domingo, 6 de febrero de 2011

En medio de chavalas en pelotas, una entrevista con Pere Gimferrer en Interviu

Pere Gimferrer
28/01/2011 Javier Menéndez Flores / Foto: Mario Martín


‘Rapsodia’, el nuevo poemario de este académico que posee los más altos galardones de este género literario, es un incendio de imágenes en donde se imbrican el amor, el paso del tiempo y la propia lírica fulgente que sustenta su vida y obra.

Escribió este libro en seis días. Hay en esa torrentera de creación algo juvenil que retrotrae a aquel vaticinio de Octavio Paz acerca de que usted siempre será un poeta joven.
Sí, es cierto. El que escribe los versos tiene la edad y los posicionamientos de los versos, no los que tenga él en su biografía. La voz que se manifiesta en ellos es ajena al tiempo, aunque naturalmente se nutre de la persona.

Usted fue un rupturista. Rechazó a sus mayores, los poetas sociales, y retomó a los ‘abuelos’, la Generación del 27, añadiéndole a su verso otras referencias culturales, como el cine y la pintura. ¿Quiénes, en el actual panorama de la gaya ciencia, van por ahí?
En mi caso lo que había era la percepción de que la evolución de la poesía española en la posguerra iba condicionada por la existencia de la guerra y no seguía el curso al que se encaminaba de modo natural. Dicho esto, entre los poetas más jóvenes hay algunos que enlazan no con sus teóricos padres, sino con sus teóricos abuelos o, al menos, tíos. Gente como José Luis Rey, Joaquín Pérez Azaústre, Javier Vela o Antonio Lucas. Y quizá Eduardo García.

¿No le parece que la llamada “poesía de la experiencia”, una poesía sin fulgor, plana, narrativa, retomaba precisamente la poesía social de la que usted huyó?
La aquí llamada poesía de la experiencia intenta parecerse, en el mejor de los casos, a Cernuda o a Gil de Biedma. La poesía de la experiencia no es lo que ellos escribieron o escriben. Hay por lo menos una excepción singularísima: el libro más importante de Benítez Reyes, sobre poetas imaginarios [‘Vidas improbables’], no es poesía de la experiencia y no pretende serlo.

¿Qué sabe la Academia, esa docta casa, del fragor de la calle, del lenguaje de la supervivencia?
Me parece que sabe mucho, porque su misión es tomar nota de él. Al final, lo que manda es lo que hacen los hablantes. Muchas personas, incluso con una formación universitaria innegable, no son capaces de expresarse más que mediante frases hechas. Y hay personas cuya lengua escrita es mejor en inglés que en español porque lo han tenido que aprender, y el español creen que no.

¿Algún pero que ponerle a la ‘Ortografía’ de la RAE?
Me deja donde estaba, el escritor emplea la ortografía que desea emplear. Si Juan Ramón Jiménez hubiera ingresado en la Academia, cosa que no quiso hacer aunque se lo ofrecieron, hubiera seguido con su ortografía. Hay faltas gramaticales que los escritores cometen, sabiendo que lo son, por razones de expresividad.

¿Qué opinión le merece el cine que se hace en España?
¿El que se ve en las salas españolas? Esto no es nada. Si lee alguna revista de cine especializada no española, es otro mundo.

Hablemos de cineastas. Por ejemplo, Almodóvar.
No es ni mucho menos lo que más me interesa de su generación, ni en España. Hay otros directores que me interesan mucho más: Saura. Víctor Erice, aunque trabaje muy poco. Joaquim Jordà hizo cosas muy interesantes, y Portabella. Y entre los más jóvenes me interesan mucho Jaime Rosales, Albert Serra, Guerín y Álex de la Iglesia.

Si en esta entrevista le nombrara Pedro en vez de Pere, la misma rúbrica de sus primeros libros, ¿le molestaría?
No, en absoluto. Recibí una carta decisiva de Vicente Aleixandre. Me dijo: “Si ahora escribes en catalán, has de firmar en catalán. Y si firmas en catalán, fírmalo siempre porque un escritor no puede tener dos nombres”.



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