En una ocasión Pilar del Río preguntó a su marido, José Saramago, qué debía hacer ella en el caso de que él muriera. El escritor respondió contundente: “Continuarme”. “¡Continuarme!”, repite enfática al recordar esta anécdota íntima que queda inmortalizada en el documental José y Pilar (que se estrena en España el 28 de enero).
Natural de Castril (Granada), periodista, traductora de la obra de su esposo y presidenta de la fundación José Saramago, Del Río habla claro y sin tapujos, siguiendo la máxima del premio Nobel de Literatura: “Ver, oír y no callar”. Desde el fallecimiento del escritor, el pasado 18 de junio de 2010, dedica su tiempo a cumplir su voluntad: continuarle. Recibe a Tiempo en un hotel de Sevilla, ciudad a la que se desplazó para presentar, en el Teatro de la Maestranza, esta película que recorre el proceso de elaboración de la penúltima novela del portugués, El viaje del elefante (Alfaguara), al tiempo que plasma la cotidianeidad de la vida en común de la pareja. Producido por El Deseo -propiedad de los hermanos Pedro y Agustín Almodóvar- lo firma el joven realizador portugués Miguel Gonçalvez Mendes, quien durante años insistió al matrimonio para que accediera a participar en este proyecto.
Finalmente aceptaron con una sola condición: que el rodaje no modificara sus vidas. Y así fue. “Nos olvidamos de la presencia de las cámaras. Fue todo tan natural que en algunas ocasiones yo salgo fea, porque nadie me dijo que se me veían las canas o que tenía una mancha del sol que podría cubrir”, señala con humor.
La película proporciona al espectador la sensación de ser testigo oculto del día a día de la pareja, de sus conversaciones privadas y sus actos públicos; de ser partícipe de su felicidad y de sus momentos más amargos. Durante el rodaje, Saramago, extasiado tras cientos de viajes por todo el mundo, cayó gravemente enfermo. En una cruda secuencia, Del Río conversa telefónicamente con un amiga y compañera de profesión a la que pregunta: “¿Qué profesión hemos elegido?”. “Me parece que la prensa se ha convertido en un oficio de carroñeros”, afirma a esta revista. “En esos días en que se anunció su enfermedad parecía que había una urgencia por que se muriera para cerrar esa página. Y yo percibí esa sensación. Del escándalo. Cosa que no ocurrió cuando se murió”, explica.
Sin embargo, tras la muerte del autor de El evangelio según Jesucristo, el diario oficial del Vaticano, L’Osservatore romano, le dedicó una dura necrológica en la que le tachaba de “populista extremista” e “ideólogo antirreligioso” de “simplicidad teológica”. “Para mí L’Osservatore romano es como el tendido siete de las Ventas: me da igual”, ataja Del Río con un símil taurino. “He recibido cartas de curas, de teólogos y, sobre todo, de cristianos de base. Me preocuparía que los cristianos de la Teología de la Liberación no me hubieran dicho nada cuando se murió José. Pero yo he recibido unas cartas increíbles, que me decían que había muerto un testigo de nuestra época. ¿Lo que diga el Vaticano? El Vaticano es un Estado al que yo no respeto. No me importa nada”.
El documental José y Pilar refleja también la influencia de esta mujer en Portugal por su condición de presidenta de la fundación José Saramago. Otra secuencia muestra el duelo que mantiene con un periodista portugués que la entrevista en un momento en el que en ese país se comenzaba a debatir la legalización del matrimonio homosexual. “Me estaba provocando para que dijera lo que sabía que iba a decir”, recuerda divertida para recuperar inmediatamente la seriedad y el discurso combativo: “El matrimonio homosexual tiene que ser legalizado. Punto. Tengo toda la hostilidad del mundo contra los seres humanos, los poderes y los gobiernos que no consideran que todos somos iguales ante la ley, con los mismos derechos y deberes”.
Sostiene que “los derechos humanos son innegociables”, y éstos son la base sobre la que se fundamenta la institución en nombre del escritor, que pretende ser altavoz de lo que denomina como “voces morales”. “Si no tenemos voces morales, tenemos las páginas de Economía de los periódicos”. Del Río explica que su función en este cargo “ya no tiene nada que ver” con los gobiernos: “Ya sé lo que pueden dar, mi problema ahora es lo que pueden dar los ciudadanos”. En su opinión, “los gobiernos son el reflejo de los ciudadanos que están expresados en los medios de comunicación: tantas páginas de deportes, tantos partidos de fútbol a la semana y tantas páginas de contactos. El periodismo es cínico y cómplice de los poderes para no transformar la sociedad”, agrega.
Saramago hace falta.
Del Río confía en que el próximo 18 de junio, día en el que se cumplirá el primer aniversario de la muerte de Saramago, se abran definitivamente las puertas de la sede de la fundación, situada en el emblemático edificio lisboeta de la Casa dos Bicos. El lugar se está reformando desde hace tres años y los restos del escritor se trasladarán allí, “mirando al Tajo, con un olivo de su pueblo (Azinhaga) y un banco para que la gente se pueda sentar al lado y leer”, detalla la viuda del Nobel.
Por su parte, Del Río ya ha trasladado su residencia a la capital portuguesa, y la casa de Lanzarote, aquélla en la que compartieron su vida, se convertirá en un museo cuya inauguración tendrá lugar el próximo 18 de marzo. “Quiero continuar a José, y los lectores tienen derecho a saber dónde escribió Ensayo sobre la ceguera y Ensayo sobre la lucidez. Y en cuanto entren ahí y vean la humanidad de José reflejada en su ambiente, en su entorno, en sus cuadros y en su música, van a entender que el mundo se puede transformar desde la humildad. Saramago no era un poderoso, vivía en una enorme austeridad. Porque no tenemos que ser grandes para cambiar el mundo”.
En su empeño por continuar a Saramago, el pasado mes de noviembre asistió a una conferencia literaria en Lisboa que, casualmente, coincidió con la visita del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, a esta ciudad con motivo de la celebración de sendas cumbres de la Unión Europea y de la OTAN. “En una situación calamitosa en el mundo, ¿cómo se pueden reunir y no proponer ni una sola medida para la mayoría de la población?”, se pregunta indignada. “Saramago nos hace muchísima falta, pero yo no soy él, ése es el problema: que Saramago no está. Aquel día, en Lisboa, yo decía: ‘¡Quiero ser alguien!’. Ya no me importa que se me reivindique y que me inviten a dar conferencias, porque a lo mejor me tengo que convertir en una persona pública para poder hablar, porque he aprendido tanto de José que necesito poder transmitirlo”, sostiene.
Mucho más que dos.
Un conocidísimo refrán portugués aconseja que “de España, ni buen viento, ni buen casamiento”. José Saramago, desafiando a la sabiduría popular, no sólo se casó con una española, sino que además expresó públicamente su deseo de que ambos países formaran un solo Estado al que denominó Unión Ibérica. A Del Río le seduce la idea -y brinda por ella en la película frente al entonces ministro de Cultura español, César Antonio Molina-, pero lo considera un sueño irrealizable. “Me encantaría, pero hay muchos obstáculos”, señala y remarca la diferencia fundamental e insalvable: “Portugal es un república y España, una monarquía. En teoría, la república es deseable, pero si luego te la dirige Sarkozy... Prefiero a Juan Carlos, que lo tenemos más o menos controlado”. Zanja este asunto cómicamente, aseverando que ha hecho la Unión Ibérica por su cuenta ya que, desde hace unas semanas, dispone oficialmente de la nacionalidad portuguesa, un pequeño gesto hacia el escritor que define la manera en la que entendían su matrimonio.
El documental es un retrato íntimo que muestra la extraordinaria relación sentimental y profesional que el portugués, el intelectual comprometido, el premio Nobel, mantuvo con la española, su esposa, asesora, gestora y, en definitiva, su mano derecha. “Yo tengo ideas para novelas y ella tiene ideas para la vida, y yo no sé qué es más importante”, explicó el escritor que compuso a su esposa dedicatorias como “A Pilar, mi pilar”.
Su historia sentimental, proyectada en la pantalla, reproduce a la perfección el estribillo del poema Te quiero, de otro gigante de la literatura, Mario Benedetti, fallecido en 2009: “Si te quiero es porque sos / mi amor mi cómplice y todo / y en la calle codo a codo / somos mucho más que dos”. La referencia al poeta uruguayo dibuja en el rostro de Del Río una sonrisa de satisfacción, aunque da la impresión de que, por evidente, no es la primera vez que se lo señalan. “José y yo éramos dos personas maduras cuando nos conocimos, no nos andábamos con tonterías, éramos dos personas libres, actuando libérrimamente, y éramos dos amigos. Teníamos una misma actitud ante la vida, y muchísimo respeto. Y esa complicidad es evidente: estábamos en un proyecto común y vivimos en ese proyecto. No se trata de ser la pareja perfecta”, asegura.
Lecciones vitales.
Saramago siempre se mostró muy reacio a hablar de su legado literario o de su herencia luchadora, pero, sin duda, lo más valioso de esta inusual película es poder volver a verle tal y como era: ingenioso, crítico, comprometido y responsable, y, sobre todo, escuchar algunas de sus consideraciones respecto a la muerte, a la que no temía en absoluto, una hermosa lección de cómo afrontar lo inevitable: “Espero morir lúcido y con los ojos abiertos”, dice en una escena rodada en un autobús.
Pilar del Río reconoce haber aprendido mucho a su lado, pero no tiene ninguna duda de cuál es la mayor enseñanza que ha extraído de su convivencia con Saramago: “Que el tiempo no me hiciera perder la frontalidad ni me bajara la cabeza. Saramago sólo bajaba la cabeza a veces: para dar un beso o ante una persona que necesitara ayuda. Pero ante el poder nunca. Y yo no la he bajado nunca. Ni todos los cardenales del mundo, ni todos los jefes de Estado del mundo me van a hacer bajar la cabeza”, concluye.
La película proporciona al espectador la sensación de ser testigo oculto del día a día de la pareja, de sus conversaciones privadas y sus actos públicos; de ser partícipe de su felicidad y de sus momentos más amargos. Durante el rodaje, Saramago, extasiado tras cientos de viajes por todo el mundo, cayó gravemente enfermo. En una cruda secuencia, Del Río conversa telefónicamente con un amiga y compañera de profesión a la que pregunta: “¿Qué profesión hemos elegido?”. “Me parece que la prensa se ha convertido en un oficio de carroñeros”, afirma a esta revista. “En esos días en que se anunció su enfermedad parecía que había una urgencia por que se muriera para cerrar esa página. Y yo percibí esa sensación. Del escándalo. Cosa que no ocurrió cuando se murió”, explica.
Sin embargo, tras la muerte del autor de El evangelio según Jesucristo, el diario oficial del Vaticano, L’Osservatore romano, le dedicó una dura necrológica en la que le tachaba de “populista extremista” e “ideólogo antirreligioso” de “simplicidad teológica”. “Para mí L’Osservatore romano es como el tendido siete de las Ventas: me da igual”, ataja Del Río con un símil taurino. “He recibido cartas de curas, de teólogos y, sobre todo, de cristianos de base. Me preocuparía que los cristianos de la Teología de la Liberación no me hubieran dicho nada cuando se murió José. Pero yo he recibido unas cartas increíbles, que me decían que había muerto un testigo de nuestra época. ¿Lo que diga el Vaticano? El Vaticano es un Estado al que yo no respeto. No me importa nada”.
El documental José y Pilar refleja también la influencia de esta mujer en Portugal por su condición de presidenta de la fundación José Saramago. Otra secuencia muestra el duelo que mantiene con un periodista portugués que la entrevista en un momento en el que en ese país se comenzaba a debatir la legalización del matrimonio homosexual. “Me estaba provocando para que dijera lo que sabía que iba a decir”, recuerda divertida para recuperar inmediatamente la seriedad y el discurso combativo: “El matrimonio homosexual tiene que ser legalizado. Punto. Tengo toda la hostilidad del mundo contra los seres humanos, los poderes y los gobiernos que no consideran que todos somos iguales ante la ley, con los mismos derechos y deberes”.
Sostiene que “los derechos humanos son innegociables”, y éstos son la base sobre la que se fundamenta la institución en nombre del escritor, que pretende ser altavoz de lo que denomina como “voces morales”. “Si no tenemos voces morales, tenemos las páginas de Economía de los periódicos”. Del Río explica que su función en este cargo “ya no tiene nada que ver” con los gobiernos: “Ya sé lo que pueden dar, mi problema ahora es lo que pueden dar los ciudadanos”. En su opinión, “los gobiernos son el reflejo de los ciudadanos que están expresados en los medios de comunicación: tantas páginas de deportes, tantos partidos de fútbol a la semana y tantas páginas de contactos. El periodismo es cínico y cómplice de los poderes para no transformar la sociedad”, agrega.
Saramago hace falta.
Del Río confía en que el próximo 18 de junio, día en el que se cumplirá el primer aniversario de la muerte de Saramago, se abran definitivamente las puertas de la sede de la fundación, situada en el emblemático edificio lisboeta de la Casa dos Bicos. El lugar se está reformando desde hace tres años y los restos del escritor se trasladarán allí, “mirando al Tajo, con un olivo de su pueblo (Azinhaga) y un banco para que la gente se pueda sentar al lado y leer”, detalla la viuda del Nobel.
Por su parte, Del Río ya ha trasladado su residencia a la capital portuguesa, y la casa de Lanzarote, aquélla en la que compartieron su vida, se convertirá en un museo cuya inauguración tendrá lugar el próximo 18 de marzo. “Quiero continuar a José, y los lectores tienen derecho a saber dónde escribió Ensayo sobre la ceguera y Ensayo sobre la lucidez. Y en cuanto entren ahí y vean la humanidad de José reflejada en su ambiente, en su entorno, en sus cuadros y en su música, van a entender que el mundo se puede transformar desde la humildad. Saramago no era un poderoso, vivía en una enorme austeridad. Porque no tenemos que ser grandes para cambiar el mundo”.
En su empeño por continuar a Saramago, el pasado mes de noviembre asistió a una conferencia literaria en Lisboa que, casualmente, coincidió con la visita del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, a esta ciudad con motivo de la celebración de sendas cumbres de la Unión Europea y de la OTAN. “En una situación calamitosa en el mundo, ¿cómo se pueden reunir y no proponer ni una sola medida para la mayoría de la población?”, se pregunta indignada. “Saramago nos hace muchísima falta, pero yo no soy él, ése es el problema: que Saramago no está. Aquel día, en Lisboa, yo decía: ‘¡Quiero ser alguien!’. Ya no me importa que se me reivindique y que me inviten a dar conferencias, porque a lo mejor me tengo que convertir en una persona pública para poder hablar, porque he aprendido tanto de José que necesito poder transmitirlo”, sostiene.
Mucho más que dos.
Un conocidísimo refrán portugués aconseja que “de España, ni buen viento, ni buen casamiento”. José Saramago, desafiando a la sabiduría popular, no sólo se casó con una española, sino que además expresó públicamente su deseo de que ambos países formaran un solo Estado al que denominó Unión Ibérica. A Del Río le seduce la idea -y brinda por ella en la película frente al entonces ministro de Cultura español, César Antonio Molina-, pero lo considera un sueño irrealizable. “Me encantaría, pero hay muchos obstáculos”, señala y remarca la diferencia fundamental e insalvable: “Portugal es un república y España, una monarquía. En teoría, la república es deseable, pero si luego te la dirige Sarkozy... Prefiero a Juan Carlos, que lo tenemos más o menos controlado”. Zanja este asunto cómicamente, aseverando que ha hecho la Unión Ibérica por su cuenta ya que, desde hace unas semanas, dispone oficialmente de la nacionalidad portuguesa, un pequeño gesto hacia el escritor que define la manera en la que entendían su matrimonio.
El documental es un retrato íntimo que muestra la extraordinaria relación sentimental y profesional que el portugués, el intelectual comprometido, el premio Nobel, mantuvo con la española, su esposa, asesora, gestora y, en definitiva, su mano derecha. “Yo tengo ideas para novelas y ella tiene ideas para la vida, y yo no sé qué es más importante”, explicó el escritor que compuso a su esposa dedicatorias como “A Pilar, mi pilar”.
Su historia sentimental, proyectada en la pantalla, reproduce a la perfección el estribillo del poema Te quiero, de otro gigante de la literatura, Mario Benedetti, fallecido en 2009: “Si te quiero es porque sos / mi amor mi cómplice y todo / y en la calle codo a codo / somos mucho más que dos”. La referencia al poeta uruguayo dibuja en el rostro de Del Río una sonrisa de satisfacción, aunque da la impresión de que, por evidente, no es la primera vez que se lo señalan. “José y yo éramos dos personas maduras cuando nos conocimos, no nos andábamos con tonterías, éramos dos personas libres, actuando libérrimamente, y éramos dos amigos. Teníamos una misma actitud ante la vida, y muchísimo respeto. Y esa complicidad es evidente: estábamos en un proyecto común y vivimos en ese proyecto. No se trata de ser la pareja perfecta”, asegura.
Lecciones vitales.
Saramago siempre se mostró muy reacio a hablar de su legado literario o de su herencia luchadora, pero, sin duda, lo más valioso de esta inusual película es poder volver a verle tal y como era: ingenioso, crítico, comprometido y responsable, y, sobre todo, escuchar algunas de sus consideraciones respecto a la muerte, a la que no temía en absoluto, una hermosa lección de cómo afrontar lo inevitable: “Espero morir lúcido y con los ojos abiertos”, dice en una escena rodada en un autobús.
Pilar del Río reconoce haber aprendido mucho a su lado, pero no tiene ninguna duda de cuál es la mayor enseñanza que ha extraído de su convivencia con Saramago: “Que el tiempo no me hiciera perder la frontalidad ni me bajara la cabeza. Saramago sólo bajaba la cabeza a veces: para dar un beso o ante una persona que necesitara ayuda. Pero ante el poder nunca. Y yo no la he bajado nunca. Ni todos los cardenales del mundo, ni todos los jefes de Estado del mundo me van a hacer bajar la cabeza”, concluye.
Gonçalvez Mendes se convirtió en su sombra durante largos periodos de tiempo en los tres años que duró el rodaje, a pesar de que el propio Saramago desconfiaba del propósito del cineasta: “No creía que fuese interesante”, apunta. Hasta que el escritor vio un montaje previo, de unas tres horas de duración, y cambió de parecer.
Del Río asegura que está contenta con el resultado: “Ha reflejado la realidad y con muy buena luz”. Calcula que ha visto la película unas veinte veces, en todos los festivales y ciudades donde se ha estrenado, y que nunca le provoca “mal rollo”, sino “gran satisfacción” ver a Saramago “trabajando y activo”.
Oficio de carroñeros.
Del Río asegura que está contenta con el resultado: “Ha reflejado la realidad y con muy buena luz”. Calcula que ha visto la película unas veinte veces, en todos los festivales y ciudades donde se ha estrenado, y que nunca le provoca “mal rollo”, sino “gran satisfacción” ver a Saramago “trabajando y activo”.
Oficio de carroñeros.
Fuente:
http://www.tiempodehoy.com/default.asp?idpublicacio_PK=50&idioma=CAS&idnoticia_PK=62853&idseccio_PK=614&h=101126
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