Fuente: http://www.revistadeletras.net/knut-hamsun-estudio-de-una-resurreccion/
Knut Hamsun nació en 1859. Nació ochenta años antes de traicionar a la patria noruega que lo había considerado un héroe y apoyar a Hitler, nació casi un siglo antes de regalar la medalla del Premio Nobel a Goebbels y de ser juzgado por un tribunal de posguerra. Knut Hamsun nació ochenta y tantos años antes de escribir La senda por la que la hierba crece, su último libro, en el manicomio donde lo relegaron. Nació cuando las locomotoras exhalaban sus primeros suspiros tímidos, ochenta y seis años antes de que la bomba atómica cayera sobre Japón y él tuviera que demostrar, con ese último libro, que no se había vuelto loco.
“Pausa. Pues sí, su desconfianza hacia él había echado ya profundas raíces.” (De Misterios).
Hace trece años, en 1997, Kirsti Baggethun tradujo Hambre, la primera novela de Hamsun, para Ediciones de la Torre, que hoy día mueve en las librerías la segunda edición de este libro. Antes de que esta noruega empezase con Hamsun, nuestros padres lo leían traducido del alemán, porque en Alemania Hamsun fue un best-seller y desde allí volaron por Europa muchas de sus obras al resto de países. Pero el momento en que Baggethun comienza a traducirlo del noruego es un nuevo nacimiento de Hamsun en España. Una por una, caen sobre la mesa las cartas de la baraja de su obra con una calidad inimaginable hasta el momento. Es el verdadero Hamsun, que se ha curado, más de cincuenta años después de su muerte, de la cruz de haber sido un escritor nazi.
“Tenía tantos asuntos entre manos que el futuro no me preocupaba en absoluto.” (De Hambre).
Hambre es la primera pura novela siglo XX. La primera vez en la que, antes de Kafka, la ciudad burguesa se convierte en un escenario para la transformación del hombre en monstruo. En esta novela, la primera persona de un personaje sin nombre, de una psicología imprevisible, vaga pasando hambre por las calles de la Christiania. En Hambre está la primera muesca del camino de la novela psicológica.
“Un gran hombre no vive en París. Posee París” (De Misterios).
Gracias a la poderosa biografía de Ingar Sletten Kolloen, editada por Nórdica el año pasado, entendemos que Hamsun escribía con furia y con este sentimiento llegaba a sus eternos hallazgos. Había nacido pobre y fue un niño de los que se educan fuera del colegio. Trabajó duro y tuvo que huir de casa. Por alguna razón, quizás por vanidad, por demostrar a la sociedad que encumbraba a Ibsen que él era un genio todavía mayor, Hamsun se empecinó en escribir. Publicó sus libros y las puertas de la fama se abrieron. La vanidad había encontrado su fusta para espolear al caballo furioso. Tuvo mujeres e hijos. Tuvo éxitos y divorcios. Pero Hamsun no olvidaba su origen odiosamente humilde, y sentía el peso vacío en los agujeros en su cultura. Tendría que demostrarse siempre como el genio individual, y así continuó escribiendo. Hamsun es uno de esos extraños escritores que se deben a sí mismos, a su intuición, y no a la cultura.
“El mar me encerraba por todas partes como un abrazo. Bendita sea la vida, la tierra y el cielo, benditos sean mis enemigos, en este instante deseo ser clemente con el peor de ellos y atarle el cordón del zapato.” (De Pan).
La biografía que he mencionado es, con las traducciones de Baggethun, el edificio que cualquier hamsuniano debe visitar obligatoriamente. Apareció en la revista Tiempo este reportaje donde se habla de Hamsun como persona y no quiero repetirme. Ahora hablaremos de sus obras y, después de Hambre, hay que leer Pan. Esta novela hace referencia al sátiro y no al alimento, como piensa alguna gente por coherencia con la primera novela. Los personajes de Hamsun, que son siempre como él, es decir, almas independientes que sufren por exceso de sensibilidad, personajes para los que una mirada desviada es mucho más dolorosa que una lanza, tienen en el protagonista de Pan un modelo que continúa a lo largo de las obras completas.
“Una hora más tarde mi mente está henchida de júbilo, me impresionan todos los detalles: un velo aleteando en un sombrero, un pelo recogido que se suelta, dos ojos que se cierran por la risa y yo me conmuevo. ¡Qué día, qué día!” (De Pan).
Un alma igualmente indefensa ante las pequeñas señales del mundo es la de Nágel, el personaje protagonista de Misterios. El dandy avejentado, el antiguo don Juan pasado de vueltas, el Falstaff noruego viaja a una pequeña población de provincias. En esta novela, como en muchas otras, la noche de San Juan enciende una llama que abrasa la sensibilidad humana y, donde lo antiguo se quema gozosamente, queda también la ceniza de la seguridad en uno mismo. Estas tres obras, Hambre, Pan y Misterios, llevan a la narrativa hamsuniana a la locura de pulso imprevisible que encontramos en Victoria, editada recientemente por Nórdica.
“Insectos y bichos huían de ese hombre tan inmenso” (de Victoria).
Hamsun es a la literatura lo que los juegos de cuerda de Wagner a la música. Hamsun hace temblar las páginas como una tormenta llena el aire de electricidad vibrante. En Victoria, Johannes, el protagonista, lleva los sentimientos impulsivos de los tres personajes anteriores al paroxismo. Posiblemente no haya otra novela en que el amor se muestre de una forma tan cruel para el amante. Aunque Hamsun era un seductor empecinado y egocéntrico, aunque hizo sufrir a las mujeres que le acompañaron, parecía tener una sensibilidad especial para describir el tormento de la inseguridad. Quizás porque la inseguridad lo acompañó siempre, o tal vez por una sensibilidad especial, en Victoria quedan expuestos a la luz, en sus propias palabras, “los secretos movimientos que se realizan inadvertidos en lugares apartados de la mente”.
“Un hongo no florece ni se mueve, pero hay algo imponente y monstruoso en él, parece un pulmón que vive desnudo, sin cuerpo” (de La bendición de la tierra).
Estas obras intimistas nos llevan a la culminación, a su libro más perfecto de cuantos se han traducido del noruego hasta el momento. Se trata de La bendición de la tierra, por la que Hamsun recibió el Nobel tres años después de su publicación, es decir, en 1920. Aquí, Hamsun pasa de lo particular a lo general y crea un universo que nace en la primera página, como en Cien años de soledad de García Márquez, pero con la afiladísima vista de rayos X del noruego. Se trata de una saga familiar rural y un canto de Beatus Ille, una estocada al vientre de la modernidad y una exigencia de regreso al campo. Este cántico nos permite una intuición sobre la deriva nazi de su vida si entendemos la doctrina Nacionalsocialista como un movimiento ecologista. Pero sobre todo, La bendición de la tierra es una novela que explora la vida sencilla sin echarle encima la sombra de la soberbia intelectual. Choca tanta humildad y sensibilidad sabiendo que Hamsun fue tan soberbio, pero si lo pensamos, se trata de la demostración que todo escritor necesita para serlo: hacer un libro de lo que es ajeno, demostrar que no se comprende solamente lo que ocurre dentro de uno y que los nervios están atados a los nervios de quienes viven de otra forma. Aunque él, quizás, recordaba e idealizaba aquí sus primeros años de vida, sus años pegados a la tierra, tan lejanos a los que presenciarían su tenebroso derrumbamiento.
Juan Soto Ivars
Guía de lectura de Knut Hamsun en España, enero de 2011Traducciones de Kirsti Baggethun directas del noruego:
Hambre, Ediciones de la Torre.
Pan, Anagrama.
Misterios, Alfaguara.
Victoria, Nórdica.
La bendición de la tierra, Bruguera.Biografía de Knut Hamsun:
Knut Hamsun, Ingar Sletten Kolloen, Nórdica.
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