IMANISMO
La cosa empezó hace algunos años. Alguien me trajo un imán de nevera de alguna ciudad que había visitado, con el nombre bien grande y la representación de un barquito de pesca. Yo ya contaba con un buen repertorio de estos artilugios en la puerta de mi electrodoméstico: pastelitos, elementos de cocina, abridores, bolígrafos pequeñitos, etc. Pero, al ver el que me habían traído pensé: “¡Vaya horterada!”. El “souvenir” en cuestión equivalía al toro o a la mujer vestida de faralaes que antes poníamos encima de la tele. En fin, me armé de valor y me dije: “Mejor lo pones, no vaya a ser que se te presente un día en casa y se lo tome como un desprecio”, y yo, que soy muy cumplida, lo coloqué, disimulado, entre un pastelito y una ollita a presión. Se veía desde cualquier punto de la cocina: “Cádiz, tacita de plata” y el barquito, repletiiiiito de pescao.
Pero ahí no acaba la cosa.
Ese verano, viajé por Italia y... ¿Qué vi nada más aterrizar en la primera ciudad?. Montones de puestecitos de recuerdos: miiiiiiles de imanes, con nombre, sin nombre, con escenas costumbristas, edificios emblemáticos, con trajes típicos... Y gente, mucha gente, eligiendo desaforadamente el más acertado para regalar a cada amistad, o para coleccionar, ¡vete a saber! Hay gente para todo, deben de estar de moda... Y yo, ¿qué hice? Repasé a la clientela, mujeres preferentemente, y algunos adolescentes. No tenían mala pinta, no se veían “lolailos”. Eso me tranquilizó. No tanto a mi marido, que después de verme durante media hora remover imán tras imán, estaba perdiendo la paciencia. ¡Y ligando con una italiana, por cierto!.
Me compré cuatro.
¡Me hizo taaaanta ilusión! Así nunca me olvidaré del sitio donde he estado. ¡Cuanta satisfacción sentí al guardar en mi bolso los susodichos, bien envueltos, en plástico de burbujas!
El problema fue que, monumento que visitábamos, puesto de imanes que te crió. Y claro, ¿cómo no iba a comprar uno, si precisamente “ese” no lo tenia?. ¡La torre de Pisaaaaa y sin ese defectillo, el de la inclinación! Di un manotazo a la señora de la pamela y me lo quedé, así, sin más florituras.
Por la noche pensaba en lo bien que quedarían en mi nevera. nueva, de acero inoxidable mate, ancho especial, antihuellas...
Recorrimos 5 ciudades y algunos pueblecitos con pocas cosas que visitar, pero chiringuitos de recuerdos... en cualquier rincón. Pequeños, grandes, con toldo (que era muy de agradecer), a pleno sol (ligabas bronce, había que ser positivos).
A mi Pepe le compré una gorra en uno de ellos y ¡ala! a recorrer los puestos. Él, tan contento con “I love Italy” bordadito en el frontal.
El viaje fue todo un éxito. Después de ocho días de recorrido, el resultado fue: treinta y cinco imanes, una gorra, dos quilos de más y alguna tontería para los niños.
Una vez ya en casa, colocados los imanes en riguroso orden en el refrigerador, pasé a documentarme en Internet sobre el tema: Colección de imanes. Montones de personas la hacían, los intercambiaban, los compraban. Me metí en, por lo menos, veinte foros imanísticos. Agregué a quince personas en mi facebook. Me di de alta en twiter. Participé en un encuentro en Madrid. Intercambié a uno de mis hijos con el hijo de otra coleccionista alemana durante dos semanas (por cierto, que me trajo un imán monísimo de la iglesia de su pueblo). Compré varios ejemplares solidarios, diseñé algunos para intercambiar con los internautas más creativos y creé hasta un blog... ¡No hay nada como tener un hobby para ampliar el círculo de amistades!
Circunstancias de este texto:
Esta creación corresponde a un ejercicio de nuestro taller, ejercicio en el cual se trataba de parodiar un texto de Okakura Kakuzo, El libro del té (1906):
Antes de que fuese una bebida, el té fue una medicina. Sólo en el octavo siglo
hizo su entrada en China, en el reino de la poesía, como una de las más elegantes
distracciones de aquel tiempo. En el siglo quince, el Japón le dio patente de nobleza e
hizo de él una religión estética: el teísmo.
El teísmo es un culto basado en la adoración de la belleza, tan difícil de hallar
entre las vulgaridades de la trivial existencia cotidiana. Lleva a sus fieles a la
inspiración de la pureza y la armonía, el sentido romántico del orden social y el misterio
de la mutua misericordia. Es esencialmente el culto de lo Imperfecto, puesto que todo su
esfuerzo tiende a realizar algo posible en esta cosa imposible que todos sabemos que es
la vida.
Considerada en la acepción vulgar de la palabra, la filosofía del té no es una
simple estética, puesto que nos ayuda a expresar, conjuntamente con la ética y la
religión, la concepción integral del hombre y de la naturaleza. Obligando a la limpieza,
es una higiene; es también una economía, porque demuestra que el bienestar reside más
en la simplicidad que en la complejidad y en lo superfluo; es una geometría moral,
porque define el sentido de nuestra proporción respecto al Universo. Y, finalmente,
representa Oriente, puesto que hace de todos sus adeptos unos aristócratas del buen
gusto.
Así que el "teísmo" se ha converdido, bajo la batuta de M.Ángels, en "Imanismo".
JCM
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