Jean Gebser vincula el final de las crisis de Occidente a un ser humano nuevo: no un superhombre, pero sí un hombre íntegro.
Poco se conoce en España de la genial obra filosófica del pensador alemán Jean Gebser (1905- 1973), a quien tanto le gustó nuestro país. Llegó a Andalucía en 1931, tras las huellas de Rilke. Era un autodidacta soñador, poeta y filósofo sin carrera universitaria. Se defendió con clases de alemán y traduciendo poesía alemana al castellano; conoció a Lorca, escribió sobre su obra y vertió algunos de sus versos al alemán; trabó amistad con Cernuda y leyó a Ortega y Gasset.
Gebser tuvo en España la intuición que dio pie a su obra fundamental, 'Origen y presente'
Y fue en este país luminoso donde Gebser tuvo la intuición que dio pie a su obra fundamental, Origen y presente. Se le ocurrió que la historia entera de la humanidad, con sus aciertos y errores, responde al dominio de determinadas estructuras universales de conciencia. Pensar desde unos determinados parámetros, mágicos, míticos o mentales, condiciona las formas y los aconteceres de la realidad. La época en que Gebser vivía se hallaba bajo el dominio de la estructura "mental", explícita en la absolutización de la técnica y lo mensurable; en el predominio del "yo" como centro del universo, por una parte, y en la amenaza del totalitarismo de masas, por otra. En el horizonte se divisaban catástrofes bélicas y espirituales. Pero, ¿y si la humanidad fuera capaz de pensar mejor en el futuro, de transformar la estructura de conciencia dominante para enfrentarse a los retos de la existencia desde nuevos parámetros mentales? Gebser se propuso indagar si esto era posible.
Al estallar la Guerra Civil española, Gebser, que era pacifista, no luchó contra nadie. Quisieron matarlo, huyó a Francia y, como apátrida y outsider, se afincó en Suiza, donde se casó y se consagró a sus obras hasta el fin de sus días. Frecuentó a Jung y a otros intelectuales, pero siempre permaneció independiente. En 1949 apareció Origen y presente, que causó sensación no exenta de agrias críticas, pues Gebser, que no era profesor de universidad ni especialista en ciencia concreta, osaba presentar un libro que relacionaba todas las esferas del saber -las humanidades y las ciencias- desde una perspectiva omniabarcante, abierta y espiritual.
En esta obra maravillosa, de profunda densidad sapiencial y poética, Gebser trazaba la historia de la conciencia: el verdadero problema de la humanidad, su gran incógnita y su mejor esperanza. Pero también aportaba una visión optimista y de futuro referida a un ser humano nuevo; no era un superhombre lo que Gebser preveía, sino un hombre íntegro. Al contrario que Spengler, en su Decadencia de Occidente, Gebser atisbaba en el horizonte humano la posibilidad de un gran cambio estructural, una mutación de conciencia que advendría como superación de las crisis y los cataclismos en los que languidecía Occidente. Las dos guerras mundiales y la amenaza nuclear, así como la falta de ideales nobles en el ser humano, empantanado en lo material, eran los síntomas de los estertores de un paradigma de conciencia en extinción, aquel que había comenzado en el Renacimiento con el descubrimiento del espacio y el homo mensura, y que todavía dominaba en el siglo XX. ¿Cómo sería la nueva conciencia que habría de advenir, la denominada "aperspectívica" e "integral"? Gebser se esforzaba en su libro por acercarse a sus peculiaridades, que ya veía atisbadas en las novedosas manifestaciones de las artes y las ciencias de su época; y lo cierto es que lo ha logrado de maravilla. Nada tienen que ver sus reflexiones con las jergas de la posmodernidad. La apuesta intelectual de Gebser suplantaba lo oscuro y difuso por lo claro y diáfano. Quería desvelar la evidencia de lo luminoso en el caos reinante en un mundo desorientado, de necia mirada, empañada por el acoso de lo mensurable e inmediato.
Sostenía que el hombre de hoy es reo del tiempo, y que salir de tal mazmorra será su verdadero reto si quiere pervivir en el futuro: deberá ser capaz de aunar el origen y el presente en un todo acrónico -es la misma intención de los budistas, el Tao y Schopenhauer-. A menor presión temporal y cuantitativa, más intensificación cualitativa y conciencia integral, mayor potencia para pensar bien y, en consecuencia, otra clase de felicidad, una felicidad plena.
El lector se sorprenderá de la profunda lucidez y originalidad del pensamiento de Gebser, y gracias a la admirable traducción, primera en castellano, la aparente complicación de esta obra filosófica esencial se desvelará inteligible. Una grata exigencia para el pensamiento.
Origen y presente. Jean Gebser. Traducción y nota biográfica de José Rafael Hernández Arias. Atalanta. Vilaür (Girona), 2011. 956 páginas, 38,50 euros.
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