En La Regenta, una de las cumbres de la novela realista, Leopoldo Alas alcanzó a cifrar de forma inolvidable uno de los motivos que obsesionaron a la narrativa europea de la segunda mitad del XIX: el retrato de un carácter femenino que se debate entre el deseo y su represión, y que sufre, en este caso, las asechanzas de un galán y de un cura. La peripecia tiene como trasfondo la magistral y despiadada descripción del entorno de Ana Ozores, esa Vetusta murmuradora y provinciana en la que toda vanidad e hipocresía tienen su asiento. José Luis Gómez, tras un minucioso análisis de las ediciones aparecidas en vida de Clarín, sigue el texto de la tercera (1901), revisada por el autor y publicada poco antes de su muerte. El prólogo de Sergio Beser sitúa al autor y su novela en el contexto de la creación europea y española de la época, mientras que la anotación facilita la comprensión de cada uno de los pormenores del rico universo clariniano.
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