"...toda la desdicha de los hombres, proviene de una sola causa: no saben permanecer en reposo, en un cuarto".
"La diversión es lo único que nos consuela de nuestras miserias; sin embargo, es la mayor de nuestras miserias. Pues nada hay que nos impida más preocuparnos de nosotros, nada que nos lleve más a que nos perdamos insensiblemente. Sin esto, nos encontraríamos en el tedio, y este tedio nos incitaría a buscar un medio más eficaz de salir de él. Pero la diversión nos entretiene, y nos hace llegar insensiblemente a la muerte."
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  Tedio. - Nada tan insoportable para el hombre como estar
  en reposo total, sin pasiones, sin asuntos, sin diversiones,
  sin empleos. Entonces siente su nada, su abandono, su insuficiencia,
  su dependencia, su impotencia, su vacío. Al instante
  extraerá del fondo de su alma el tedio, la negrura, la tristeza,
  el pesar, el despecho, la desesperación. 
  139
  Algunas veces me he dedicado a considerar las diversas
  ocupaciones de los hombres, los peligros y los trabajos a los
  que se exponen, en la corte, en la guerra, y de los que surgen
  tantas disputas, tantas pasiones, tantas empresas atrevidas y a
  menudo adversas, y he descubierto que toda la desdicha de
  los hombres, proviene de una sola causa: no saben permanecer 
  en reposo, en un cuarto. Un hombre que posee bastantes
  bienes para vivir, si supiera permanecer con gusto en su casa,
  no saldría de ella para ir por el mar o al asedio de una plaza
  fuerte. No se pagaría tanto por un cargo en el ejército, sino
  porque resultaría insoportable no moverse de la ciudad; y no
  se buscan las conversaciones y las diversiones de los juegos,
  sino porque no se puede permanecer en casa con gusto.
  Pero, cuando lo pensé de más cerca y, después de haber
  encontrado la causa de todas nuestras desgracias, quise descubrir
  la razón, encontré una muy efectiva; ella consiste en la
  desdicha natural de nuestra condición débil y mortal, tan
  miserable que nada puede consolarnos cuando de cerca en
  ella pensamos.
  De todas las situaciones que podemos imaginarnos, si
  reunimos todos los bienes que pueden pertenecernos, el cargo
  real es la función más hermosa del mundo; sin embargo,
  figurémonoslo acompañado de todas las satisfacciones que
  pueden ser suyas. Si carece de diversiones, si se lo deja considerar
  y reflexionar acerca de lo que es, caerá necesariamente
  en los proyectos que lo amenazan, en las rebeliones que pueden
  acontecer y, finalmente, en la muerte y en las enfermedades
  que son inevitables; de modo que, si carece de lo que se
  llama diversión, se vuelve desdichado, y más desdichado que
  el más ínfimo de sus súbditos, que goza y se divierte.
  210) Por ello, son tan buscados el juego y la conversación de
  las mujeres, la guerra y los altos empleos.
  No porque en realidad haya dicha en ellos, ni porque
  nos imaginemos que la verdadera beatitud consiste en tener
  el dinero que se puede ganar en el juego, o en la liebre que se
  está cazando: no querríamos esto si nos lo ofrecieran. No se
  busca este uso blando y apacible y que nos deja pensar en
  nuestra desdichada condición, ni se buscan los peligros de la
  guerra ni los trabajos de los empleos, sino el tráfago, que nos
  aparta de tales pensamientos y que nos divierte.
  Razón por la cual se prefiere la caza a la presa 
  Por ello los hombres gustan tanto del ruido y del movimiento;
  por ello la prisión es un suplicio horrible; por ello el
  placer de la soledad es algo incomprensible. Por último, la
  mayor razón de la felicidad de los reyes reside en el /hecho/
  de que se intente incesantemente divertirlos y procurarles
  todas clases de placeres.
  El rey está rodeado de personas que sólo piensan en divertir
  al rey y en impedirle que piense en sí mismo. Pues, por
  más rey que sea, es desdichado si piensa en eso.
  Esto es todo lo que los hombres han podido inventar
  para hacerse felices. Y los que sobre esto se hacen los filósofos
  y creen que el mundo es muy poco razonable si pasa todo
  el día en correr tras una liebre que no querrían haber
  comprado, no conocen casi nada nuestra naturaleza. Esa
  liebre no sería una garantía contra la vista de la muerte y de
  las miserias, pero la caza –que nos aparta de ello- lo es.
  El consejo dado a Pirro, entregarse al reposo que iba a
  buscar con tantas fatigas, encontraba muchas dificultades b.
  /Decirle a un hombre que viva en reposo, es decirle que
  209) viva feliz; es aconsejarle que asuma una condición totalmente
  feliz, a la que pueda considerar despaciosamente, sin
  encontrar en ella causa de aflicción. Esto es no comprender
  la naturaleza.
  Así los hombres que perciben naturalmente su condición
  nada evitan tanto como el reposo y nada hay que no
  hagan para buscar la intranquilidad. No porque no tengan un
  instinto que les haga conocer la verdadera beatitud ... La vanidad,
  el placer de mostrarla a los otros.
  Por tal razón, nos equivocamos al censurarlos; su falta
  no reside en buscar al tumulto, si sólo lo buscaran como una
  diversión; el mal consiste en que lo buscan como si la posesión
  de las cosas que buscan debiera hacerlos verdaderamente
  felices, y por ello tenemos razón al acusar su búsqueda
  de vanidad; de modo que, en todo esto, tanto los que censuran
  como los que son censurados no comprenden la verdadera
  naturaleza del hombre./
  Y así, cuando se les reprocha que lo que buscan con
  tanto ardor no podría satisfacerlos, si ellos respondieran,
  como debieran hacerlo si lo pensaran bien, que sólo buscan
  en esto una ocupación violenta e impetuosa que los aparte de
  pensar en sí mismos, y que por eso se proponen un objeto
  atrayente que los subyuga y los atrae con ardor, dejarían sin
  respuesta a sus adversarios. Pero no responden así, porque
  ellos mismos no se conocen. Ignoran que buscan la caza, y
  no la presa c.
  La danza: hay que pensar con cuidado dónde poner los
  pies. - El gentilhombre cree sinceramente que la caza es un
  placer notable y un placer de reyes; pero el picador no opina
  así
  Se imaginan que, si hubieran obtenido ese cargo descansarían
  después con placer, y no perciben la naturaleza insaciable
  de su avidez. Creen que buscan sinceramente el
  reposo, y sólo buscan efectivamente la agitación.
  Poseen un instinto secreto que los incita a buscar la diversión
  y la ocupación hacia afuera, el cual proviene del resentimiento
  de sus miserias continuas; y poseen otro instinto
  secreto, vestigio de la grandeza de nuestra naturaleza primera,
  el cual les hace conocer que la felicidad en efecto sólo está en
  el reposo, y no en el tumulto; y a partir de estos dos instintos
  contrarios se forma en ellos un proyecto confuso, que se les
  esconde en el fondo del alma, el cual los incita a tender hacia
  el reposo mediante la agitación y a imaginarse siempre que les
  llegará la satisfacción que no tienen, si, superando algunas
  dificultades que encaran, pueden de este modo abrirse la
  puerta que da al reposo.
  Así se desliza toda la vida. Buscamos el reposo combatiendo
  algunos obstáculos; y, si los hemos superado, el reposo
  se torna insoportable: pues, o pensamos en las miserias
  que padecemos, o en las que nos amenazan. Y aun cuando
  nos viéramos bastante al abrigo por todas partes, el tedio, por
  su autoridad privada, no dejaría de salir en el fondo del corazón,
  donde tiene sus raíces naturales, y de llenar el espíritu
  con un veneno.
  217) Así el hombre es tan desdichado, que padecería el tedio
  aun sin ninguna causa de tedio, por el estado propio de su
  complexión; y es tan vano, que, aun estando lleno de mil
  causas esenciales de tedio, basta para divertirlo la cosa más
  pequeña, como un billar o una pelota que lanza.
  133) Pero, diréis, ¿cuál es su fin en todo esto? El de alabarse
  mañana ante sus amigos porque ha jugado mejor que otro.
  Así, otros sudan en sus gabinetes para mostrar a los sabios
  que han resuelto un problema de álgebra e insoluble hasta
  entonces; y tantos otros se exponen a los mayores peligros
  para gloriarse luego de una plaza fuerte que han tomado, y
  con igual sinrazón, creo yo; y finalmente otros se matan para
  observar todas estas cosas, no para volverse más sabios, sino
  sólo para mostrar que las saben, y éstos son los más tontos
  del grupo, porque lo son con conciencia, mientras que cabe
  pensar que los otros no lo serían, si tuvieran esa conciencia.
  Un hombre pasa su vida sin tedio, arriesgando todos los
  días un poco en el juego. Dadle todas las mañanas el dinero
  que puede ganar por día, con la condición de que no juegue:
  lo volvéis desgraciado. Se dirá quizás que ello se debe a que
  busca la diversión del juego, y no la ganancia. Hacedle pues
  jugar por nada: no se apasionará y se aburrirá. Por lo tanto,
  no busca sólo la diversión: una diversión lánguida y desapasionada
  lo aburrirá. Es necesario que en ella se apasione y se
  pille a sí mismo, imaginándose que tendría la suerte de ganar
  lo que no querría que le dieran con la condición de no jugar,
  con el fin de que se cree una causa de pasión y que excite en
  ésta su deseo, su cólera, su temor, por el objeto que se ha
  creado, como los niños que se asustan de la cara que han
  embadurnado.
  ¿A qué se debe que este hombre, que no hace un mes ha
  perdido a su único hijo, y que, agobiado de procesos y querellas,
  a la mañana estaba tan perturbado, ya no piense más en
  eso? No os asombréis: está totalmente embargado en ver por
  dónde pasará ese jabalí que los perros persiguen con tanto
  ardor desde hace seis horas. No es necesario más. El hombre,
  por más lleno de tristeza que se encuentre, si conseguimos
  hacerlo entrar en alguna diversión, helo feliz durante ese
  tiempo; y el hombre, por más feliz que sea, si no está divertido
  o embargado por alguna pasión o por algún entretenimiento
  que impida que el tedio se extienda, pronto estará
  pesaroso y desdichado. No hay alegría sin diversión, con
  diversión no hay tristeza. (217) Y esto es lo que constituye la
  dicha de las personas de alto rango: tienen muchas personas
  que las divierten, y el poder de mantenerse en tal estado.
  Tomad en consideración. ¿Qué significa ser superintendente,
  canciller, primer presidente, sino encontrarse en
  una posición en la que se dispone desde la mañana de numerosas
  personas que vienen de todas partes para no dejarles
  una hora del día durante la cual puedan pensar en sí mismos?
  Y, cuando han caído en desgracia y se los envía a sus tierras,
  donde no les faltan ni bienes ni criados que los asistan en sus
  necesidades, no dejan de sentirse desdichados y abandonados,
  porque nadie les impide pensar en sí mismos.
  /¿A qué se debe que este hombre, tan afligido por la
  muerte de su mujer y de su hijo único, tan atormentado por
  un pleito muy importante, en este momento no esté triste, y
  se lo vea liberado de todos esos pensamientos penosos e
  inquietantes? No hay que asombrarse; terminan de enviarle
  una pelota y debe lanzarla a su compañero, está ocupado en
  tomarla a la caída del techo para ganar un punto; ¿cómo
  pretendéis que piense en sus asuntos, ahora que tiene este
  otro asunto entre manos? Cuidado digno de embargar alma
  tan grande y de quitarle del espíritu todo otro pensamiento.
  Este hombre, nacido para conocer el universo, para juzgar
  acerca de todas las cosas, para regir todo un Estado, vedlo
  embargado por la preocupación de alcanzar una liebre. Y si
  no se rebaja a esto y quiere estar siempre en tensión, se conducirá
  aún más tontamente, porque pretenderá superar la
  humanidad, y, al fin de cuentas, él no es más que un hombre,
  es decir, capaz de poco y de mucho, de todo y de nada: no es
  ni ángel ni bestia, sino hombre./
  142
  Diversión. - ¿La dignidad real no es bastante grande por sí
  misma para aquel que la posee, como para hacerlo feliz con la
  sola consideración de lo que él es? ¿Habrá que divertirlo de
  este pensamiento, como a las personas vulgares? Me doy bien
  cuenta de que se hace feliz a un hombre separándolo de la
  vista de sus miserias domésticas y llenando todos sus pensamientos
  con la preocupación de bailar correctamente. ¿Pero
  ocurrirá lo mismo con un rey, y será más feliz dedicándose a
  estos vanos entretenimientos que a la consideración de su
  grandeza? ¿Qué objeto más satisfactorio podría presentársele
  a su espíritu? ¿No sería agraviar su alegría el que ocupara su
  alma reflexionando cómo adaptar sus pasos a la cadencia de
  una melodía o cómo colocar diestramente una /pelota/, en
  lugar de dejarlo gozar reposadamente de la contemplación de
  la gloria majestuosa que lo rodea? Hágase la prueba: déjese a
  un rey completamente solo, sin ninguna satisfacción de los
  sentidos, sin ningún cuidado en el espíritu, sin compañía,
  pensando en sí mismo con todo ocio; y se verá que un rey sin
  diversión es un hombre lleno de miserias. Por ello, esto se
  evita cuidadosamente, y nunca falta junto a las personas de
  los reyes un gran número de gente que tratan de que las diversiones
  se alternen con los asuntos, y que observan todo el
  tiempo de su ocio para brindarles placeres y juegos, de modo
  que no haya vacío; es decir, que están rodeados de personas
  que ponen un cuidado prodigioso en evitar que el rey esté
  solo y pueda pensar en sí mismo, pues saben perfectamente
  que será desdichado, por más rey que sea, si en esto piensa.
  Al decir todo esto, no hablo de los reyes cristianos como
  cristianos, sino solamente como reyes.
  143
  Diversión. - Se carga a los hombres, desde la infancia, del
  cuidado de su honor, de su fortuna, de sus amigos, y hasta de
  la fortuna y del honor de sus amigos. Se los agobia de asuntos,
  del aprendizaje de lenguas y ejercicios, y se les hace comprender
  que no podrían ser felices si su salud, su honor, su
  fortuna y la de sus amigos no estuvieran a salvo, y que si una
  sola cosa faltara serían desdichados. De este modo se les encomiendan
  cargos y asuntos que los preocupan y molestan
  desde el amanecer. -¡Extraña manera, diréis, de hacerlos felices!
  ¿Qué mejor para hacerlos desdichados? -¡Vaya! ¿Qué
  podría hacerse? Bastaría con quitarles todos esos cuidados;
  pues entonces se verían, pensarían cómo son, de dónde vienen,
  adónde van; por ello, nunca se los ocupa y aparta demasiado.
  Por ello también, después de haberles preparado
  tantos asuntos, si les queda algún tiempo vacío, se les aconseja
  emplearlo en divertirse, en jugar, en ocuparse siempre y
  del todo.
  El corazón del hombre: ¡qué vacío y lleno de inmundicia!
  144
  Había vivido largo tiempo en el estudio de las ciencias
  abstractas, y la menguada comunicación que se puede conseP
  guir me había disgustado de ellas. Cuando comencé el estudio
  del hombre a, comprobé que esas ciencias abstractas no
  son apropiadas para el hombre, y que yo me desviaba más de
  mi condición penetrando en ellas que los otros ignorándolas.
  Perdoné a los otros el que poco de ellas supieran. Pero creí
  encontrar por lo menos muchos compañeros en el estudio
  del hombre, y que éste es el verdadero estudio que le es propio.
  He sido engañado; son menos aún los que lo estudian
  que a la geometría. Se busca lo demás por falta de saber estudiar
  esto; pero, ¿no es porque no es ésta todavía la ciencia
  que el hombre debe poseer, y que más le vale ignorarse para
  ser feliz?
  146
  Evidentemente, el hombre está hecho para pensar; en
  esto reside toda su dignidad y todo su mérito; y todo su deber
  consiste en pensar como es debido. Pues bien, el orden
  del pensamiento es comenzar por sí, y por su autor y su fin.
  En cambio, ¿en qué piensa el mundo? Nunca en eso, sino
  en bailar en tocar el laúd, en cantar, en componer versos,
  en jugar a la sortija, etc., en combatir, en hacerse rey, sin pensar
  qué significa ser rey, y qué ser hombre.
  147
  No nos contentamos con la vida que tenemos en nosotros
  y en nuestro propio ser: queremos vivir en la idea de los
  otros con una vida imaginaria, y para ello nos esforzamos
  por parecer a. Penamos incesantemente por embellecer y
  conservar nuestro ser imaginario, y descuidamos el verdadero.
  Y si tenemos tranquilidad o generosidad o fidelidad, nos
  apresuramos en hacerlo saber, para agregar esas virtudes a
  nuestro otro ser, y hasta nos las quitaríamos para unirlas al
  otro; y con gusto seríamos cobardes para adquirir así la reputación
  de valientes. ¡Notable señal de la nada de nuestro
  propio ser, no estar satisfecho del uno sin el otro, y cambiar a
  menudo el uno por el otro! Pues sería infame quien no muriera
  para conservar su honor.
  168
  Diversión. - Los hombres, que no han podido curar la
  muerte, la miseria, la ignorancia, han caído en la cuenta, para
  conseguir la felicidad, de no pensar en ello.
  169
  A pesar de esas miserias, él quiere ser feliz, y sólo quiere
  ser feliz, y no puede no querer serlo; pero, ¿de qué manera?
  Sería necesario, para tener éxito, que se volviera inmortal;
  pero, como no lo puede, resolvió que él mismo se impediría
  pensar en esto.
  170
  Diversión. - Si el hombre fuera feliz, lo sería tanto más
  cuanto menos se divirtiera, como los santos y como Dios.
  -Sí; ¿pero no constituye una felicidad el poder ser regocijado
  por la diversión? -No, porque ella proviene de otra parte y de
  afuera; por lo tanto, es dependiente y puede ser turbada por
  mil accidentes, los cuales generan las aflicciones inevitables.
  171
  Miseria. - La diversión es lo único que nos consuela de
  nuestras miserias; sin embargo, es la mayor de nuestras miserias.
  Pues nada hay que nos impida más preocuparnos de
  nosotros, nada que nos lleve más a que nos perdamos insensiblemente.
  Sin esto, nos encontraríamos en el tedio, y este
  tedio nos incitaría a buscar un medio más eficaz de salir de él.
  Pero la diversión nos entretiene, y nos hace llegar insensiblemente
  a la muerte.
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