viernes, 24 de junio de 2011

Una pincelada de... : Blaise Pascal (1623-1662), Pensamientos sobre la diversión.

"...toda la desdicha de los hombres, proviene de una sola causa: no saben permanecer en reposo, en un cuarto".

"La diversión es lo único que nos consuela de nuestras miserias; sin embargo, es la mayor de nuestras miserias. Pues nada hay que nos impida más preocuparnos de nosotros, nada que nos lleve más a que nos perdamos insensiblemente. Sin esto, nos encontraríamos en el tedio, y este tedio nos incitaría a buscar un medio más eficaz de salir de él. Pero la diversión nos entretiene, y nos hace llegar insensiblemente a la muerte."


131
Tedio. - Nada tan insoportable para el hombre como estar
en reposo total, sin pasiones, sin asuntos, sin diversiones,
sin empleos. Entonces siente su nada, su abandono, su insuficiencia,
su dependencia, su impotencia, su vacío. Al instante
extraerá del fondo de su alma el tedio, la negrura, la tristeza,
el pesar, el despecho, la desesperación.


139
Algunas veces me he dedicado a considerar las diversas
ocupaciones de los hombres, los peligros y los trabajos a los
que se exponen, en la corte, en la guerra, y de los que surgen
tantas disputas, tantas pasiones, tantas empresas atrevidas y a
menudo adversas, y he descubierto que toda la desdicha de
los hombres, proviene de una sola causa: no saben permanecer
en reposo, en un cuarto. Un hombre que posee bastantes
bienes para vivir, si supiera permanecer con gusto en su casa,
no saldría de ella para ir por el mar o al asedio de una plaza
fuerte. No se pagaría tanto por un cargo en el ejército, sino
porque resultaría insoportable no moverse de la ciudad; y no
se buscan las conversaciones y las diversiones de los juegos,
sino porque no se puede permanecer en casa con gusto.
Pero, cuando lo pensé de más cerca y, después de haber
encontrado la causa de todas nuestras desgracias, quise descubrir
la razón, encontré una muy efectiva; ella consiste en la
desdicha natural de nuestra condición débil y mortal, tan
miserable que nada puede consolarnos cuando de cerca en
ella pensamos.
De todas las situaciones que podemos imaginarnos, si
reunimos todos los bienes que pueden pertenecernos, el cargo
real es la función más hermosa del mundo; sin embargo,
figurémonoslo acompañado de todas las satisfacciones que
pueden ser suyas. Si carece de diversiones, si se lo deja considerar
y reflexionar acerca de lo que es, caerá necesariamente
en los proyectos que lo amenazan, en las rebeliones que pueden
acontecer y, finalmente, en la muerte y en las enfermedades
que son inevitables; de modo que, si carece de lo que se
llama diversión, se vuelve desdichado, y más desdichado que
el más ínfimo de sus súbditos, que goza y se divierte.
210) Por ello, son tan buscados el juego y la conversación de
las mujeres, la guerra y los altos empleos.
No porque en realidad haya dicha en ellos, ni porque
nos imaginemos que la verdadera beatitud consiste en tener
el dinero que se puede ganar en el juego, o en la liebre que se
está cazando: no querríamos esto si nos lo ofrecieran. No se
busca este uso blando y apacible y que nos deja pensar en
nuestra desdichada condición, ni se buscan los peligros de la
guerra ni los trabajos de los empleos, sino el tráfago, que nos
aparta de tales pensamientos y que nos divierte.
Razón por la cual se prefiere la caza a la presa

Por ello los hombres gustan tanto del ruido y del movimiento;
por ello la prisión es un suplicio horrible; por ello el
placer de la soledad es algo incomprensible. Por último, la
mayor razón de la felicidad de los reyes reside en el /hecho/
de que se intente incesantemente divertirlos y procurarles
todas clases de placeres.
El rey está rodeado de personas que sólo piensan en divertir
al rey y en impedirle que piense en sí mismo. Pues, por
más rey que sea, es desdichado si piensa en eso.
Esto es todo lo que los hombres han podido inventar
para hacerse felices. Y los que sobre esto se hacen los filósofos
y creen que el mundo es muy poco razonable si pasa todo
el día en correr tras una liebre que no querrían haber
comprado, no conocen casi nada nuestra naturaleza. Esa
liebre no sería una garantía contra la vista de la muerte y de
las miserias, pero la caza –que nos aparta de ello- lo es.
El consejo dado a Pirro, entregarse al reposo que iba a
buscar con tantas fatigas, encontraba muchas dificultades b.
/Decirle a un hombre que viva en reposo, es decirle que
209) viva feliz; es aconsejarle que asuma una condición totalmente
feliz, a la que pueda considerar despaciosamente, sin
encontrar en ella causa de aflicción. Esto es no comprender
la naturaleza.
Así los hombres que perciben naturalmente su condición
nada evitan tanto como el reposo y nada hay que no
hagan para buscar la intranquilidad. No porque no tengan un
instinto que les haga conocer la verdadera beatitud ... La vanidad,
el placer de mostrarla a los otros.
Por tal razón, nos equivocamos al censurarlos; su falta
no reside en buscar al tumulto, si sólo lo buscaran como una
diversión; el mal consiste en que lo buscan como si la posesión
de las cosas que buscan debiera hacerlos verdaderamente
felices, y por ello tenemos razón al acusar su búsqueda
de vanidad; de modo que, en todo esto, tanto los que censuran
como los que son censurados no comprenden la verdadera
naturaleza del hombre./
Y así, cuando se les reprocha que lo que buscan con
tanto ardor no podría satisfacerlos, si ellos respondieran,
como debieran hacerlo si lo pensaran bien, que sólo buscan
en esto una ocupación violenta e impetuosa que los aparte de
pensar en sí mismos, y que por eso se proponen un objeto
atrayente que los subyuga y los atrae con ardor, dejarían sin
respuesta a sus adversarios. Pero no responden así, porque
ellos mismos no se conocen. Ignoran que buscan la caza, y
no la presa c.
La danza: hay que pensar con cuidado dónde poner los
pies. - El gentilhombre cree sinceramente que la caza es un
placer notable y un placer de reyes; pero el picador no opina
así
Se imaginan que, si hubieran obtenido ese cargo descansarían
después con placer, y no perciben la naturaleza insaciable
de su avidez. Creen que buscan sinceramente el
reposo, y sólo buscan efectivamente la agitación.
Poseen un instinto secreto que los incita a buscar la diversión
y la ocupación hacia afuera, el cual proviene del resentimiento
de sus miserias continuas; y poseen otro instinto
secreto, vestigio de la grandeza de nuestra naturaleza primera,
el cual les hace conocer que la felicidad en efecto sólo está en
el reposo, y no en el tumulto; y a partir de estos dos instintos
contrarios se forma en ellos un proyecto confuso, que se les
esconde en el fondo del alma, el cual los incita a tender hacia
el reposo mediante la agitación y a imaginarse siempre que les
llegará la satisfacción que no tienen, si, superando algunas
dificultades que encaran, pueden de este modo abrirse la
puerta que da al reposo.
Así se desliza toda la vida. Buscamos el reposo combatiendo
algunos obstáculos; y, si los hemos superado, el reposo
se torna insoportable: pues, o pensamos en las miserias
que padecemos, o en las que nos amenazan. Y aun cuando
nos viéramos bastante al abrigo por todas partes, el tedio, por
su autoridad privada, no dejaría de salir en el fondo del corazón,
donde tiene sus raíces naturales, y de llenar el espíritu
con un veneno.
217) Así el hombre es tan desdichado, que padecería el tedio
aun sin ninguna causa de tedio, por el estado propio de su
complexión; y es tan vano, que, aun estando lleno de mil
causas esenciales de tedio, basta para divertirlo la cosa más
pequeña, como un billar o una pelota que lanza.
133) Pero, diréis, ¿cuál es su fin en todo esto? El de alabarse
mañana ante sus amigos porque ha jugado mejor que otro.
Así, otros sudan en sus gabinetes para mostrar a los sabios
que han resuelto un problema de álgebra e insoluble hasta
entonces; y tantos otros se exponen a los mayores peligros
para gloriarse luego de una plaza fuerte que han tomado, y
con igual sinrazón, creo yo; y finalmente otros se matan para
observar todas estas cosas, no para volverse más sabios, sino
sólo para mostrar que las saben, y éstos son los más tontos
del grupo, porque lo son con conciencia, mientras que cabe
pensar que los otros no lo serían, si tuvieran esa conciencia.
Un hombre pasa su vida sin tedio, arriesgando todos los
días un poco en el juego. Dadle todas las mañanas el dinero
que puede ganar por día, con la condición de que no juegue:
lo volvéis desgraciado. Se dirá quizás que ello se debe a que
busca la diversión del juego, y no la ganancia. Hacedle pues
jugar por nada: no se apasionará y se aburrirá. Por lo tanto,
no busca sólo la diversión: una diversión lánguida y desapasionada
lo aburrirá. Es necesario que en ella se apasione y se
pille a sí mismo, imaginándose que tendría la suerte de ganar
lo que no querría que le dieran con la condición de no jugar,
con el fin de que se cree una causa de pasión y que excite en
ésta su deseo, su cólera, su temor, por el objeto que se ha
creado, como los niños que se asustan de la cara que han
embadurnado.
¿A qué se debe que este hombre, que no hace un mes ha
perdido a su único hijo, y que, agobiado de procesos y querellas,
a la mañana estaba tan perturbado, ya no piense más en
eso? No os asombréis: está totalmente embargado en ver por
dónde pasará ese jabalí que los perros persiguen con tanto
ardor desde hace seis horas. No es necesario más. El hombre,
por más lleno de tristeza que se encuentre, si conseguimos
hacerlo entrar en alguna diversión, helo feliz durante ese
tiempo; y el hombre, por más feliz que sea, si no está divertido
o embargado por alguna pasión o por algún entretenimiento
que impida que el tedio se extienda, pronto estará
pesaroso y desdichado. No hay alegría sin diversión, con
diversión no hay tristeza. (217) Y esto es lo que constituye la
dicha de las personas de alto rango: tienen muchas personas
que las divierten, y el poder de mantenerse en tal estado.
Tomad en consideración. ¿Qué significa ser superintendente,
canciller, primer presidente, sino encontrarse en
una posición en la que se dispone desde la mañana de numerosas
personas que vienen de todas partes para no dejarles
una hora del día durante la cual puedan pensar en sí mismos?
Y, cuando han caído en desgracia y se los envía a sus tierras,
donde no les faltan ni bienes ni criados que los asistan en sus
necesidades, no dejan de sentirse desdichados y abandonados,
porque nadie les impide pensar en sí mismos.

/¿A qué se debe que este hombre, tan afligido por la
muerte de su mujer y de su hijo único, tan atormentado por
un pleito muy importante, en este momento no esté triste, y
se lo vea liberado de todos esos pensamientos penosos e
inquietantes? No hay que asombrarse; terminan de enviarle
una pelota y debe lanzarla a su compañero, está ocupado en
tomarla a la caída del techo para ganar un punto; ¿cómo
pretendéis que piense en sus asuntos, ahora que tiene este
otro asunto entre manos? Cuidado digno de embargar alma
tan grande y de quitarle del espíritu todo otro pensamiento.
Este hombre, nacido para conocer el universo, para juzgar
acerca de todas las cosas, para regir todo un Estado, vedlo
embargado por la preocupación de alcanzar una liebre. Y si
no se rebaja a esto y quiere estar siempre en tensión, se conducirá
aún más tontamente, porque pretenderá superar la
humanidad, y, al fin de cuentas, él no es más que un hombre,
es decir, capaz de poco y de mucho, de todo y de nada: no es
ni ángel ni bestia, sino hombre./

142
Diversión. - ¿La dignidad real no es bastante grande por sí
misma para aquel que la posee, como para hacerlo feliz con la
sola consideración de lo que él es? ¿Habrá que divertirlo de
este pensamiento, como a las personas vulgares? Me doy bien
cuenta de que se hace feliz a un hombre separándolo de la
vista de sus miserias domésticas y llenando todos sus pensamientos
con la preocupación de bailar correctamente. ¿Pero
ocurrirá lo mismo con un rey, y será más feliz dedicándose a
estos vanos entretenimientos que a la consideración de su
grandeza? ¿Qué objeto más satisfactorio podría presentársele
a su espíritu? ¿No sería agraviar su alegría el que ocupara su
alma reflexionando cómo adaptar sus pasos a la cadencia de
una melodía o cómo colocar diestramente una /pelota/, en
lugar de dejarlo gozar reposadamente de la contemplación de
la gloria majestuosa que lo rodea? Hágase la prueba: déjese a
un rey completamente solo, sin ninguna satisfacción de los
sentidos, sin ningún cuidado en el espíritu, sin compañía,
pensando en sí mismo con todo ocio; y se verá que un rey sin
diversión es un hombre lleno de miserias. Por ello, esto se
evita cuidadosamente, y nunca falta junto a las personas de
los reyes un gran número de gente que tratan de que las diversiones
se alternen con los asuntos, y que observan todo el
tiempo de su ocio para brindarles placeres y juegos, de modo
que no haya vacío; es decir, que están rodeados de personas
que ponen un cuidado prodigioso en evitar que el rey esté
solo y pueda pensar en sí mismo, pues saben perfectamente
que será desdichado, por más rey que sea, si en esto piensa.

Al decir todo esto, no hablo de los reyes cristianos como
cristianos, sino solamente como reyes.

143
Diversión. - Se carga a los hombres, desde la infancia, del
cuidado de su honor, de su fortuna, de sus amigos, y hasta de
la fortuna y del honor de sus amigos. Se los agobia de asuntos,
del aprendizaje de lenguas y ejercicios, y se les hace comprender
que no podrían ser felices si su salud, su honor, su
fortuna y la de sus amigos no estuvieran a salvo, y que si una
sola cosa faltara serían desdichados. De este modo se les encomiendan
cargos y asuntos que los preocupan y molestan
desde el amanecer. -¡Extraña manera, diréis, de hacerlos felices!
¿Qué mejor para hacerlos desdichados? -¡Vaya! ¿Qué
podría hacerse? Bastaría con quitarles todos esos cuidados;
pues entonces se verían, pensarían cómo son, de dónde vienen,
adónde van; por ello, nunca se los ocupa y aparta demasiado.
Por ello también, después de haberles preparado
tantos asuntos, si les queda algún tiempo vacío, se les aconseja
emplearlo en divertirse, en jugar, en ocuparse siempre y
del todo.
El corazón del hombre: ¡qué vacío y lleno de inmundicia!

144
Había vivido largo tiempo en el estudio de las ciencias
abstractas, y la menguada comunicación que se puede conseP
guir me había disgustado de ellas. Cuando comencé el estudio
del hombre a, comprobé que esas ciencias abstractas no
son apropiadas para el hombre, y que yo me desviaba más de
mi condición penetrando en ellas que los otros ignorándolas.
Perdoné a los otros el que poco de ellas supieran. Pero creí
encontrar por lo menos muchos compañeros en el estudio
del hombre, y que éste es el verdadero estudio que le es propio.
He sido engañado; son menos aún los que lo estudian
que a la geometría. Se busca lo demás por falta de saber estudiar
esto; pero, ¿no es porque no es ésta todavía la ciencia
que el hombre debe poseer, y que más le vale ignorarse para
ser feliz?

146
Evidentemente, el hombre está hecho para pensar; en
esto reside toda su dignidad y todo su mérito; y todo su deber
consiste en pensar como es debido. Pues bien, el orden
del pensamiento es comenzar por sí, y por su autor y su fin.
En cambio, ¿en qué piensa el mundo? Nunca en eso, sino
en bailar en tocar el laúd, en cantar, en componer versos,
en jugar a la sortija, etc., en combatir, en hacerse rey, sin pensar
qué significa ser rey, y qué ser hombre.

147
No nos contentamos con la vida que tenemos en nosotros
y en nuestro propio ser: queremos vivir en la idea de los
otros con una vida imaginaria, y para ello nos esforzamos
por parecer a. Penamos incesantemente por embellecer y
conservar nuestro ser imaginario, y descuidamos el verdadero.
Y si tenemos tranquilidad o generosidad o fidelidad, nos
apresuramos en hacerlo saber, para agregar esas virtudes a
nuestro otro ser, y hasta nos las quitaríamos para unirlas al
otro; y con gusto seríamos cobardes para adquirir así la reputación
de valientes. ¡Notable señal de la nada de nuestro
propio ser, no estar satisfecho del uno sin el otro, y cambiar a
menudo el uno por el otro! Pues sería infame quien no muriera
para conservar su honor.

168
Diversión. - Los hombres, que no han podido curar la
muerte, la miseria, la ignorancia, han caído en la cuenta, para
conseguir la felicidad, de no pensar en ello.

169
A pesar de esas miserias, él quiere ser feliz, y sólo quiere
ser feliz, y no puede no querer serlo; pero, ¿de qué manera?
Sería necesario, para tener éxito, que se volviera inmortal;
pero, como no lo puede, resolvió que él mismo se impediría
pensar en esto.

170
Diversión. - Si el hombre fuera feliz, lo sería tanto más
cuanto menos se divirtiera, como los santos y como Dios.
-Sí; ¿pero no constituye una felicidad el poder ser regocijado
por la diversión? -No, porque ella proviene de otra parte y de
afuera; por lo tanto, es dependiente y puede ser turbada por
mil accidentes, los cuales generan las aflicciones inevitables.

171
Miseria. - La diversión es lo único que nos consuela de
nuestras miserias; sin embargo, es la mayor de nuestras miserias.
Pues nada hay que nos impida más preocuparnos de
nosotros, nada que nos lleve más a que nos perdamos insensiblemente.
Sin esto, nos encontraríamos en el tedio, y este
tedio nos incitaría a buscar un medio más eficaz de salir de él.
Pero la diversión nos entretiene, y nos hace llegar insensiblemente
a la muerte.

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