jueves, 2 de junio de 2011

Taller, poesía - A mi madre, por Andrea

   Ahora eres viejita.
   Y ya no me dices nada. Sólo a veces,
   si resurge tu orgullo de princesa.
   Me miran tus ojos verdes, de gata
   sin tejado, desde una cara
   que no reconozco a veces,
   manchada  por el tiempo, escrutando
   atentos, lo que hago,
   lo que digo,
   con quién hablo, qué me pongo,
   a qué hora llego, si estoy
   triste o cansada, si salgo,
   si entro,
   si voy sola o con amigos,
   día a día.

   Ahora eres viejita.
   Y es cuando intentas cuidarme
   reparando lo que no supiste
   hacer.
   Me cubres  con la manta,
   torpe, inexperta
   en  detalles abnegados, interrumpes
   mi siesta.
   No te hago caso. Y me preguntas,
   una y otra vez,
  ¿Hoy es martes?
  ¿Me has comprado las pastillas?
  ¿Ya me has sacado dinero?
    Eso y tus múltiples dolores,
    muletillas que resbalan en mi sueño.
    día a día   
   

    Ahora eres viejita.
    Y es cuando me buscas. Y yo no quiero
    Estás pendiente de mí, te enfurruñas
    si me voy,
    suspiras cuando vengo.
   Ya se que te sientes sola  pero
    no puedo.
    No puedo ser tu nexo con la vida,
    Te pido Pon de tu parte, y tú
   ¿Qué quieres que haga? 
    Una vez más la respuesta
    de siempre, ¿acaso esperabas otra?,
    nunca cambia,
    día a día.
  
    Ahora eres viejita
    Y ya no te gusta lo que ves en el espejo  
    Yo reparto por  la casa
     tus retratos,
    de niña buena en marco dorado,
    de cíngara de cejas negras, de Liz Taylor
    descarada, retratos de otros tiempos,
    velados de añoranza.
    Cuando te besa tu nieto,
    veo tu cuerpo menudo que se encoge.
    Sé que estás porque
    te veo
    más marchita, más pequeña,
    día a día.
  
    Ahora  eres viejita.
    Y quizás pronto no estés. Vacío incierto.
    No estará tu cuerpo enjuto, tu piel 
    marcada , no tendré tu beso
    de labios gastados, cada domingo
    por la mañana.
    Soñaré tus cantinelas, 
    ¿Vienen los niños?  ¡Cómo me duele
    la espalda!   Ponme un vinito
    que son las siete. Y cierra
    las ventanas.
    Sé que no estás porque
    no me miras    
    desde tus ojos de gata sin tejado,
    día a día. 

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