Nicholas Carr:
“El interés de Google, tanto ideológico como económico, es mantenernos en un estado de distracción perpetua.”
En su último libro Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? el periodista estadounidense Nicholas Carr indaga sobre el efecto que vivir en la red ha tenido sobre nuestras memorias, nuestra capacidad de concentración y la forma de concebir la cultura. Aquí, una reseña del libro y una entrevista con el autor.
POR Andrés Hax
http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/tecnologia-comunicacion/Nicholas_Carr-entrevista-Superficiales_0_496750568.htmlSi usted no pertenece a la generación de los nativos digitales pero  ha estado usando Internet por diez años o más es posible que sufra de los  siguientes síntomas: inhabilidad para concentrarse por largos períodos de tiempo  (por ejemplo para leer un libro); lapsos preocupantes de desmemoria; impaciencia  general. Si es así, es recomendable que lea el libro Superficiales: ¿Qué está  haciendo Internet con nuestras mentes?, recientemente publicado en  Argentina, y donde el periodista especializado en tecnología Nicholas Carr  explica cómo estos síntomas son resultado directo de participar en la sociedad  en red. A partir de este análisis se amplía a dibujar una crítica cultural mucho  más salvaje, por la que afirma que estamos entrando en una “nueva ética  intelectual".
Aunque Superficiales está repleto de fascinantes anécdotas  históricas (por ejemplo: cómo la manera de pensar y escribir de Nietzsche cambió  al empezar a usar una máquina de escribir) y científicas, junto con amenas  divagaciones personales del autor hay, en su centro, una respuesta al por qué  del fenómeno de la distracción inducida por Internet. Tiene que ver con  recientes descubrimientos de neurólogos sobre cómo funciona la memoria.  Específicamente, la respuesta está en cómo las diferentes maneras que actúan  nuestras memorias a largo plazo versus las de corto plazo. La explicación  minuciosa ocupa un capítulo entero del libro de Carr, pero una síntesis se puede  ver en el siguiente párrafo:
Cuando almacenamos nuevos recuerdos a largo plazo, no limitamos  nuestros poderes mentales. Los fortalecemos. Con cada expansión de nuestra  memoria viene una ampliación de nuestra inteligencia. La Web proporciona un  suplemento conveniente y convincente para la memoria personal, pero cuando  empezamos a usar Internet como sustituto de la memoria personal, sin pasar por  el proceso interno de consolidación, nos arriesgamos a vaciar nuestra mente de  sus riquezas.
Este capítulo, llamado Busca, memoria y el antecedente, La  iglesia de Google, son el corazón de Superficiales. En el primero,  Carr hace un magistral resumen sobre la historia de la ciencia de la memoria y  un análisis de cómo el uso de Internet puede alterar, físicamente, la  construcción interna de nuestros cerebros. En el capítulo sobre Google, explica  el modelo de negocios de esta extraordinariamente poderosa empresa y también  cuales son sus planes para el futuro. Esto es fundamental porque, por ahora,  Google domina arrasadoramente el paisaje de Internet. Además, el funcionamento  de Google (su buscador y todos sus emprendimientos desde Google Books a Google  Earth) fomenta nuestra tendencia a la disctracción porque eso es lo que le  conviene: más páginas vemos, más avisos pueden vender; y también más información  pueden cosechar sobre nuestrós hábitos online.
La tercera parte excepcional del libro está en sus notas y lecturas  recomendadas. De esos títulos uno se podría armar un seminario sobre la historia  de la lectura, de la tecnología, el cerebro y el libro.
Superficiales no es un libro  apocalíptico, pero sí suena una fuerte alarma. Carr (nacido en 1959) estudió  literatura en la universidad pero estuvo involucrado apasionadamente –de manera  personal– con el auge de la PC y  con Internet. No desprecia los mundos que se pueden abrir con un buen uso de la  Red. Pero, en su visión más pesimista, la cultura de Internet es radicalmente  opuesta a la cultura del libro. Y la cultura del libro –señala reiteradamente Carr en su  libro– es lo que construyó la  ética intelectual en la que hoy vivimos. Si cambiamos esa por una nueva ética de  fragmentos, de lo audiovisual por encima del texto, por la memoria relegada a  dispositivos externos… ¿qué pasará entonces? Sólo se puede especular. Pero el  pronóstico es oscuro.
Carr contestó, por correo electrónico, unas preguntas de Ñ Digital.  (Respondió al pedido inicial de la entrevista en menos de cinco  minutos):
Su libro  traza los comienzos de una "nueva ética intelectual". Siempre resalta un perfil  optimista de los fenómenos que describe pero en su corazón ¿piensa que estamos  entrando en un periodo cultural oscuro?
A pesar de todos sus beneficios, no creo  que Internet —o los medios digitales en general— sean sanos para la cultura. La  tecnología enfatiza la eficiencia, la conveniencia y la velocidad. Pero el  desarrollo cultural requiere atención, calma y contemplación. La red fomenta el  consumo rápido, lo cual es antitético a la creación de una cultura rica.
Usted es un  lector de literatura. ¿Hay un novelista que haya logrado representar esta era de  la Red, tanto en el contenido como en la forma de su obra?
En cuanto a la  forma, creo que el fallecido David Foster Wallace capturó en su prosa algo de la  fuerza abrumadora de sobrecarga mediático que sufrimos y cómo eso nos lleva a  ser consumidores de información. En cuanto al contenido, dos novelas recientes  que he leído —A Visit from the Goon Squad, de Jennifer Egan y Super  Sad True Love Story, de Gary Shteyngart— ambas se conciernen con las  consecuencias de la Red para nuestras vidas interiores. Ninguno de estos libros,  tendría que agregar, es optimista sobre el futuro de la escritura y la lectura  serias.
Google ha aplicado el "taylorismo" a nuestras conciencias y la  ambición de esa empresa es nada menos que crear la inteligencia artificial.  ¿Tendríamos que aterrorizarnos por Google?
No creo que  debiéramos aterrorizarnos por Google, pero sí preocuparnos por la empresa y su  poder. Google tiene una mirada estrecha sobre las posibilidades del intelecto  humano; una que no tiene en cuenta las alegrías del pensamiento meditativo y  solitario. Y esta inclinación se refleja en los servicios que provee. Esta en el  interés de Google, tanto ideológico como económico, mantenernos en un estado de  distracción perpetua y distraídos por corrientes entrantes de información.  Google no quiere que nos desaceleremos y seamos pensativos.
¿Después de diagnosticarse con un problema de atención debido a la  Red, tomó algunas medidas para atacar los síntomas?
Cerré mis  cuentas de Twitter y Facebook y he intentado limitar mi uso de la Red, pero no  he sido del todo exitoso en eso. El hecho es que la presunción de conectividad  constante ya es parte de las normas sociales y es difícil extraerse de este  imperativo tecnológico. Ya no es un tema de elección personal.
Después de  publicar su último libro, Kevin Kelly dijo que sería el último libro impreso que  publicaría. ¿Se ve diciendo lo mismo en algún momento?
Desde ya, espero  que no.
¿Vislumbra un momento en el futuro en cual la tecnología será  autónoma?
No veo ningún  signo que indica que la tecnología se está acercando a la autonomía. Si sacas a  todos los seres humanos de la Tierra, en poco tiempo todas nuestras tecnologías  dejarían de funcionar. Siguen siendo completamente dependientes de nosotros. Mi  miedo no es que las tecnologías tomen comando, sino que mientras nosotros –los  seres humanos–nos volvamos más  dependientes de las tecnologías para comunicarnos y para pensar, nos vamos a  convertir en algo más parecido a las máquinas y menos como los humanos.  Entonces, en ese sentido, seremos formados por las herramientas que usamos, como  sucedía en el pasado.

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