Pusieron fin a su vida, cómodamente hundido en el agua, con sus extremidades flácidas y el brazo derecho extendido fuera de su bañera, aquella que, cuando los picores de su piel le atormentaban, le servía de alivio, aprovechando la coyuntura para espantar la mugre de su cuerpo y de su alma. En su mano, una pluma.
La sangre brota tímidamente de su pecho. Formando un reguero indefinido. El personaje resalta con luz propia en medio de la oscuridad del fondo. Una caja de madera le sirve de escritorio. En su mano, la lista de futuros difuntos. A su izquierda, un paño remendado.
La cabeza, cubierta con una especie de turbante, inclinada, sostenida únicamente por el hombro y las telas blancas, podría emular a la de Cristo. En el suelo, un cuchillo, el arma homicida. Los labios entreabiertos expiran el último suspiro, mientras su rostro pasa suavemente del dolor a la paz eterna.
La disposición de todos estos elementos es tan sobria como la de un cuadro religioso. El fondo, oscuro, hace resaltar la figura principal en su improvisado lecho de muerte., transmite un agobiante y frio silencio. Una sombra podría evidenciar la huida de la vida de su cuerpo agonizante.
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JACQUES LOUIS DAVID
LA MUERTE DE JEAN-PAUL MARAT (1793)
165 x 128 cm
MUSEOS REALES DE BELLAS ARTES DE BRUSELAS (BÉLGICA)
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