domingo, 6 de febrero de 2011

El terror en Michael Taussig y Jean Baudrillard: Del estado de Emergencia al No-Evento (Revista Psikeba)

Tanto el antropólogo australiano Michael Taussig como el filósofo francés Jean Baudrillard se destacan por sus contribuciones al ámbito académico en materia del grado de manipulación que puede sufrir una sociedad cuando experimenta terror. Los hombres se hacen más vulnerables y maleables cuando se les impone miedo. No obstante, el miedo no es unilineal sino que envuelve a todos los actores involucrados. Dominador, y dominado se encuentran emparentados por el terror político. El miedo ha tomado, en nuestra era, y gracias a los medios masivos de información un carácter estético y reflexivo en donde nadie se encuentra psicológicamente a salvo. La seguridad, en este sentido, se ha transformado en un bien preciado de cambio, se vende, se intercambia y compra seguridad como hace siglos atrás lo hacían con la felicidad. El mundo jerárquico en donde existe un Leviatán que por medio del temor impone autoridad se ha desdibujado para dar lugar a una nueva sociedad en donde la tragedia constante prima sobre el orden. Taussig y Baudrillard son conscientes que la concatenación de imágenes catastróficas o de Estado-de-emergencia conllevan a la idea de un orden en-el-des (orden).

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Introducción

La filosofía moderna se ha caracterizado por la transformación de las doctrinas hegelianas en cuanto al estado, la autoridad, la historia y la dialéctica entre otros. Producto de las contribuciones existencialistas, los filósofos postmodernos consideran que debemos ser cautos a la hora de examinar que entendemos por realidad. Los medios masivos de comunicación, como ya denunciara Paul Virilio (1996), parecen confabularse en la creación de un prisma cuyo fin último niega la tradición y la historia. En tiempo presente y con una saturación visual sin precedentes, los ciudadanos del nuevo milenio se encuentran atrapados entre el avance de la desconfianza en-el-otro, y el resurgimiento de la tragedia. Por motivo del desafortunado y trágico terremoto al hermano pueblo de Chile, en una charla de café, uno de mis colegas me dijo con voz quebradiza, “nadie parece estar a salvo, ni aquí ni en ningún lugar, existe un sentimiento general de hundimiento. Las catástrofes pueden aparecer en cualquier lugar y en cualquier momento sin que nadie pueda hacer nada. Tomar consciencia sobre que hacer y como seguir es la única opción”.
Miedo, resignación, hundimiento, sufrimiento, consciencia, angustia del dasein parecía yo estar escuchando una conferencia de J. P. Sartre o de M. Heidegger, o lo que es peor del desesperanzado pero genial F. Nietzsche. Precisamente, el discurso político postmoderno enfatiza en la sensación de una constante vulnerabilidad, maleable y líquida (tomando una licencia de Bauman). Por ese motivo, creo es estrictamente necesario examinar minuciosamente las contribuciones tanto de Michael Taussig como de Jean Baudrillard sobre la relación que existe entre el temor, el terrorismo, la manipulación política y la victimización. El presente ensayo (breve) contiene un análisis crítico de los trabajos en donde estos dos pensadores han tratado con mayor detenimiento el tema del terror político.

Terror, orden y caos en Michael Taussig

En Maquiavelo el miedo funciona como un aspecto inherente a la política. De su extenso trabajo, en el Príncipe capítulo XVII, el autor infiere que más vale ser temido que amado por el vulgo. Por naturaleza los hombres son “ingratos, volubles, huidores de peligros y ansiosos de ganancias”. La confianza no sólo es un arma de doble filo sino que puede convertirse en la perdición del gobernante si éste es traicionado. Debido a la inclinación que sienten los súbditos por la traición, Maquiavelo recomienda “el príncipe que ha confiado en ellos, se halla destituido de todos los apoyos preparatorios, y decae, pues las amistades que se adquieren, no con la nobleza y la grandeza del alma, sino con el dinero, no son de provecho alguno en los tiempos difíciles y penosos, por mucho que las haya merecido. Los hombres se atreven más a ofender al que se hace amar que al que se hace temer, porque el afecto no se retiene por el mero vínculo de la gratitud, que, en atención a la perversidad ingénita de nuestra condición, toda ocasión de interés personal llega a romper, al paso que el miedo a la autoridad política se mantiene siempre con el miedo al castigo inmediato, que no abandona nunca a los hombres” (Maquiavelo, 1995: 129).
Diferente es el tratamiento que hace Michael Taussig sobre el tema. Una distancia adecuada, admite Taussig, es necesaria a la hora de examinar el terror en forma objetiva, caso contrario éste se vuelve contra su observador. Por lo general, los países “civilizados” se estremecen de aquellos lugares que consideran “atrasados o primitivos”, y en ese estereotipo el terror trabaja como una barrera simbólica de profilaxis que separa y enfatiza las desigualdades entre los hombres. El terror, en este sentido, se encuentra inextricablemente ligado a la construcción de otro que es vinculante. Siguiendo las contribuciones de W. Benjamin, Taussig sugiere que una nueva reinterpretación de la situación de los “oprimidos” revela que el estado de emergencia no es la excepción sino la regla. Esta condición es un pre-requisito hacia un orden autoritario el cual promueve la coacción en nombre del orden. Escribe Taussig, “el terror es lo que mantiene a estos extremos en aposición, del mismo modo que esta aposición mantiene el ritmo irregular de apatía y choque que constituye la aparente normalidad de lo anormal creada por el estado de emergencia” (Taussig, 1995: 28)
Especialista de cuestiones latinoamericanas en Colombia y Perú, Taussig enfatiza en la relación que existe entre el terror político y la violencia. Las universidades son en lo común verdaderos guetos en donde la clase media “blanca” construye fortalezas simbólicas de aislamiento con respecto al mundo que mira soberbiamente sobre sus hombros. El antropólogo australiano remite al concepto de “desorden ordenado” para simbolizar el estado caótico que vive Colombia desde hace unos años. Las predicciones sobre lo peor se hacen a diario cuando prima el desorden y el caos. No obstante, lo peor, el desastre, lo catastrófico no sólo nunca llegan sino que además funciona como un coercitivo simbólico constante sobre una población que encuentra orden en el desorden. El discurso del terror opera bajo una lógica siniestra, que por siniestra se torna ambigua e incierta. Ambigua porque ve converger en ella a acérrimos enemigos en pactos ocultos e inciertos debido al grado de contingencia entre el sujeto y el futuro.
Taussig capta brillantemente la tendencia postmoderna impuesta por el capitalismo el cual lleva al consumidor a aceptar una situación de violencia y opresión como normal para luego por medio del terror sentir un efecto-pánico de ruptura de ese orden impuesto. El evento, en el sentido de Baudrillard que veremos más adelante, sucumbe frente a la lógica del espectáculo, en donde se transforma en no-evento. El fin de la historia simboliza la carencia de eventos reales y la fabricación de no eventos en manos de los medios masivos de comunicación. El ataque a las torres gemelas ha inaugurado el fin de la historia y la reelaboración de la eventualidad en virtualidad. Un hecho se distingue de otros hechos por su singularidad; en cambio los medios de comunicación transmiten a diario miles de ellos de similar estupor que lejos de estremecer normalizan un estado de emergencia constante, ese precisamente es el concepto de Baudrillard sobre un no-evento. Desde el SARS hasta el 11 de Septiembre la virtualidad ha creado un sinnúmero de no-eventos en funcionalidad con un mercado que invade gradualmente la publicidad subjetiva (Baral, 2008) (Baudrillard, 1997; 1997; 2006) (Grimshaw, 2006).
Pero Taussig nos habla de un terror que se presenta como real por medio de la expropiación o la desaparición física de personas. Un terror que entre otras cosas sugiere genera un estado social de contradicción en donde el individuo acepta la condición para no experimentar miedo, pero paradójicamente aceptándola siente pánico. El temor es tal en cuanto que innombrable, invisible y hasta se podría afirmar normal. Como en el desaparecido se alternan las fuerzas de la esperanza en la aparición con vida del sujeto con las del dolor por tener certeza de su no-presencia, el terror político trabaja en base a una dicotomía que opone bien, mal, orden, desorden, valor, cobardía, etc. La alegría de encontrar al desaparecido radica no tanto en su presencia viva, sino en dar con el cuerpo que no es otra cosa que el principio de hospitalidad en el sentido de Derrida (2006) de un Edipo condenado a morir en el anonimato; el poder del cuerpo habla por sí mismo. En este punto, los militares quienes paradójicamente promulgan la “hombría de bien”, “el honor”, el “orden” en un plano abstracto de su discurso, en el práctico se encuentran envueltos en actitudes que atentan contra su propio honor estamental. Las violaciones a los derechos humanos no son potestad de Colombia, Perú o Argentina, se encuentran por doquier en los campos de batalla de todo el globo. Si bien, el discurso militar aborrece el fusilamiento de prisioneros o personas indefensas en el fondo esta práctica se convierte en su principal instrumento de disuasión, de temor.
La limpieza como función semántica parece asociada a la purificación en aras de determinados ideales. Los “desviados” aquellos quienes no cumplen con los requisitos para formar parte del grupo elegido, son catalogados como “amenazantes” y despojados de todos sus derechos constitutivos. En palabras del profesor Taussig “hay que limpiar el centro”. El mundo hobbesiano se replica en la brutalidad que se excusa ante ciertos grupos tildados de indeseables. La violencia y la represión estatal van acompañadas de olvido, de victimización y de temor. “Por sobre todas las cosas, la guerra sucia es una guerra de silenciamiento. Oficialmente no hay guerra alguna. No hay prisioneros. No hay tortura. No hay desapariciones. Sólo el silencio que consume en gran parte el lenguaje del terror, intimidando a todos para que no se comente nada que pueda ser interpretado como una crítica a las Fuerzas Armadas… es la presencia de lo no dicho lo que logra el más simple de los comentarios de la esfera pública se vuelva asombroso en esta época de terror” (Taussig, 1995: 44).
La memoria enterrada y mutilada dentro del individuo genera más temor por la incertidumbre que crea la desaparición del cuerpo. La simbología del silencio entrelazada con el terror político da como resultado una lógica ambigua por la cual se enfatiza un discurso formal que en la práctica se lleva a cabo de forma inversa. Como así también es necesario no olvidar, que aquellos quienes sufren el terror una vez que acceden al poder son proclives (diría Maquiavelo) a ejercerlo ellos mismos sobre sus victimarios. Indudablemente, el libro del profesor Taussig es una invaluable obra de antropología para todos aquellos interesados en el estudio y la comprensión del miedo político. No obstante, una de las mayores contribuciones de Taussig en la antropología se encuentra relacionada a la medicina, más precisamente al estudio de la enfermedad, la manipulación científica de los expertos como enajenadores de la voluntad del paciente. A diferencia del mundo primitivo, las sociedades industriales se caracterizan por un alto grado de producción material y simbólica que determina la forma y las relaciones. El médico al igual que el experto, se ubica por sobre el paciente o lego proporcionando su conocimiento en contraprestación a un bien recibido. La relación experto, público lego se encuentra viciada por la misma relación comercial abstracta (no vinculante) entre ambos. Desde su perspectiva, las relaciones y los vínculos (confianza) se encuentran de declive debido al avance del postmodernismo, en donde en términos de Baudrillard, se generan no-eventos. No porque no existan, sino porque en el estado general y constante de emergencia crean una sobresaturación de presente, desdibujando las huellas de la historia. El fetiche de los objetos, incluso del Estado, consiste en la vinculación entre el significante y la significación sólo que el primero termina por desdibujar al segundo. En este punto, se asemejan las observaciones críticas de un Taussig preocupado por las consecuencias del capitalismo tardío con un Baudrillard cuya prioridad es la relación dialéctica signo/objeto.

La Teoría de los no-eventos en Jean Baudrillard.

Comprender el papel que Baudrillard, al igual que Taussig, le asigna al temor es remitirse a la relación dialéctica entre objecto y persona (cuya máxima expresión se encuentra en el tan polémico fetichismo de la mercancía). “Hay una consecuencia terrorífica derivada de la producción interrumpida de positividad: pues si la negatividad engendra la crisis y la crítica, la positividad absoluta engendra a su vez la catástrofe precisamente por su incapacidad de destilar la crisis” (Baudrillard, 2000: 11). Lo que subyace tras esta cita que se ha extraído de las primeras páginas de Pantalla Total, es la paradoja nietzscheana a la cual tiende la humanidad; a medida que mayor es el orden “civilizador” mayor riesgo de experimentar una catástrofe puesto que las defensas y alarmas naturales se relajan.
La sociedad capitalista moderna vive bajo dos principios culturales: la proliferación informática y mediática y la libre circulación sexual. Las amenazas movilizan recursos con el fin de legitimar el orden de la sociedad, Sida, terrorismo, crac financiero, virus electrónicos ponen en juego un proceso por el cual la sociedad revisa toda una serie de procedimientos y especulaciones que tiene sobre determinado tema. El evento crea un quiebre entre un antes y un después, la concatenación de eventos son resultado de la historia. Los fenómenos extremos adquieren mayor virulencia a medida que se sofistican las herramientas humanas destinadas a la exploración del mundo interno y circundante. Sin la catástrofe admite Baudrillard, el hombre se perdería en el vacío, en la nada absoluta. “la catástrofe total sería la de la omnipresencia de toda la información, de una transparencia total cuyos efectos se ven afortunadamente eclipsados por el virus informático. Gracias a él no iremos en línea recta hasta el final de la información y de la comunicación, lo cual sería la muerte” (Baudrillard, 2000: 16). La catástrofe se convierte en una herramienta de la especie con el fin de evitar que lo peor suceda. Esta tesis es similar a la del profesor Michael Taussig en la cual sugería que el estado continuo de emergencia conlleva a la estabilidad y viceversa. En ese contexto, para Baudrillard, la emergencia, la catástrofe, el peligro paraliza nuestra vida social con el objetivo de evitar el estadio de desintegración.
El hecho se ha transformado en no-evento bajo los ejes de terrorismo, travestimos y Sida, o política, sexo y salud. La catástrofe todo el tiempo anunciado pero que nunca llega se erige como un elemento de dominación simbólica funcional a las elites. Las amenazas globales funcionan como un virus tomando un cuerpo físico, que en este caso es un hecho o un evento X, y se aloja en él para ser virtualmente diseminado a otros cuerpos desde donde infecta a otros organismos. De esta manera, los medios masivos de comunicación funcionan como el mecanismo perfecto en el proceso de virtualización del desastre. Escribe Baudrillard “los virus electrónicos son la expresión de la transparencia homicida de la información a través del mundo. El sida es la emanación de la transparencia homicida de la liberación sexual a escala de grupos enteros. Los cracs bursátiles son la expresión de la transparencia homicida de las economías entre sí, de la circulación fulgurante de los valores que es la base misma de la liberación de la producción y de los intercambios. Una vez liberados, todos los procesos entran en superfusión, a imagen de la superfusión nuclear, que es su prototipo” (ibid: 42).
Dadas las condiciones la manipulación política propone un objeto, un mal, un problema que sólo ella puede resolver, exorcizar. La nomenclatura, la etiqueta persigue una lógica de exclusión del centro ejemplar en términos de Taussig. La superioridad de ciertos grupos para denominar lo que está bien o mal se ve acompañada de un discurso ideológico cuya máxima herramienta es la difusión del temor. Pero a diferencia de Taussig, Baudrillard admite que nos hemos debilitado bastante en crear energía “satánica”, lo cual metafóricamente implica que el mal ha sido desprovisto de su función simbólica. Ya no actúa como disuasor, sino en forma de objeto fetiche desdibujando los límites sobre lo que debe temerse. Este miedo no tiene objeto, es en tanto algo similar a la angustia existencialista. El mundo occidental se encuentra protegido como una capsula presurizada de un avión, el terrorismo es implícitamente el efecto de la despresurización. La violencia ejercida sobre Oriente se vuelve contra un Occidente cada vez más debilitado en sus valores ético morales. La lógica de los “rehenes” que siguen a menudo los “terroristas” ejemplifica, según Baudrillard, la vulnerabilidad de Occidente. Una o un grupo de personas no sólo son más importantes que la institución toda sino que amenazan con corromper el sistema entero. En forma brillante el autor infiere “mucho me temo que estamos mal preparados para aceptar el desafío de esta violencia simbólica del Islam desde el momento en que intentamos borrar el Terror del recuerdo de la Revolución Francesa a favor de una conmemoración que, al igual que el consenso, adopta todos los aspectos de una estructura hinchable. ¿Qué hace ante esta nueva violencia si elegimos borrar la violencia de nuestra propia historia? (ibid: 50).
Por otro lado, el 11 de Septiembre de 2001 y el ataque a las Torres Gemelas encuentra a un Baudrillard ya en el ocaso de su vida (fallecido en 2007). No obstante, con una claridez mental envidiable, Baudrillard sintetiza todo su trabajo anterior en un artículo publicado en el diario Le Monde titulado El Espíritu del Terrorismo. En forma preliminar, el terrorismo apela a conquistar el miedo de Occidente utilizando sus propios mecanismos de dominación como ser la tecnología y la información. En concordancia con otros autores como Castel, Bauman o Giddens, Baudrillard admite que la postmodernidad ha traído consigo una “inflación” en la forma de percibir los peligros. Las fronteras entre el consumo masivo, el temor y la virtualidad de los medios masivos de comunicación se han desdibujado hasta el punto de no tener claro que es realmente la realidad. Utilizando como ejemplo el film Minority Report de Steven Spielberg en donde la policía sabía de antemano quien y cuando cometerían un crimen, el autor enfatiza en el terrorismo como el espejo de lo que nunca ha realmente sucedido. Desde su perspectiva, el miedo moviliza medidas preventivas de expropiación cuyos motivos se basan en el temor a lo que vendrá, pero que nunca sucedió. La hegemonía visual de los medios de comunicación además de crear sentido, crea la realidad en sí misma.
La concatenación de hechos trágicos cargados de gran impacto se sucede constantemente desdibujando cada uno de ellos el impacto del anterior. Al 11 de Septiembre le suceden otros eventos catastróficos. Esta seguidilla de desastres genera un estado en donde sólo importa el presente. En consecuencia, Baudrillard sugiere que el 11-09 simboliza el fin de la historia como la conocemos (Baudrillard, 2002) (Kellner, 2005). La producción de los no-eventos (visualmente estimulantes) tiene como función el adoctrinamiento interno por medio de la imposición del miedo. Ellos no sólo van en detrimento de la comunicación auténtica y de la confianza, sino que además predisponen al sujeto a insertarse en el mercado como consumidor y objeto consumido. Toda la lógica de Baudrillard se encuentra tácitamente en la relación entre el objeto, el signo y el fetiche (que ya hemos previamente explicado). Básicamente, todo objeto posee una funcionalidad que es característica como así también un simbolismo que le es asignado. La lógica del fetiche consiste en desdibujar la funcionalidad por medio del signo abstracto. Por ese motivo, en el consumo, el consumidor se transforma en bien consumido. En otras palabras, Baudrillard, propone una inversión radical de la dialéctica hegeliana. En forma crítica, podemos ver en Baudrillard (al igual que en Virilio) un pensador apocalíptico quien ve en los medios de comunicación un enemigo a vencer, la verdadera amenaza que inventa otras amenazas, ya que la total circulación de información e imágenes y la desaparición de la tragedia real por la virtual llevan a la humanidad hacia la verdadera tragedia final. Algo difícil de comprobar o por lo menos de comprender filosóficamente. En este sentido, Taussig se presenta como más cauto. Sin embargo, Baudrillard, por el contrario nos advierte sobre el papel profiláctico que ha tenido históricamente la ignorancia la cual nos ayuda a adaptarnos en un mundo que no ha sido creado para nosotros. Ver el mundo tal cual es: frío, cruel, distante y sujeto a leyes que nos superan como seres es horrorizante, espeluznante. La muerte de Dios ha significado para la humanidad tener que tomar su lugar, pero el precio parece ser demasiado alto, es cierto que quien todo lo ve o lo sabe todo lo perdona, pero también parece no menos cierto que el hombre no está hecho para alcanzar la totalidad (Korstanje, 2009).

Conclusiones

Luego de la exposición tanto de Taussig como de Baudrillard podemos observar ciertas similitudes y diferencias con respecto a los efectos y causas del temor político. Ambos coinciden en ver al temor como algo más complejo del tratamiento del clásico pensador Nicolás Maquiavelo o Thomas Hobbes. El miedo ha tomado, en nuestra era, y gracias a los medios masivos de información un carácter estético y reflexivo en donde nadie se encuentra psicológicamente a salvo. La seguridad, en este sentido, se ha transformado en un bien preciado de cambio, se vende, se intercambia y compra seguridad como hace siglos atrás lo hacían con la felicidad. El mundo jerárquico en donde existe un Leviatán que por medio del temor impone autoridad se ha desdibujado para dar lugar a una nueva sociedad en donde la tragedia constante prima sobre el orden. Taussig y Baudrillard son conscientes que la concatenación de imágenes catastróficas o de Estado-de-emergencia conllevan a la idea de un orden en-el-des (orden).
No obstante, mientras Taussig apunta a la tendencia postmoderna impuesta por el capitalismo a aceptar una situación de violencia y opresión como normal para luego por medio del terror sentir un efecto-pánico de ruptura de ese orden impuesto. El evento, en el sentido de Baudrillard sucumbe frente a la lógica del espectáculo, en donde se transforma en no-evento. El fin de la historia simboliza la carencia de eventos reales y la fabricación de no eventos en manos de los medios masivos de comunicación. El ataque a las torres gemelas ha inaugurado el fin de la historia y la reelaboración de la eventualidad en virtualidad. Un hecho se distingue de otros hechos por su singularidad; en cambio los medios de comunicación transmiten a diario miles de ellos de similar estupor que lejos de estremecer normalizan un estado de emergencia constante, ese precisamente es el concepto de Baudrillard sobre un no-evento, más cerca de Virilio que propiamente de Taussig.
Cualquiera sea el caso, lo cierto parece ser que existe una sobreexcitación por medio de la percepción de amenazas externas. Sería cuestión quizás de indagar en las contribuciones de George H. Mead quien ya hace tiempo había observado una extraña fascinación de los hombres por la desgracia del otro. Mead sugería que el apego a las malas noticias por parte del público lego se corresponde con la satisfacción de ver sufrir al alter y en ese ritual ser conscientes de que uno se encuentra a salvo (Mead, 1999). Esta tesis, original para su época, si bien continúa la dialéctica hegeliana ego-alter será examinada en futuros abordajes. Por otro lado, también es interesante abordar la lógica del heroísmo por cuanto que el hombre moderno se percibe como único, y en ese sentimiento de superioridad y exclusividad se asemeja más al héroe trágico, aquel sobre quien el destino ha recaído ¿porque a mi?, es la pregunta que ha caracterizado al hombre postmoderno.
Referencias
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Baudrillard, J. (1995b) The Gulf War Did Not Take Place. Sydney, Power Publications
Baudrillard, J. (1997). For a Critique of the Political Economy of Sign. México, Siglo XXI.
Baudrillard, J. (2000). Pantalla total. Barcelona, Anagrama.
Baudrillard, J. (2002). The Spirit of Terrorism and other Essays. London, Verso.
Baudrillard, J. (2006). “Virtuality and Events: the hell of power”. Baudrillard Studies. Vol. 3 (2). July. Availabe at http://www.ubishops.ca/BaudrillardStudies/. Bishop´s University, Canada. Version translated by Chris Turner.
Beck, U. (2006). Risk Society, towards a new modernity. Buenos Aires, Paidos
Castel, R. (2006). The Social Insecurity ¿what does it mean to be protected?. Buenos Aires, El Manantial.
Derrida, J. (2006). La Hospitalidad. Buenos Aires, Ediciones de la Flor.
Giddens, A. (1991). Modernity and Self-Identity. Self and society in The late modern age. California, Stanford University Press.
Grimshaw, M. (2006). “Religion, terror and the end of postmodern, rethinking the response”. Baudrillard Studies. Vol. 3 (1). January. Availabe at http://www.ubishops.ca/BaudrillardStudies/. Bishop´s University, Canada.
Hobbes, T. (1998). Leviatán o la materia, forma y poder de una República Eclesiástica y Civil. México, Fondo de Cultura Económica.
Kellner, D. (2005). “Baudrillard, Globalization and Terrorism: some comments in recent adventures of the Image and Spectable on the occasion of Baudrillard´s 75th birthday”. Baudrillard Studies. Vol. 2 (1). January. Availabe at http://www.ubishops.ca/BaudrillardStudies/. Bishop´s University, Canada.
Korstanje, M. (2009). “El Ocaso de la Imaginación: una aproximación etno-filosófica al miedo a los viajes”. Themata revista de Filosofía. Número 41. Universidad de Sevilla, España.
Maquiavelo, N. (1995). El Príncipe. Buenos Aires, CS. Ediciones.
Mead. G. H. (1999). Espíritu, Persona y Sociedad: desde el punto de vista del conductismo social. Buenos Aires, Paidos.
Taussig, M. (1995). Un Gigante en Convulsiones: el mundo humano como sistema nervioso en emergencia permanente. Barcelona, Gedisa Editorial.
Virilio, P. (1996). El Arte del Motor: aceleración y realidad. Buenos Aires, ediciones el Manantial

[i] International Society for Philosophers, Sheffield, Reino Unido. Philosophical Society of England, Newcastle, Reino Unido. Universidad de Palermo Argentina.

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