El Calvario de Rogier van der Weyden, Real Monasterio  de San Lorenzo de El EscorialCarmen García Frías, Conservadora de pintura de Patrimonio Nacional
De la tres únicas obras de Rogier van der Weyden  que han podido ser documentadas en las fuentes historiográficas,  España tiene  la fortuna de contar con dos, ambas propiedad de Patrimonio Nacional:   El  Descendimiento de la Cruz (Hacia 1435), en depósito en el Museo Nacional del  Prado, y El Calvario (Hacia 1456-1460) del Monasterio de San Lorenzo de El  Escorial.  La tercera, el Retablo de la Cartuja de Miraflores, que fue regalo  del rey Juan II de Castilla a la misma en 1445, se encuentra hoy en la  Gemaldegalerie de Berlín.
En cuanto a la historia de El Calvario a partir  de su llegada a España, en un primer momento Felipe II decide su instalación en  la capilla del Palacio del Valsaín (cerca de Segovia), antes de su traslado  definitivo a su recién creado Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, donde  figura entregado oficialmente en 1574, instalada en el altar mayor de la  Sacristía de El Escorial.  Allí permaneció hasta la reorganización decorativa de  la sala por parte de Diego Velázquez en 1656, pasando a presidir la Librería del  Coro, hasta que a finales del siglo XIX, se redescubrió su importancia y se  trasladó a la zona de visita del Monasterio de El Escorial, para poder ser  admirarlo en toda su grandiosidad.
La importante restauración llevada a cabo por el Museo  Nacional del Prado entre 1945 y 1947, contribuyó a cambiar la opinión  generalizada de la crítica especializada en Rogier Van der Weyden, quienes  consideraban que su estado de conservación era tan precario que la obra estaba  casi perdida.  Pero la eliminación de los numerosos repintes, algunos de ellos  escandalosamente levantados y que enmascaraban la mayor parte de su superficie  pictórica, permitió valorar las relativas buenas condiciones en que se  encontraba la obra en las partes principales de la escena y recuperar su  impresionante belleza artística y maestría técnica.Esta nueva intervención a la que se va a someter  El Calvario, en el marco de colaboración del Museo Nacional del Prado y  Patrimonio Nacional, va a permitir extraer una serie de conclusiones muy  importantes para el conocimiento de esta obra fundamental de la pintura, así  como  devolverle su verdadero aspecto.  El estudio técnico previo a la  restauración nos dará las pautas fundamentales sobre el estado físico real de la  obra y sobre el proceso de intervención a llevar a cabo por parte de los  restauradores.  Para ello, se contará con la aplicación de las más nuevas  tecnologías de laboratorio aplicadas a la intervención de obras de arte en la  actualidad –macrofotografías, reflectografías infrarrojas, radiografías,  análisis estratigráficos.   Tras esta primera fase técnica, que durará varios  meses, se pasará al tratamiento de su complicado soporte de madera y a la  restauración propiamente dicha, en la que intervendrá personal especializado,  tanto del Museo Nacional del Prado como de Patrimonio Nacional.  También será  fundamental el asesoramiento científico del equipo de conservadores de ambas  instituciones, que aportará la información historiográfica y documental más  estrechamente ligada a la obra.
El Calvario de Roger van der Weyden es un cuadro  de grandes dimensiones (244 cm x 193 cm) que está configurado por trece paneles  de roble sobre los que se asienta la preparación y la capa pictórica. Por lo  tanto, y como sucedió con la reciente intervención en las tablas de Adán y Eva  de Durero, el planteamiento de soluciones es una tarea conjunta entre el  restaurador de soporte y el restaurador de la superficie pictórica.
Tras la realización de los estudios técnicos y  análisis necesarios, cuyo objetivo es incrementar la documentación técnica de la  obra y ofrecer apoyo a los trabajos de restauración, se procederá como primera  medida al tratamiento del soporte.
Soporte
Un soporte de estas dimensiones, fabricado con tablas en sentido horizontal, es por sí mismo estructuralmente frágil, ya que todo el peso de los tablones recae sobre el inmediatamente inferior, acumulándose grandes tensiones que han provocado, entre otras cosas, deformaciones en forma de teja en el cuadro.
En cuanto a roturas en el soporte, aunque en una primera impresión sólo se aprecia una grieta que divide el cuadro en dos mitades, tras un estudio más profundo se aprecian multitud de fisuras, muchas de las cuales son coincidentes con las juntas de panel. Estas roturas han sido causadas por el bastidor de pino en retícula, un incorrecto sistema de sujeción con el que se trató de aplanar el soporte y conseguir una superficie uniforme de la pintura. Desafortunadamente, estos barrotes no permiten el movimiento natural de la madera, y las enormes tensiones creadas han provocado la separación de los paneles y la aparición de grietas y aberturas, muchas de las cuales estas ya fueron tratadas, al menos una vez, tal y como se aprecia en los repintes y perdidas que son visibles en la capa pictórica.
La colocación de esta “cárcel” de madera y el encajar la estructura a modo de cuarterón dentro del marco, propició la transformación de una curvatura regular y natural de la madera a tres “tejas” que se marcan claramente sobre la superficie y que distorsionan la lectura de la escena.
Un soporte de estas dimensiones, fabricado con tablas en sentido horizontal, es por sí mismo estructuralmente frágil, ya que todo el peso de los tablones recae sobre el inmediatamente inferior, acumulándose grandes tensiones que han provocado, entre otras cosas, deformaciones en forma de teja en el cuadro.
En cuanto a roturas en el soporte, aunque en una primera impresión sólo se aprecia una grieta que divide el cuadro en dos mitades, tras un estudio más profundo se aprecian multitud de fisuras, muchas de las cuales son coincidentes con las juntas de panel. Estas roturas han sido causadas por el bastidor de pino en retícula, un incorrecto sistema de sujeción con el que se trató de aplanar el soporte y conseguir una superficie uniforme de la pintura. Desafortunadamente, estos barrotes no permiten el movimiento natural de la madera, y las enormes tensiones creadas han provocado la separación de los paneles y la aparición de grietas y aberturas, muchas de las cuales estas ya fueron tratadas, al menos una vez, tal y como se aprecia en los repintes y perdidas que son visibles en la capa pictórica.
La colocación de esta “cárcel” de madera y el encajar la estructura a modo de cuarterón dentro del marco, propició la transformación de una curvatura regular y natural de la madera a tres “tejas” que se marcan claramente sobre la superficie y que distorsionan la lectura de la escena.
Capa pictórica
Se observan grietas, pérdidas y desgastes, daños que han sido agudizados por las distintas limpiezas llevadas a cabo en sucesivos tratamientos. El deterioro más importante de la superficie pictórica parece concentrarse en la mitad inferior de la obra, la más próxima al espectador; la recuperación de la unidad de esta zona es de gran importancia, ya que sugiere la profundidad de la escena y desde aquí se elevan y asientan las tres figuras que forman la composición.
Se observan grietas, pérdidas y desgastes, daños que han sido agudizados por las distintas limpiezas llevadas a cabo en sucesivos tratamientos. El deterioro más importante de la superficie pictórica parece concentrarse en la mitad inferior de la obra, la más próxima al espectador; la recuperación de la unidad de esta zona es de gran importancia, ya que sugiere la profundidad de la escena y desde aquí se elevan y asientan las tres figuras que forman la composición.
Toda la superficie presenta grandes repintes  que se han alterado con el paso del tiempo, produciendo numerosas manchas  opacas. Son discernibles a simple vista los densos repintes amarillentos que  cubren tanto las pérdidas y como la pintura original alterando, por ejemplo, la  textura y las frías tonalidades de la piedra, en la base de la cruz o los tonos  oscuros de la madera de la cruz, ahora de aspecto  opaco y denso, escondiendo  las calidades y transparencias propias de las pinturas de Van der Weyden.
En los ropajes blancos es donde mejor  se  aprecian los desperfectos producidos por los retoques: grandes superficies de  repintes, extienden su tono azulado más allá de las pérdidas, invadiendo la  pintura original, rompiendo las formas y alterando los volúmenes.
Aunque es en las carnaciones de  las figuras donde encontramos la pintura mejor conservada, también aquí se  aprecian numerosos daños y repintes, especialmente en el cuerpo de Cristo, donde  existen fuertes  desgastes de las sombras originales en las piernas y manchas  azuladas de retoques alterados, que rompen todo el efecto de peso y volumen.
(Resumen del informe realizado por el  equipo del Área de Restauración del Museo del Prado, bajo la supervisión de  Gabriele Finaldi, Director Adjunto de Conservación e Investigación del  Museo)
Obra maestra de la colección real que se conserva en El  Escorial
Patrimonio Nacional y el Museo del Prado colaboran en el estudio y restauración de El Calvario de Van der Weyden
Patrimonio Nacional y el Museo del Prado colaboran en el estudio y restauración de El Calvario de Van der Weyden
El Museo del Prado y Patrimonio Nacional han suscrito un convenio de  colaboración para el estudio técnico y la restauración, en los talleres del  Museo, de El Calvario de Rogier van der Weyden, una de las grandes obras de la  prestigiosa colección de pintura flamenca atesorada por Felipe II que se  conserva oficialmente documentada desde 1574 en el Real Monasterio de San  Lorenzo de El Escorial y que, junto a El Descendimiento, hoy en el Museo del  Prado, forman la más alta representación de ejemplos del maestro de Tournai en  España. Este proyecto se incorpora al programa de restauración del Museo del  Prado que cuenta con el patrocinio de la Fundación Iberdrola desde el pasado año  2010.
Rogier Van der Weyden (Tournai 1399/1400-Bruselas 1464) fue, junto a Jan van  Eyck, el pintor más importante de los Países Bajos durante 
los años centrales del siglo XV y su influencia se hizo  sentir de forma decisiva en numerosos artistas del momento e incluso hasta bien  entrado el siglo XVI.  La maestría de sus composiciones, la elegancia en las  actitudes y proporciones de sus figuras, y el profundo dramatismo de sus gestos,  son algunas de las características que han permitido  consagrarle como uno de  los grandes maestros de la pintura universal.
los años centrales del siglo XV y su influencia se hizo  sentir de forma decisiva en numerosos artistas del momento e incluso hasta bien  entrado el siglo XVI.  La maestría de sus composiciones, la elegancia en las  actitudes y proporciones de sus figuras, y el profundo dramatismo de sus gestos,  son algunas de las características que han permitido  consagrarle como uno de  los grandes maestros de la pintura universal.Rogier realizó El Calvario probablemente en torno a 1460, cuatro años antes  de su muerte, para la Cartuja de Scheut, próxima a Bruselas, institución a la  que estuvo muy estrechamente ligado.   La obra fue vendida por la Cartuja en  1555, según figura en los documentos de sus archivos, pero se desconoce  exactamente quien fue su comprador.  Se sospecha que fuera la Gobernadora de los  Países Bajos, María de Austria, más conocida como María de Hungría, la que la  adquirió, antes de su partida definitiva a España en 1556, acompañando a su  hermano, el emperador Carlos V.  Aunque también pudo ser directamente su sobrino  Felipe II, quien estuvo también en ese año de 1555 (desde agosto) en la ciudad  de Bruselas.  Sea de una forma u otra, la obra entra en las colecciones reales  españolas a partir de este momento.
Los diversos avatares por los que ha pasado esta magnífica obra en el  Monasterio de El Escorial –los distintos cambios de ubicación dentro del  edificio, el traslado forzoso a Madrid durante la invasión napoleónica, etc.-  tuvieron consecuencias sobre el estado de conservación de esta excepcional tabla  de madera de roble compuesta de trece paneles de fino grosor, como es habitual  en este tipo de tablas flamencas del siglo XV, cuyas grandes dimensiones la  hacen ser realmente única en su momento.
El estudio y posterior restauración de El Calvario de  Weyden será llevada a cabo por el equipo de restauración del Museo del Prado en  colaboración con los técnicos de Patrimonio Nacional,  para lo cual el Museo   pone al servicio del proyecto los medios técnicos y la experiencia adquirida en  la restauración de obras sobre tabla en las últimas décadas, incluida la de El  Descendimiento, del mismo autor, intervenida en 1993. El proyecto contempla, en  un largo proceso de trabajo, un estudio complejo y completo de  la obra para  poder alcanzar la mejor solución para el tratamiento de conservación y  restauración que requiere, cuya complejidad representará sin duda un nuevo hito  para las dos instituciones y un acontecimiento de singular importancia en el  campo de la historia del arte y de la conservación artística.El acuerdo suscrito por las dos instituciones públicas, que conservan  conjuntamente la mayor parte de las obras procedentes de las colecciones reales  españolas, da prueba de su alto grado de compromiso en la preservación del  patrimonio artístico y de la activa colaboración que mantienen en estos últimos  años. Tras los dos años aproximadamente que se calcula necesario invertir en el  estudio y restauración de El Calvario y una vez concluida la intervención, la  obra se exhibirá en el Prado durante tres meses antes de su regreso a El  Escorial
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