenio. Usted recuerda a Canetti cuando decía: “No hace falta sacar a desfilar el mero ingenio cuando realmente se tiene algo que decir”. ¿Le molestan los ingeniosos?
Creo que el ingenio debe ser parte del adobo, pero no el único objetivo ni el único elemento. A mí sí me disgustan los vocacionalmente ingeniosos, lo cierto es que me cargan mucho. Pero el ingenio en sí no es algo que me moleste, siempre que vaya acompañado de otras cosas, claro.
A propósito de Harry Potter, que apoya sin matices, defiende la relación calidad / best seller…
Lo que se consideran grandes clásicos en el fondo son best sellers. No hay un autor de best sellers más grande que Homero o que Shakespeare o Goethe. Mira Cien años de soledad. Y se me vienen a la cabeza otros autores aparentemente poco populares, pero que venden muchísimo, como Javier Marías, por ejemplo.
¿Y los otros best sellers?
Pero es que… todavía leía hace muy poco una cosa que decía que los best sellers no son libros. Como son malos lectores, y todos los pedantes lo son, no saben cómo hay que leer. Se creen que algo que está bien escrito es un libro que tiene que ser como la poesía de Garcilaso. Hace tiempo ya tuve muchas discusiones porque me decían que Bob Dylan cantaba muy mal. Es lo mismo. Hay muchos de esos.
Otros autores venden muchísimo menos, ¿por eso los reivindica usted en su libro?
Es que hay algunos autores dignos de ser reivindicados y lo que pasa ahora en España es que la gente lee, pero sólo lee lo que toca, lo que está de moda, los libros de las mesas de novedades.
¿Usted no los lee?
Es difícil si entre tus gustos personales está, por ejemplo, Kierkegaard. Por eso me gusta reivindicar a los que no están en el candelero, como se dice ahora. Pero, por supuesto, también leo los libros del momento. En cuanto tenga la nueva novela de Eduardo Mendoza, me la leeré.
Uno de los autores que recupera es Erasmo; es más, llega a decir que un humanista como él es lo que necesita la Europa de hoy.
En esta Europa xenófoba, intransigente, de persecuciones… un humanista así es insustituible, pero el suyo también era otro mundo. Ahora hay autores que hacen algo parecido. Lo importante era el espíritu cosmopolita, antinacionalista, tolerante, humanista que tenía.
¿En esta Europa proliferan los progresistas de pega?
Sí, pero no es un bloque. Lo auténticamente progresista es la verdad. La verdad es algo bueno y es importante. Creo que alimentarse con verdades es una buena política.
Las preguntas de la filosofía
Volviendo a las mesas de novedades y a la moda del policiaco y el misterio, ésa es una de sus pasiones, ¿no?
Pero ahora todo son asesinos en serie. A Agatha Christie le bastaba una señora que envenenaba a la vecina con té.
¿No le convence ninguno de los nuevos autores?
Bueno, ya hablé de Fred Vargas cuando nadie había escrito sobre ella aquí.
Y, en medio del exceso de novedades, ¿cómo elige?
Hay editoriales que en sí mismas te inspiran confianza, como Anagrama, por ejemplo. Y eso es una cosa que también domino en el mercado editorial francés. Y luego hay, claro, personas que uno aprecia, de las que se fía.
Y sus escritores favoritos, supongo.
Claro, Thomas Bernhard, Coetzee…
¿Tiene pasiones “inconfesables”?
No son inconfesables, pero… Me gusta el pulp, los autores de ese género que es desastrado, divertido… Y la ciencia ficción, que me parece mucho más que digna.
La lectura es una experiencia emocionante…
Una experiencia vital muy emocionante. Por ejemplo, la primera vez que leí Sherlock Holmes.
¿Es importante transmitir esa pasión a los niños?
Lo que pasa es que a veces en los colegios se empeñan en hacer leer a los niños obras que están muy alejadas de lo que en realidad les puede gustar. A mi hijo le hicieron leer a los catorce años Crimen y castigo. Me preocupa que con esas cosas pueda coger asco a la lectura. Ya decía Ortega y Gasset: “¡Cuánto daño ha hecho El Quijote en las escuelas!”.
Porque los libros, ¿deben siempre entretener?
La cosa es: ¿qué es entretener? ¿Los programas de televisión que tenemos o Thomas Bernhard? Porque yo con Bernhard no me aburro nada, me parece una gran diversión. Yo creo que lo importante es que los lectores capten tu atención cuando escribes. Aunque a veces sí, lo aburrido no es bueno.
Pero, como filósofo, usted defiende la teoría de Odo Marquard de que hay que entretener con la filosofía.
Lo que pasa es que la filosofía nunca ha tenido fama de ser una cosa útil, porque, claro, no lo es. No son reflexiones encaminadas a algo concreto. La filosofía te pregunta por lo que eres, no por lo que vas a hacer. Trata de lo que somos, de lo que nos pasa. Y hoy hace falta que la gente se entere de que los filósofos hablan de esas cosas. Por otro lado, son cosas de las que todo el mundo habla. Nunca he conocido a un adolescente que no se preguntara estas cosas. Tal vez si un buen libro de filosofía cayera en sus manos… La filosofía se hace las preguntas de la vida, qué son la muerte, la libertad, la verdad, la belleza… esas cosas.
Usted, como pensador, como filósofo, sí tiene una buena acogida. ¿Se cree eso de que los intelectuales están desapareciendo en el siglo XXI?
Yo no me puedo quejar, he encontrado audiencia, muchos interlocutores. Y eso de que los intelectuales, los pensadores en España hoy han desaparecido, son tonterías, no me creo nada de eso.
Su próximo proyecto, ¿será filosofía o literatura?
Es una ficción, de ésas que me gustan a mí y en la que no saldrá la Guerra Civil.
¿Ni lo toros?
Tauroética es un libro contra los que quieren prohibir los toros, porque emplean argumentos falaces. La ética no es lo que ellos dicen. Lo que pasa es que ahora a la gente sólo le interesa apuntarse en la lista de la izquierda o la derecha.
Además de la afición a las novelas de misterio y suspense, ¿mantiene su antigua pasión por el ciclismo?
Cuando vivía en el País Vasco, más. Ahora sigo siendo aficionado, pero la verdad es que desde que se retiró Indurain y comenzó la época de los dopajes… me he dejado un poco.
Artículo en Queleer 161
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