lunes, 20 de junio de 2011

Fernando Arramburu: El escritor donostiarra afincado en Alemania regresa al terreno del relato corto con un nuevo libro, El vigilante del fiordo.

Aramburu: "En España nos pasamos la vida corrigiendo la Historia"

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Alejandro Luque,

El escritor donostiarra Fernando Aramburu posa durante la entrevista en la que presentó su nueva obra de relatos, El vigilante del fiordo. - Javier Cuesta

El escritor donostiarra afincado en Alemania regresa al terreno del relato corto con un nuevo libro, El vigilante del fiordo.

Los amantes del relato están de enhorabuena: Fernando Aramburu, el autor que deslumbrara como cuentista con Los peces de la amargura (2006) regresa al género con El vigilante del fiordo (Tusquets), un ramillete de ocho historias breves que exploran algunas zonas oscuras del alma humana.



"No sé por qué me da por atender en mis relatos a las conductas más crueles e innobles de las personas", se sorprende el propio autor. "Tengo una sospecha al respecto, y es que el cuento vive de la intensidad: no puede ser flojo, no puede transmitir con medias vibraciones o temperaturas bajas. Eso favorece las historias trágicas y me hace reservar el humor para los relatos largos".

"Cuando escribía poesía", prosigue Aramburu, "también evitaba los tonos humorísticos o jocosos, porque sentía que me llevaban al tono menor. Quizá soy víctima del mismo prejuicio con los relatos. Pero tendré que vigilarme: no me fío de mí", sonríe.

Con independencia del tono serio de estas narraciones, Aramburu no se limita a un solo registro: salta de la angustia de un matrimonio que se siente perseguido a la historia de una mujer que llora cada día en el mismo andén de una estación de metro, y de ahí a un muchacho que descubre la verdadera personalidad de su padre durante unas vacaciones, o la tragedia del 11-M, tan poco transitada por las letras españolas en comparación con, por ejemplo, la caída de las Torres Gemelas para los escritores americanos.

"Allí es más explicable, porque predomina el escritor profesional, que vive a la espera de catástrofes para sacarle provecho", asevera el donostiarra. "A los cinco minutos de la caída de las Torres ya había un montón de gente escribiendo sobre ello. En España, sin embargo, nos pasamos la vida corrigiendo la Historia".

Sobre los mortales atentados de Atocha y otras estaciones de Madrid, asegura Aramburu que "enseguida me afectaron, y supe que más temprano que tarde escribiría sobre esta cuestión. Le pedí a mi madre que me mandara el periódico del día siguiente [el escritor vive en Alemania desde hace años] y su lectura fue el comienzo de mi relato", agrega. "Las historias no me vienen por leer, sino por la gente, por las conductas del ser humano: ésa es la materia con la que yo trabajo".

Así dice el donostiarra recibir la inspiración, "y nunca de la literatura de otros", aunque, claro está, goza de la compañía confortante de los clásicos. Tiene siempre a mano El lazarillo de Tormes, y una vez por década regresa sobre las páginas de El Quijote, aunque también frecuenta el Pedro Páramo de Juan Rulfo y las novelas de Dostoievski. "Cada dos o tres libros decepcionantes, necesito echar mano de algo que me convenza de principio a fin, algo que sepa que no me va a fallar. Dedico cuatro horas diarias a la lectura, y para mí es parte del trabajo creativo".
Sobre la situación actual del relato español, Aramburu cree que "vivimos un buen momento, quizá de los mejores que ha conocido el idioma. El cuento corre bien en internet, hay aficionados, hay editoriales, y escribir cuentos en España ha dejado de ser una tarea de bichos raros. lo que no va a ser nunca es mayoritario: el cuento es para disfrutadores de literatura, y exige un paladar que no todo el mundo tiene".

Muy comprometido con el conflicto de su tierra, el País Vasco, a pesar de vivir en el extranjero, Fernando Aramburu observa con extrema prudencia el mapa político surgido de los últimos comicios. "No tengo ninguna prisa en albergar una opinión. ¿Por qué? Porque desconfío, porque nos han engañado en otras ocasiones, y me gustaría comprobar que es verdad que gente que hasta no hace mucho portaba la bandera del terrorismo, ahora se han convertido en verdaderos demócratas. Podría ser, pero tengo que verlo. Mi actitud es, pues, la del que escucha y observa", asevera. "No niego que la situación es en general bastante mejor, y advierto en mí inicios de esperanza; desearía que se confirmasen. Pero, mientras siga existiendo ETA, existirán mis suspicacias", apostilla el escritor.
De pepinos españoles y crisis que llegan a Alemania

"Últimamente, salvo en deportes, España genera noticias negativas. Me he visto en reuniones privadas, en Alemania, justificando a mi país como si yo tuviese la culpa de los cinco millones de parados. Y, personalmente, me resulta muy doloroso que se suprima el Consulado de Hannover, con lo que 8.000 españoles vamos a quedar administrativamente desamparados para ahorrar cuatro pesetas", se queja Aramburu.
"Por otro lado, Alemania nos ha hecho la puñeta con la noticia del pepino. He visto incluso escenas de psicosis, como un tipo pidiendo un bocadillo de salchichón sin lechuga: algo que ningún alemán metería en su boca voluntariamente".

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