viernes, 11 de marzo de 2011

Taller - Continuar un texto, por Andrea Lajaunie.

El principio es de Safier,  Jesús me quiere.

Por mucho que el pastor Gabriel pensara otra cosa, yo le rezaba a Dios a menudo. No creía al cien por cien que hubiera un Señor Todopoderoso en el cielo, pero tenía la gran esperanza de que existiera. Le rezaba cuando estaba a punto de despegar o de aterrizar en un vuelo low cost. O antes de la retransmisión del sorteo de la lotería. O cuando quería que el tenor del piso de abajo, que no paraba de cantar ópera a todo volumen, perdiera la voz.  O cuando llegaba en último lugar el caballo al que mi hijo había apostado la mitad de su sueldo. O cuando mi hija venía con un nuevo ejemplar de novio. O cuando el día 15  nos quedaban ochenta euros para acabar el mes.
La verdad es que

a mis lejanos diecicho años había decidido, en un arranque que se venía fraguando tiempo atrás, no volver a pisar la iglesia y no rezar más rosarios ni bendiciones. Sólo iría a misa en ocasiones de estricta obligación familiar o social. 
Y me fui haciendo atea y descreída. Al principio con un cierto remordimiento y sin atreverme a salir del armario ante mi católica e hipócrita familia materna. Luego, con bastante desfachatez y hasta orgullosa de escandalizar a meapilas y beatos.
No osé -hubiera sido excomulgada, anatemizada y  expulsada del redil-, casarme exclusivamente en pecadora y ominosa  ceremonia civil. Tampoco me atreví a prohibir que mis vástagos fueran remojados, convirtiéndose oficialmente en parte del rebaño de Jesús. Ni pude evitar que mi madre les enseñara a mis espaldas jesusito de mi vida y otras zarandajas.
No obstante, mi vida fue transcurriendo ajena a los santos y a sus peanas. Reía con mis amigos, cuando mi madre  manifestaba,  muy convencida , que se encontraría sola en el cielo. Y vivía, despreocupada, intentando no fastidiar al prójimo yprocurando pecar todo  lo posible.
Y, próxima, muy próxima a los sesenta, ahí sigo, atea y descreída. Peco menos pero es que estoy cansada.  De vez en cuando se me filtran algunos me lo merezco por... o castigo de dios...o si no hubieras hecho aquello... Y también de vez en cuando, vuelve la vieja costumbre de invocar al todopoderoso para causas banales o de necesaria subsistencia.
Por lo demás, y si continúo más o menos cuerda, espero ser incinerada y enterrada en laica ceremonia, como lo tengo estipulado en mi testamento, en el que he añadido la siguiente claúsula : Absteneos de cambiar mis voluntades si al final de mis días actúo como Benedetto(1) y beso apasionadamente el crucifijo antes de morir. Sólo es un momento de debilidad transitoria.
(1) Las tentaciones de Benedetto, película dirigida por Nino Manfredi. Italia 1971

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